Jorge Olivera Castillo
Habana Vieja, La Habana (PD) Los corruptos están en el colimador 
oficial. El general-presidente Raúl Castro ha dado el visto bueno para 
una cacería que apenas comienza.
El proceso de detenciones y condenas a prisión a funcionarios políticos, 
gerentes, directores de empresas, entre otros integrantes de esa gran 
familia que porta el carnet del partido gobernante como camuflaje para 
encubrir sus fechorías, va en incremento.
No obstante, es difícil creer que todos los culpables se sentarán en el 
banquillo de los acusados. Existen niveles y categorías que aportan 
cierta invisibilidad ante las razias de los policías del Departamento 
Técnico de Investigaciones (DTI).
No es lo mismo el director de una empresa o comercio local, que alguien 
dedicado a velar por cualquiera de las exclusivas entidades económicas 
pertenecientes al Ministerio de las Fuerzas Armadas (FAR), que por 
cierto, facturan cientos de millones de dólares al año y tienen bajo su 
control entre el 60 y el 70% de la economía del país.
Es de prever que la mayoría de los castigos afectarán a personajes de 
poca monta. Los "pejes gordos" caídos en desgracia serán ostensiblemente 
menos al contabilizar el número total de procesados.
En estos casos el asunto puede que se solucione a golpe de 
amonestaciones, traslados de puestos de trabajo a cumplir similares 
responsabilidades o tal vez mediante la imposición del "plan pijama", 
una suerte de retiro temporal en sus respectivos domicilios, que no 
invalida todos los privilegios adquiridos durante el ejercicio de un 
cargo relevante.
Ante un fenómeno que echa por la borda gran parte del sustrato 
ideológico y político del sistema que proclamaba haber logrado cuotas 
insuperables de probidad moral y ética, es necesario reevaluar conceptos 
y decidirse por calificaciones que nada tengan en común con palabras 
tales como socialismo y revolución.
Precisamente por la cantidad de personas implicadas en estos delitos, 
son abundantes las razones para anticipar que los escarmientos serán 
selectivos.
Con independencia de las motivaciones que mueven a miles de cubanos a 
desfalcar los almacenes del Estado mediante una complicada red de 
cabecillas y colaboradores, el asunto hay que verlo desde una 
perspectiva en la cual el futuro de la nación cubana se percibe con 
adicionales capas de sombras.
Algunos lo definen como un mal hábito, otros prefieren interpretarlo 
como maniobras de supervivencia, y hay quienes, con más agudeza, se 
determinan a sacar a la palestra la falta de racionalidad y previsión de 
un modelo a través del cual no se ha podido articular una sociedad 
medianamente viable.
Los vientos del igualitarismo y la centralización han traído estas 
tempestades para las que no existen soluciones rápidas ni duraderas.
El tiempo despejará las incógnitas en torno a este asunto. Cuesta 
imaginar un resultado alentador frente al indetenible flujo de 
malversaciones, estafas, cohechos y un sinfín de prácticas delictivas 
que operan dentro de una institucionalidad de facto.
La sedimentación del relajo a escala nacional pone en entredicho la 
eficiencia de los excesivos controles que tempranamente identificaron 
las políticas del grupo que ha tenido el poder desde 1959 hasta hoy.
¿Y qué pensar de la integridad de la numerosa militancia del partido 
comunista al conocer la fecunda concurrencia de sus asociados en actos 
de corrupción?
La lógica justifica los vaticinios más sombríos. Valga apuntar que una 
proporción considerable de infractores se encuentran muy próximos a los 
que supervisan y llevan a cabo las operaciones de captura. A tan corta 
distancia, ¿les será posible descubrir la identidad de los encartados? 
Sobran los motivos para dudarlo.
Las corruptelas llegaron para quedarse. Como siempre habrá piezas para 
el sacrificio. Conejillos de Indias escogidos al azar para justificar el 
éxito de una limpieza social que llega tarde y con muchas imperfecciones.
http://primaveradigital.org/primavera/politica/54-politica/3111-correcciones-tardias
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