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Saturday, March 30, 2013

La ineficiencia como virtud de la prensa oficial cubana

Granma, Prensa

La ineficiencia como virtud de la prensa oficial cubana

Por principio, y desde la época leninista, se estableció que la prensa
en un país que avanzaba hacia el comunismo tenía que orientar y cumplir
una función ideológica

Alejandro Armengol, Miami | 29/03/2013 11:35 am

La prensa oficial en Cuba no cumple la función de informar, es más bien
un órgano de orientación. Solo que a la hora de desempeñar la función
orientativa lo hace mal, tarde y por omisión.

No se aparta de otros ejemplos que existieron mientras duró la Unión
Soviética y el campo socialista. Es por ello que luce tan anacrónica.
Pero lo peor es que resulta inútil salvo por un aspecto: ocupa un lugar.
No es que logre ocultar una carencia. Se trata de algo más simple: su
ineficiencia contribuye a mantener el statu quo, y en ese sentido su
desempeño es perfecto.

Desde hace algún tiempo se habla en Cuba de incrementar las denuncias de
lo mal hecho, así como publicar y dar a conocer ineficiencias, sobre
todo en el campo económico y administrativo. Si bien este esfuerzo —de
llegar a producirse realmente— resultaría beneficioso, en el
mejoramiento de algunas deficiencias administrativas locales y hasta
nacionales, no deja de eludir el problema fundamental. La noticia tiene
un valor jerárquico en sí misma, dada por su importancia, las
condiciones en que se produce, su singularidad, procedencia y otros
factores. La lista podría ser larga, pero hay algo común en todos los
elementos: el valor noticioso es intrínseco al hecho y no debe estar
determinado o adulterado por factores externos. Para decirlo de forma
más simple: la noticia surge o se descubre, pero no se fabrica. Al
incurrir en esto último se cae en la tergiversación y el engaño. En el
mejor de los casos, se entra en el dominio de la publicidad y la
propaganda, pero casi siempre se acaba en el fraude.

Distinciones de este tipo tienen un carácter político, y de inmediato
puede surgir una contraparte que argumente que en los países
democráticos, y en general en el capitalismo —desde las grandes cadenas
noticiosas hasta los periódicos de provincias— sobran ejemplos de
ocultamiento de informaciones, desplazamiento de noticias importantes a
los lugares menos visibles y simple alteración de contenidos. También
puede afirmarse que la llamada "objetividad" periodística y el balance
informativo se han visto reducidos en los últimos años, en particular
por la crisis que impera en la prensa escrita. Es cierto, pero lo que
constituye un defecto o una limitación no crea una norma o precepto.

Por principio, y desde la época leninista, se estableció que la prensa
en un país socialista, que avanzaba hacia el comunismo, tenía que
orientar y cumplir una función ideológica. De ahí la asignación de
grandes recursos a los periódicos partidistas. Como ocurre en muchos
otros aspectos en Cuba, el despilfarro ha sido enorme y los resultados
de miseria. La prensa permitida en la Isla —un país con un sistema que a
estas alturas no es ni un remedo de socialismo— permanece condenada al
lastre de limitar la información a sus ciudadanos, de una forma torpe y
con el mayor desprecio. Ni siquiera ha sido capaz de desempeñar esa
labor orientadora que siempre ha asumido públicamente.

Salvo la divulgación de leyes y algunos discursos del gobernante, poco
más de importancia dan a conocer los dos principales periódicos cubanos.
Por otra parte, hablar de la función informativa de la radio y la
televisión es un ejercicio estéril.

En un periódico de limitadas páginas como Granma, buena parte del
contenido informativo no tiene actualidad y otra buena parte está
referida a noticias baladíes —en que la intrascendencia del hecho pasa a
un segundo plano frente a la conveniencia política de darlo a conocer— e
informes que carecen de sustentación, simple repetición de datos
ofrecidos por determinada instancia o funcionarios, a los que nunca se
les cuestiona o se verifica si lo que dicen es cierto.

A esto se añade una carga de documentos y recopilaciones de lo ocurrido
en los largos años del proceso revolucionario, o el relativo corto
tiempo que necesitó Fidel Castro para derrotar militarmente al gobierno
de Fulgencio Batista, que mejor tendrían cabida en una publicación
especializada en temas históricos.

En este sentido, Granma actúa como biblioteca y mausoleo anticipado, no
como un contenido noticioso. La fuente de información que brindan sus
páginas —sin entrar ahora en un cuestionamiento de su calidad y
exactitud— es en gran medida del tipo de las que se encuentran en museos
y bibliotecas, y su ubicación siempre presente en el sitio en internet
de la publicación remite a una reafirmación de poder, que aspira a la
eternidad y no al momento. De esta forma, asume una característica que
se sitúa en las antípodas del periodismo, especialmente en la época
digital, donde el sentido de actualidad se acorta cada vez más.

