'Camionero': violencia y pedagogía revolucionaria
Fotograma de 'Camionero'. (VIDABOHEMIA.COM)
Abel Sierra | La Habana | 29 Mar 2013 - 11:58 pm.
El cortometraje independiente de Sebastián Miló, una profunda crítica al
modelo educacional revolucionario.
En el verano del año 2009 la prensa oficial cubana anunciaba, para
sorpresa y beneplácito de la ciudadanía, el fin del programa de escuelas
en el campo para adolescentes. En estos centros educacionales había
descansado, en no poca medida, la pedagogía revolucionaria, encaminada
al control social y a la creación del "hombre nuevo".
Popularizado en 1965 en Cuba por Ernesto Guevara, el concepto de "hombre
nuevo" formaba parte de un proyecto de "ingeniería social" que planeaba,
entre otras cosas, barrer a la burguesía como clase para poder construir
un nuevo tipo de sujeto social, "superior", con nuevos valores y una
nueva mentalidad. Asimismo, este concepto se conectaba con un modelo de
masculinidad tradicional en el que lo "auténticamente revolucionario" y
la categoría de "hombre de verdad" se constituyeron en un binomio
estructurante de la nueva subjetividad que tenía en el militante
comunista su máxima expresión.
El concepto de "hombre nuevo" ofreció al nacionalismo revolucionario el
marco idóneo para intervenir en todos los niveles de la vida. La familia
fue un sitio fundamental de esas intervenciones, no solo para garantizar
el control ideológico, sino la fuerza de trabajo que asegurara la
implementación de determinadas políticas económicas. Esto provocó que
por mucho tiempo la familia se vaciara de contenido, y que la educación
y socialización de niños y jóvenes fuera gestionada fundamentalmente por
el Estado.
En contraste con los centros urbanos —considerados por la vanguardia
política como escenarios propensos al vicio y a la corrupción—, el campo
comenzó a considerarse un espacio más "natural" y saludable para el
desarrollo de los jóvenes. En ese sentido, la pedagogía revolucionaria
diseñó un modelo educativo que vinculaba el estudio con el trabajo, y
que intentaba promover otros valores y subjetividades diferentes a las
del pasado prerrevolucionario. Sobre esta concepción comentaba en mayo
de 1967 el Primer Ministro, Fidel Castro: "Con la escuela al campo, con
las miles de escuelas secundarias que vamos a tener en todo el país, y
donde los propios estudiantes combinarán el trabajo con el estudio;
porque no hay otra forma de educar a un hombre superior que enseñarlo
desde muy joven a trabajar"1.
Bajo tal cobertura se crearon centros docentes en el campo, donde los
muchachos pasaban más tiempo que en sus casas. Con esto se buscaba no
solo alejarlos de la "vida fácil",2 sino crear un tipo de sujeto más
moldeable y dependiente del Estado y de sus instituciones. Al tratar de
crear una gran familia colectiva, unida no ya por lazos sanguíneos, sino
más bien por sentimientos de amistad y camaradería, este modelo
educativo alejaba a los hijos de los padres y resquebrajaba su autoridad.3
Acerca de la vida en una de esas escuelas se detiene el corto de ficción
Camionero, del joven realizador Sebastián Miló. Inspirado en el cuento
de Yomar González, "A la vencida va la tercera", Camionero es una
profunda crítica al modelo pedagógico cubano.
La violencia como saber adquirido
El filme relata la historia de Randy, un muchacho acosado y violentado
por algunos de sus compañeros, con la anuencia de todo el estudiantado y
ante los ojos de los directivos de la escuela, que entre arengas
políticas y discursos ignora lo que pasa en realidad. Sin embargo, el
director de la escuela asegura en una de las escenas que el centro ha
sido declarado "vanguardia" en la emulación socialista, y que constituye
un modelo de "referencia" a nivel nacional, gracias a la disciplina y al
compañerismo exhibido por los estudiantes. Ese momento del filme no por
hilarante es menos serio, pues explora la teatralidad del discurso
político y cómo se construye a partir de una puesta en escena, una
"realidad" otra que transcurre de modo paralelo y que nada tiene que ver
con lo que sucede objetivamente.
El filme interpela de modo descarnado a la figura del educador. En un
momento de la trama y con las notas musicales de "La muchacha de la
valija", de Fausto Papetti, como background, aparece un profesor que
está teniendo sexo con una alumna, mientras se abusa de Randy en el
mismo edificio. Los que hemos estado en alguna de esas escuelas sabemos
que el realizador Sebastián Miló no exagera, y que la realidad puede
sobrepasar a la ficción.
