Cuba: un escenario post Payá
Publicado el Domingo, 29 Julio 2012 21:35
Carlos Cabrera Pérez
La absurda muerte de Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero genera un
escenario desfavorable para el raulismo, que debe soportar ahora las
sospechas de toda clase y condición, y negociar con Suecia y España.
Pero propicia sin dudas una coyuntura favorable para la cúpula de la
Iglesia Católica cubana, que intentará hacerse con el legado de un
hombre lúcido y honrado, podándolo de sus aristas más incómodas para
preservar su línea directa con Raúl Castro.
Una primera lectura apasionada y dolorosa puede alentar la sospecha del
asesinato, pero el raulismo es el menos interesado en una monstruosidad
así porque con la muerte de Payá pierde a un oponente sensato y
coherente, de esos que van a ser los interlocutores en la hora de los
premameyes, que es la que vive Cuba actualmente.
Cuando falleció Jorge Mas Canosa, en 1997, Fidel Castro acusó el golpe
porque perdió a su compañero favorito del ping pong que ambos jugaron
sobre el Estrecho de la Florida y sobre la desgracia de la mayoría de
los cubanos.
Ceremonia y represión
La cúpula de la Iglesia Católica cubana, muy coherente con su insensato
oportunismo, no ha dudado en asumir el papel de maestra de ceremonia en
los funerales de Payá (no tengo noticias de las honras fúnebres de
Harold Cepero) y el mismísimo Cardenal Jaime Ortega -que está en
comisión de servicio, porque el Vaticano no ha aceptado su jubilación-
no dudó en descender de sus altares para llegar hasta el Cerro y
pronunciar el responso. Tras la ceremonia se desató el ataque represivo
contra Guillermo Fariñas, Antonio Rodiles y otros opositores, a quienes
llevaron en guagua hasta Tarará. Una pena con la escasez energética que
asola a el mundo, principalmente a los países pobres.
Monseñor Ortega Alamino y su círculo más cercano saben que una debilidad
del Movimiento Cristiano Liberación (MLC) es el hiperliderazgo de Payá y
que los próximos meses serán decisivos en su continuidad, en dependencia
de la capacidad que tengan sus seguidores de asumir el relevo de un ser
humano excepcional. También saben que están ante la oportunidad de
atraer al menos a un grupo del MLC, persuadirlo de que los caminos del
Señor son inescrutables y que a la Tierra venimos a sufrir, aunque unos
más que otros. Sería un estratégico intento de despolitizar el
movimiento oposicionista, alegando que todos las prioridades de Payá
están en la agenda que Ortega y Caridad Diego, la jefa de la Oficina de
Atención a los Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido
Comunista, despachan a menudo.
De la capacidad de los ahora huérfanos políticos de Oswaldo Payá
Sardiñas para mantener al MLC en una postura equidistante con respecto
de la curia cubana dependerá el éxito o el fracaso de la voracidad
política que se ha desatado en el Cardenal Ortega, que -en alianza con
Raúl Castro- pretende erigirse en la voz disonante más notoria del
espectro cubano, una postura que es entendible por edad, vivencias y
vocación para preservar los intereses de su dogmática empresa por encima
de los intereses de Cuba.
El penúltimo golpe de Raúl Castro
Y este abordaje de la cúpula católica cubana beneficia directamente a
Raúl Castro y a su equipo, porque les releva -al menos temporalmente- de
ocuparse de diseñar el desmantelamiento del legado de Payá, sobre todo
ahora cuando parecen ensimismados en encontrar una fórmula que los haga
menos dependientes del marciano Hugo Chávez.
Para ello, no sólo se necesita tener buenos vínculos con China, Viet
Nam, Rusia y Brasil, sino también que la Unión Europea y Estados Unidos
le dejen margen de maniobra en su paulatino y discreto desmantelamiento
del fidelismo, aunque las cosas importantes -como los viajes Marte o
Plutón, y todas las demás cosas que dice Ricardo Alarcón- haya que
consultarlos con el Comandante en Jefe.
De hecho, la trágica muerte de Payá ha obviado el penúltimo golpe de
Raúl a Fidel Castro, elevando hasta 67 caballerías la propiedad
individual de la tierra y permitiendo que se construyan viviendas y
otros inmuebles en dichas fincas. Es importante recordar que la Segunda
Ley de Reforma Agraria castrista, limitó a 13 caballerías el máximo de
tenencia de tierras y provocó -entre otros trastornos- una escasez
crónica de alimentos y la despoblación del campo. Es decir, Raúl está
destrozando, sin hacer excesivo ruido, los delirios que heredó a la
fuerza y por repentina enfermedad.
Los cambios en el régimen de propiedad de la tierra, la extensión de la
fórmula cooperativa a nuevos sectores de la economía y la gradual
sustitución del viejo entramado fidelista de negocios con intermediarios
–hoy día en el exilio o en la cárcel- indican que Raúl Castro prefiere
entenderse con empresas y empresarios de verdad que con intermediarios
avispados y simuladores de un discurso rosa y solidario con aquella
locura de la Batalla de Ideas, una de sus principales fuentes de
enriquecimiento corrupto y de mayor pobreza para los cubanos.