La prensa de hoy, en todos sus formatos, es prensa del instante. Sin
embargo, en buena medida, Granma no le dice al lector lo que está
ocurriendo, sino le reafirma lo que pasó: es prensa del recuerdo.

Junto a la rememoración constante de lo ocurrido en torno al triunfo de
Fidel Castro, y una selección de acontecimientos posteriores, con
demasiada frecuencia aparecen informaciones que de forma sistemática se
refieren a celebraciones, seminarios y actividades bélicas que se
realizan en toda la Isla. Por momentos, el más importante diario cubano
parece una publicación militar, empeñada en recordarle a los ciudadanos
cuanto le deben y dependen de los hombres de uniforme.

Tal esfuerzo de propaganda no es nuevo en una nación con un gobierno
surgido de una guerra civil, que se ha dedicado a engrandecer las
instituciones militares y cuyo gobernante por décadas fue identificado
primero como "Comandante en Jefe" y luego como presidente o jefe de
Estado; un dictador que dedicaba su tiempo tanto a ordenar expediciones
militares lejanas como a explicar el procedimiento mejor para cocinar el
arroz, de forma más nutritiva y económica. Este absolutismo de la
información dio como resultado que los cubanos estuvieran condenados a
ser regidos por un "reportero en jefe", que por supuesto se consideraba
mejor que cualquier periódico. Fue García Márquez quien primero vio esa
condición de "reportero" en Fidel Castro, lo único que con adulación y
servilismo.

Desde el uso del lenguaje de los cuarteles, al hablar de los planes
cotidianos del Gobierno y los problemas del país, a la recordación
constante de la gesta independentista del siglo XIX, el régimen
castrista ha apelado al discurso militar para justificar y fundamentarse
ideológicamente. Este marco referencial caduco marca una estrechez de
propósitos que ha contribuido a la supervivencia del sistema, pero
también a su inoperancia y marasmo. La jerga del soldado convertida en
instrumento represivo.

Por décadas Granma ha establecido una forma de obtener y brindar un tipo
de información restringida, que va de la inercia a una lectura entre
líneas y por omisión: lo que no aparece cuenta más que lo que se publica.

Para citar un ejemplo actual, en estos dos últimos días la prensa cubana
no ha informado sobre la tensión creciente entre ambas Coreas y la
amenaza de guerra en la zona. La noticia de que el gobernante
norcoreano, Kim Jong Un, ha ordenado a su artillería que se prepare para
disparar contra bases estadounidenses en Corea del Sur y en el Pacífico
no ha aparecido hasta el momento en la prensa.

Para explicar esa omisión solo cabe especular. Lo más posible es que los
periodistas estén esperando conocer la posición del régimen cubano en la
disputa, que por supuesto será de apoyo a Corea del Norte. Prefieren o
están obligados a esperar la información oficial, y no van a afrontar el
riesgo de lanzar una posición oficiosa. Y mientras tanto guardan
silencio y no publican la noticia. Saben que por años Pionyang ha
utilizado sus amenazas como instrumento negociador y quizá también
conozcan que pese a la escalada en la crisis, Seúl continúa brindando
ayuda humanitaria a Norcorea.

Sin embargo, hay una diferencia entre, por una parte, asumir una
posición —no solo en un gobierno sino también en un órgano de prensa— y
por la otra decir lo que está ocurriendo. Todo en este artículo se
refiere al periodismo informativo, no al de opinión (salvo, por
supuesto, este propio texto). Y aquí radica el principal problema de la
prensa oficial cubana: cuando se convierte a todo lo que ocurre en un
argumento ideológico, no se informa sino se interpreta.

Este uso de la prensa, establecido desde el inicio por el "reportero en
jefe" es no solo perjudicial, sino anti-periodístico en su esencia. De
esa forma, se contribuye no solo a que el lector esté poco informado,
sino que se le limita su capacidad de análisis.

Se puede argumentar también que con los problemas cotidianos que
enfrentan los cubanos —desde la falta de agua hasta la búsqueda diaria
de algo que llevar a la mesa— el conocer de otra crisis más entre las
dos Coreas queda fuera de su interés, y agregar que en la mayoría de los
países capitalistas la población no solo desconoce sino que tampoco le
llama la atención este tipo conflicto, por lo menos hasta el momento en
que comienzan a caer las bombas. Es cierto, pero entre ese adocenamiento
por el consumo, la inercia y hasta la crisis mundial, y la imposición de
la estulticia hay más de una diferencia.

Ser cultos no necesariamente nos hace libres, en más de un sentido, pero
sí ser libres nos posibilita estar mejor informados. Es cierto que en el
mundo actual las limitaciones para ser libres son muchas, pero no por
ello hay que aceptar la condena que representa tener a Granma como el
órgano oficial de la prensa en Cuba.

http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-ineficiencia-como-virtud-de-la-prensa-oficial-cubana-283651

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