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Friday, March 08, 2013

Dedazo en La Habana

Política

Dedazo en La Habana
Bertrand de la Grange | Madrid | 4 Mar 2013 - 8:56 am.

No se sabe a ciencia cierta si Díaz-Canel es el verdadero candidato de
los Castro o hay un tapado desconocido, que podría ser hijo o yerno del
Líder Máximo o de su hermano.

¡Aleluya!, salió la fumata blanca en La Habana: los hermanos Castro han
encontrado al hombre providencial que tomará las riendas del poder en
Cuba cuando los dos octogenarios no puedan más con su alma y se retiren
a sus casas.

El elegido se llama Miguel Díaz-Canel, tiene 52 años, es ingeniero
eléctrico y ha ocupado cargos importantes en el Partido Comunista, el
único existente en la Isla. Sin embargo, ese apparatchik de libro,
obediente y discreto, tendrá que armarse de paciencia hasta el año 2018:
en esa fecha terminará el mandato de Raúl Castro, que dirige el país
desde que su hermano Fidel enfermó en 2006.

Como lo han comentado casi todos los cubanólogos, la designación de
Díaz-Canel como primer vicepresidente es un hecho sin precedentes desde
1959. Nunca un político nacido después de la Revolución había llegado a
tan alto puesto. Se trata sin duda de un cambio generacional, pero nada
más, ya que el proceso se hizo por la vía autoritaria que ha
caracterizado al régimen cubano durante más de medio siglo. Fue un
dedazo desde el más alto nivel del Estado —léase Fidel y Raúl—,
ratificado luego por la Asamblea Nacional del Poder Popular, cuyos 612
diputados fueron aleccionados previamente para que el voto fuera unánime.

Por lo tanto, estamos asistiendo a un traspaso biológico, que no va
acompañado de una transición política hacia un sistema democrático.
Además, no hay ninguna garantía institucional de que Díaz-Canel llegue
efectivamente a ocupar el cargo de jefe del Estado en 2018. En cinco
años pueden pasar muchas cosas, si no pregúntenselo a otros ilustres
miembros del régimen, supuestos reformistas, como los Aldana, Robaina,
Lage o Pérez Roque, que subieron como la espuma y obtuvieron cierto
reconocimiento internacional, para ser luego defenestrados sin
miramientos porque "se rindieron ante las mieles del poder" (palabras de
Fidel Castro a propósito de los dos últimos de la lista).

Tampoco sabemos a ciencia cierta si Díaz-Canel es el verdadero candidato
de los Castro o si hay un tapado desconocido, que podría ser un hijo o
un yerno del Líder Máximo o de su hermano. El comunismo dinástico ya
existe en Cuba y podría prolongarse, como en Corea del Norte. Ahora
bien, quienquiera que sea el delfín, Raúl Castro ha delimitado
claramente los parámetros de su futura actuación. Para ello, el
mandatario ha repetido la frase que se ha convertido en su lema desde
que asumió sus actuales funciones: "No me eligieron presidente para
restaurar el capitalismo en Cuba, ni para entregar la Revolución. Fui
elegido para defender, mantener y continuar perfeccionando el
socialismo, no para destruirlo".

Esa es también la misión encargada a Díaz-Canel, cuya elección, ha dicho
Raúl Castro, "reviste particular trascendencia histórica porque
representa un paso definitorio en la configuración de la dirección
futura del país, mediante la transferencia paulatina y ordenada a las
nuevas generaciones de los principales cargos". El presidente cubano,
que tendrá 86 años al terminar su actual mandato, se ha dirigido también
a "aquellos que dentro o fuera del país, con buenas o malas
intenciones", piden que Cuba acelere el paso de sus reformas: "les
decimos que continuaremos sin prisa, pero sin pausa, con los pies y los
oídos bien pegados a la tierra, sin terapias de choque contra el pueblo
y sin dejar a ningún ciudadano desamparado, superando la barrera del
inmovilismo y la mentalidad obsoleta en favor de desatar los nudos que
frenan el desarrollo de las fuerzas productivas, o sea, el avance de la
economía, como cimiento imprescindible para afianzar los logros sociales
de la Revolución en la educación, la salud pública, la cultura y el
deporte".

Todo está dicho en esas palabras rimbombantes: la prioridad es la
economía, no la reforma política. Seguirá la perestroika
(reestructuración económica), emprendida a paso de tortuga por Raúl
Castro, pero nada de glasnost (transparencia política), que acabó con la
URSS y con el comunismo soviético. Que nadie se haga ilusiones, nos
dicen los Castro: en Cuba, no viene ningún Gorbachov ni tampoco un
Adolfo Suárez, el hombre que encabezó la transición española después de
36 años de dictadura franquista.

Ante ese panorama deprimente, la comunidad internacional guarda un
silencio prudente, con excepción de unos comentarios positivos sobre el
cambio generacional: algunos ven como una buena noticia el solo hecho de
que un hombre de 52 años sustituya en la primera vicepresidencia a José
Ramón Machado, que representa, a sus 82 años, el ala más reaccionaria
del régimen. Sin embargo, los cambios reales están todavía por venir y,
sin ellos, es muy improbable que la economía levante cabeza y que los
cubanos recuperen su vitalidad de antaño.

http://www.diariodecuba.com/cuba/1362259310_448.html

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