Lunes, Octubre 3, 2011 | Por Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Una nota curiosa hoy en La
Habana son los vendedores de objetos religiosos que ya pululan en todos
los barrios populosos de la urbe. Se pueden observar entre los pequeños
comercios privados abiertos en La Habana después de la autorización
estatal que incrementó las licencias a nacionales para realizar
actividades económicas privadas.
Entre las nuevas iniciativas emprendidas por los cubanos que se han
arriesgado a establecerse "por cuenta propia", están las pequeñas
tiendas de venta de objetos religiosos ligados a los rituales de
santería, como es conocida la Regla de Ocha, una religión sincrética
fundamentada en tradiciones religiosas africanas. Estos nuevos
negocitos habaneros son, de hecho, la versión nacional de las llamadas
"botánicas" que desde hace mucho tiempo abundan en Miami, "la otra
capital de los cubanos".
Es notoria la aparición de anuncios para atraer a los clientes que
buscan collares, trajes, velas, recipientes que sirven de receptáculos
del orisha, muñecas, vestimentas, y otros objetos necesarios empleados
en los rituales de esa religión.
Vale aclarar que siempre existieron algunos lugares en la ciudad donde
discretamente se vendían estos objetos. De cierta manera este comercio
era ya tolerado, pero no permitido oficialmente, solo que ahora tienen
la autorización debida. Ahora, al ser abiertos y permitidos, estos
negocios añaden su particular connotación religiosa al perfil citadino.
Unos son dedicados a orishas como Elegguá, que abre los caminos, otros a
Oyá, la dueña del cementerio, mientras abundan los dedicados a Yemayá,
diosa del mar, algo lógico en una urbe marina como La Habana. Como
ejemplo está, en la Calzada de 10 de octubre, El Templo de Yemayá, donde
venden "ornamentos y artículos religiosos desde las 10 am hasta las 8pm
de lunes a domingo", según dice el anuncio.
Estos negocios se surten de una industria de característica doméstica y
muchas veces familiar, porque toda la mercancía que en ellos se vende se
fabrica en pequeños talleres particulares, generalmente por personas con
los conocimientos religiosos para confeccionarlos. Así se ha creado una
cadena de sostenimiento, independiente del burocratismo estatal.
Los precios de los objetos rituales no son bajos. Por ejemplo, una batea
de Changó, orisha que se sincretiza con la Santa Bárbara católica,
cuesta entre $ 400 y $ 500 pesos, según la talla y la madera preciosa
utilizada, precios que equivalen al sueldo mensual de cualquier
profesional cubano. Lógicamente, al no ser los fabricantes los
productores directos, el producto se encarece al pasar por los
intermediarios.
Estos nuevos negocios religiosos enriquecen el entorno de la ciudad y
diversifican la actividad económica privada, a la vez que hacen a sus
propietarios más dueños de sus vidas, al no tener que depender del
empleo estatal para vivir.
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