Por tanto, con un país empobrecido y dependiente, pero instruido y
atento a las señales del mundo como la Primavera Árabe; con numerosos
familiares exiliados que viajan de visita con una visión diferente y el
propio efecto contaminador del turismo, incluido el sexual que -al
sentirse adoptado por la familia de su novia o novio- se vuelca con la
reparación de las persianas, la pintura de las paredes, un refrigerador
nuevo y una bata de casa para la abuelita; lo que menos interesaba al
raulismo es que Payá muriera de manera trágica.
Prepararse para lo peor
Esta tesis no persigue poner en duda el testimonio de la viuda, la
valerosa e íntegra Ofelia Acevedo y la hija de ambos sobre las amenazas
recibidas y los avisos que habrían recibido desde el propio coche
siniestrado en torno a las presuntas embestidas que les propinaba otro
vehículo en una carretera en obras. Pero si esto llegase a confirmarse,
entonces el gobierno de La Habana tendría que prepararse para lo peor,
pues la repulsa internacional sería aún más fuerte que cuando la
Primavera Negra o el fusilamiento de tres jóvenes que llevó a José
Saramago a escribir “hasta aquí he llegado” (aunque meses más tarde
invitara a comer en Lanzarote a la entonces embajadora cubana y a su
marido para relajar tensiones).
Una confirmación de tal estropicio podría ser la chispa que incendie La
Habana y el resto de la isla, pues si es cierto que -hasta ahora- el
raulismo ha lidiado hábilmente con la disidencia mediante exilio,
secuestros expresos, golpizas de las brigadas de Respuesta Rápida
(bandas paramilitares maoístas), ni siquiera una acción decidida y clara
de Raúl Castro poniendo a los supuestos autores del crimen a disposición
de los tribunales para un juicio con garantías, con presencia de
observadores internacionales, amortiguaría el brulote que les vendría
encima.
La mayoría de los cubanos es aún temerosa de respaldar claramente a la
valerosa oposición democrática, de la que recela por la contaminación
del régimen con su continuo bombardeo de propaganda y algunos errores de
los aparentemente aislados opositores. Pero está harta de pobreza, de
promesas incumplidas y de vivir en una cárcel donde nunca se llega a la
etapa de adultez socioeconómica.
La inteligente conducta de Payá de no vincularse a Washington ni Miami,
de conservar su puesto de trabajo y de mantener las mejores relaciones
posibles con todos los vecinos, incluidos los que apoyaban el decorado
de dazibaos con que afearon su casa, posibilitó la recogida de 25 mil
firmas de apoyo a su Proyecto Varela -una iniciativa ciudadana
respondida por Fidel Castro con su torpeza habitual, que ha convertido
en figuras mundiales a modestos y valerosos opositores.
Con lo fácil que habría sido dejar que la legal iniciativa discurriera
su trámite parlamentario y permitir incluso que Payá la defendiera en la
Asamblea Nacional para luego someterla a votación, sabiendo de antemano
que no prosperaría. Era la manera más efectiva, nacional e
internacionalmente, que el oficialismo tuvo para desarmar a Payá y a sus
apoyos. Pero ocurrió todo lo contrario, como era previsible en una
mentalidad totalitaria y excluyente.
Con los zapatos al revés
Algunos análisis simplistas y emocionales que se explican por el dolor
de un exilio demasiado prolongado, tienden a creer que los cubanos de
dentro son un rebaño de ovejas. Pero en Túnez, donde comenzó la
Primavera Árabe que tanto teme Raúl Castro, no encendió la mecha un
grupo disidente, sino un joven padre de dos hijos que se había quedado
en paro y a quien la policía decomisó un pequeño lote de verduras y
frutas que intentaba vender para dar de comer a sus hijos. El joven se
dirigió al frente del Palacio Presidencial y se quemó a lo bonzo; ahora
esas llamas están ya llegando a Damasco.
Hace unos días, un reportaje de la prensa independiente contaba que un
padre desesperado ante la carencia de transporte para llevar a su hijo
con un ataque de asma agudo al hospital más próximo, causó numerosos
destrozos en una sede municipal del Partido Comunista de Cuba porque un
funcionario le dijo que ponía a su disposición el único vehículo
existente, pero que debía comprar la gasolina. Y da igual que mañana,
salga un portavoz diciendo que la revolución no tiene culpa de la
actuación de los burócratas: la mayoría de los cubanos sabe que el mal
que padecen tiene más de 50 años y que ese desdichado burócrata puede
jugar con la cadena, pero nunca con el mono.
Los cubanos llevamos más de medio siglo poniéndonos los zapatos al revés
y suplantando el diálogo racional y fecundo por una gritería insulsa, no
siempre exenta de lágrimas, pero que ha convertido a Cuba en la
perversión del delirio colectivo. Nada más desolador que asomarse a
nuestra isla para constatar con dolor como se parece mucho a una casa
habanera a oscuras, donde muchos se mueven en la ilegalidad, la
alegalidad o en el limbo, pero si a alguien le da por encender la luz o
esgrimir una linterna, la mayoría corre a esconderse.
Tomemos conciencia de que está en peligro la nación cubana. Me gustaría
que todos los cubanos y extranjeros posibles comprendan esta exhortación
de urgencia como un sentido tributo a Oswaldo Payá Sardiñas y Harold Cepero.
http://cafefuerte.com/opinion/opinion/puntos-de-vista/2061-cuba-un-escenario-post-paya
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