Friday, September 2, 2011 | Por Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba, septiembre (www.cubanet.org) – Como uno llega a sentir
como viejos amigos a los escritores cuyos libros se aman, imagino a
Guillermo Cabrera Infante revolviéndose en su tumba londinense por la
desfachatez de los que ahora quieren usar su nombre y sus pisadas para
simular una apertura cultural y anotarse otro tanto que no se merecen.
El 17 de agosto se produjo en la Sala "Martínez Villena" la presentación
del libro Sobre los pasos del cronista: el quehacer intelectual de
Guillermo Cabrera Infante hasta 1965, tesis de grado de Elizabeth
Mirabal y Carlos Rivero que les valió hace dos años el premio de ensayo
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
El menor reconocimiento al más proscrito de los escritores exiliados
puede parecer un gran gesto. Sobre todo, para los que están locos por
creerse el cuento de que Cuba se democratiza a pasitos y vuelve a la
normalidad. Allá quien lo crea.
En el libro sobre Cabrera Infante, sus pasos se pierden justo en el
momento en que se fue a Europa y rompió con la revolución de Fidel
Castro. Como si fuera de su país no hubiera escrito la mayor parte de su
obra literaria, incluidas Tres tristes tigres y La Habana para un
infante difunto, que por cierto, aún esperan por su publicación en Cuba.
Después que se fue a Europa en 1965, sólo un cuento de Cabrera Infante,
En el gran ebbó, ha sido publicado en Cuba, en el año 2009 en la
antología La ínsula fabulante, donde también aparecen otros siete
escritores que murieron en el exilio negados a abjurar de sus ideas
políticas.
Alguna vez que al ministro de Cultura Abel Prieto le dio por posar de
liberal, se pronunció por el rescate para el patrimonio nacional de las
obras básicas de la cultura cubana. Según él, eso implicaba
"independizar la posición política del individuo de los valores de su
obra y sus aportes culturales". Faltó explicar al ministro, además de su
peculiar canon literario, que la independencia de las posturas políticas
de los escritores exilados sólo se alcanzaría post mortem.
A los escritores cuyos libros fueron sacados de las bibliotecas y sus
nombres omitidos del Diccionario de la Literatura Cubana, es más fácil
perdonarles su desafección si están muertos. Entonces los comisarios,
sin indagar por derechos de autor ni últimas voluntades, se abalanzan
como buitres sobre sus obras.
Sabemos de la maña de los comisarios culturales para saquear tumbas. Lo
hicieron con Lezama y Piñera. Lo intentan últimamente con Reinaldo
Arenas. Pero hay autores tan incómodos que ni después de muertos los
censores pueden tolerar que se mencione siquiera su nombre.
Tal vez se deba a ello la demora de dos años para publicar, no un libro
de Cabrera Infante, sino sobre él, a la manera que les conviene
representarlo, recortado en un corto período de tiempo, especialmente en
los dos años que desde las páginas de Lunes de Revolución llegó a
convertirse, sin proponérselo y sin considerarse tal, en un intelectual
orgánico del régimen, que llegó a fungir como una especie de inquisidor
por cuenta propia contra Lezama y los demás integrantes de Orígenes.
Los autores de "Tras los pasos del cronista" apelan a infiernillos de
tertulia y habladurías de pasillo para revelar testimonios dudosos que
hablan bastante mal de quien los refiere, tales como los chismes del
cineasta Enrique Pineda Barnet acerca de que Cabrera Infante envidiaba
su talento narrativo (¿?), Alfredo Guevara contando a su manera las
querellas por la posesión de la cultura revolucionaria, o el poeta Pablo
Armando Fernández insinuando que el Infante difunto siempre estuvo
enamorado de él (y mal correspondido, no faltara más).
No hay que tener mucha imaginación para suponer cómo se sentiría Cabrera
Infante, siempre tan orgulloso de estar prohibido en Cuba. Lo entiendo
perfectamente. En su lugar, la presentación del libro donde pretenden
perder sus pasos, y todo lo que siga, ahora que los comisarios pretenden
que vuelven a la normalidad, lo tomaría, más que como un homenaje, como
un agravio. Otro más.
http://www.cubanet.org/articulos/tras-los-pasos-de-los-saqueadores-de-tumbas/
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