Camionero es un material de corte realista con una excelente factura y
utiliza la violencia como un recurso estético que conmueve al
espectador. Precisamente, uno de los terrenos que explora la cinta son
las relaciones de poder. Las escuelas al campo fueron instituciones
disciplinarias que formaban parte de un proceso de homogenización social
más abarcador, el cual llegó a expresarse a través de la violencia, la
depuración y la "reeducación". En Camionero el poder no es una unidad
palpable y fácilmente identificable; no descansa en un sujeto o entidad
específica, sino que circula, se reproduce en toda la colectividad, de
tal modo que se internaliza y naturaliza. Aquí, la violencia funciona
como un saber adquirido que forma parte de los rituales cotidianos, y se
utiliza para indagar en la relación compleja que se establece entre un
individuo no normativo y la uniformidad pretendida de la masa.
Como las unidades militares, los hospitales y las cárceles, estos
centros educacionales son parte —en palabras de Michel Foucault— de una
"anatomía política",4 y atraviesan el cuerpo humano, lo desarticulan y
lo recomponen. Apunta Foucault que la disciplina tiende a distribuir a
los individuos en el espacio, y que para ello despliega varias técnicas,
entre las que se encuentran la clausura y la creación de emplazamientos
funcionales.5 Las escuelas al campo funcionaron con una estructura y una
distribución del tiempo de tipo militar; incluso, en su programa de
estudios fue introducida la asignatura de preparación combativa para que
los estudiantes recibieran ese tipo de instrucción.
Con este filme, Sebastián Miló pone en entredicho algunos de los
estereotipos existentes acerca de la violencia como rasgo privativo de
las clases populares. En el corto se sugiere que el personaje de
Yerandi, promotor fundamental del acoso, es hijo de un funcionario
estatal que viene a verlo en su Lada blanco, luciendo guayabera, al
tiempo que sostiene conversaciones afables con el director de la
escuela, durante la visita de los padres. Este recurso, utilizado
también para marcar las diferencias de clases, es muy interesante por
las posibilidades interpretativas que ofrece.
El filme lleva la violencia hasta su máxima expresión y tiene un fatal
desenlace para todos los implicados. Randy, el muchacho violentado, al
no poseer las herramientas necesarias para sobrevivir en ese ambiente,
acaba por suicidarse. Del mismo modo, sus acosadores mueren apuñalados a
manos de Raidel, el único al que la situación de su compañero parece
importarle.
En Camionero subyacen algunas interrogantes que no puedo dejar de
formular. ¿Cuáles han sido en términos económicos y simbólicos los
costos-beneficios de estas escuelas para la nación? ¿Qué repercusiones
tuvieron en el terreno de los valores? ¿Qué tipo de sujetos crearon
estas instituciones? ¿Qué modelos educativos realmente necesitamos?
Queda mucha carretera que recorrer todavía, un largo camino que nos
conduzca a aprender de los errores y a pensar un país desde otras
perspectivas. Camionero contribuye desde el arte a descongelar muchos de
los viejos esquemas y a promover discusiones que no han formado parte de
las agendas de los medios o de la política.
La combinación del estudio con el trabajo no era exclusiva del ideario
martiano, como se pensó por mucho tiempo. Existen en el mundo otras
experiencias y modelos educativos que se basan en este principio y
promueven entre los estudiantes el trabajo en la comunidad como parte
del currículum académico. Todo depende de cómo se maneje y de qué
resortes se buscan activar con su implementación.
El cine independiente, a partir de la democratización de las
tecnologías, se ha convertido en un sitio de interpelación y reto a la
industria oficial. Estos procesos hacen del campo cultural un sitio
menos estable y más plural. Camionero, de Sebastián Miló, no es un filme
más dentro de la vasta producción cinematográfica alternativa producida
en Cuba; esta es una película que moviliza y conmueve.
1 Fidel Castro, Discurso en la clausura del III Congreso Nacional de la
ANAP, en el Instituto Tecnológico Rubén Martínez Villena, 18 de mayo de 1967
2 Fidel Castro, Discurso en la concentración para celebrar el IV
Aniversario de la Integración del Movimiento Juvenil Cubano, en la
Ciudad escolar Abel Santamaría, Santa Clara, 21 de octubre de 1964.
3 Louis M. Smith y Alfred Padula, Sex and Revolution. Women in Socialist
Cuba, Oxford University Press, New York, 1996, p. 144.
4 Michel Foucault, Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Siglo
XXI Editores, Madrid, 1998, p. 141.
5 Ibídem, pp. 145-147.
http://www.diariodecuba.com/cultura/1364597897_2456.html
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