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Monday, February 28, 2011

Hilda Molina: Fidel Castro es un "monstruo"

Publicado el domingo, 02.27.11

Hilda Molina: Fidel Castro es un "monstruo"
Por SARAH MORENO
smoreno@elnuevoherald.com

En 1973, la doctora Hilda Molina era estudiante de Medicina cuando vio
por primera vez a Fidel Castro en un encuentro del ex gobernante cubano
con líderes juveniles en la Universidad de La Habana. "¡Neurocirujana!
¿Con esas manitos y con tu pequeña estatura?", exclamó Castro cuando
Molina le dijo en qué rama de la medicina planeaba especializarse.

Con su férrea voluntad, Molina (Camagüey, 1943) no sólo se convirtió en
una eminente neurocirujana respetada por la comunidad científica
internacional sino en una enemiga formidable de Castro. Ella ha
denunciado, primero en la isla y luego desde su exilio en Argentina, el
fallido sistema de salud cubano, uno de los caballos de batalla
propagandísticos del gobierno castrista.

"Cuando miré a Castro a los ojos me dio mucho miedo porque me di cuenta
de que estaba frente a una persona de gran inteligencia, pero de mirada
vacía. Y un ser humano inteligente pero sin alma, sólo tiene una
definición: monstruo'', afirmó Molina en entrevista y video con El Nuevo
Herald en Buenos Aires, donde reside desde el 2009 luego de una espera
de 15 años para que el gobierno cubano le permitiera salir de la isla y
reunirse con su hijo y la familia de éste.

En el libro autobiográfico Mi verdad (Planeta, 2010), que decidió
escribir para dejar ''claro que el sistema [cubano] es un triturador de
seres humanos, tanto si lo sirves como si te le opones pacíficamente'',
la neurocirujana cuenta los encuentros que sostuvo con Castro entre 1986
y 1994 cuando ella planeaba y dirigía el Centro Internacional de
Restauración Neurológica (CIREN). Durante esos ocho años fue testigo de
los numerosos actos personalistas y erráticos del entonces gobernante,
que lo mismo podía enviarle un ramo de flores y alabarla constantemente
en público que mandar a sus ayudantes a que le advirtieran que no podría
faltar a la recepción que él la había invitado.

"En una ocasión me preguntó si me gustaba el perfume, porque había
notado que llevaba uno distinto a los anteriores. Entonces observé que
era un individuo que estaba tratando de galantear, pero con timidez.
Cuando le respondí que se trataba de Only, el perfume del [cantante]
Julio Iglesias, empezó a caminar de un lado a otro y a decir que 'ése
era un mercenario que hacía declaraciones contra Cuba'', contó Molina,
que aunque siempre trató de mantener las conversaciones de Castro en el
plano profesional, no pudo evitar las habladurías de los aduladores que
competían por la atención del ''Comandante''.

'Hay personas que creían que fui mujer de Castro, pero si así fuera lo
diría con toda sinceridad'', aceptó la neurocirujana, que en las fiestas
y reuniones de trabajo con Castro presenció tanto los lujos y
privilegios de la cúpula dirigente como las humillaciones a que el ex
gobernante sometía a sus subalternos.

Según cuenta Molina en Mi verdad, a Castro le gustaba citar a reuniones
de despacho en una piscina climatizada donde colaboradores y
funcionarios del Partido Comunista debían seguirle el paso mientras
nadaba. Una de sus diversiones favoritas era convocar a esta piscina a
José Ramón Machado Ventura, hoy segundo en jerarquía en el gobierno de
Raúl Castro, para ver cómo se le dañaba el complicado peinado que el
dirigente solía hacerse para esconder la calvicie.

El libro también refiere cómo el narcotraficante norteamericano Robert
Vesco, prófugo de la justicia de Estados Unidos, se paseaba en un
automóvil protegido por un arsenal o cómo los cargamentos de marihuana
confiscados a contrabandistas en las costas de Cuba iban a parar
clandestinamente a una habitación del Centro de Investigaciones
Médico-Quirúrgicas (CIMEQ), en vez de ser quemados como era lo indicado.

Vinculada al proceso revolucionario desde el principio, primero como
joven alfabetizadora, después como maestra y por último como médico,
Molina decidió romper con el sistema en 1994, cuando se recrudecieron
las presiones del gobierno para que convirtiera el CIREN en un lugar
exclusivo para los extranjeros que pagaban su tratamiento en dólares.

"Un día llegaron a poner televisión por cable en las habitaciones de los
pacientes extranjeros y no lo permití hasta que no la pusieran en todos
los cuartos'', recordó la doctora sobre la batalla que al final perdió
para evitar la discriminación, que se extendía hasta los servicios
religiosos, permitidos para los extranjeros y no para los cubanos.

Ubicado en un antiguo barrio de clase acomodada al oeste de La Habana
donde hoy se encuentran las casas de protocolo y otras entidades del
gobierno para atención a los extranjeros, el CIREN contaba entonces con
156 camas y un equipo de médicos y profesionales entrenado con becas en
el extranjero gracias a la gestión de Molina con la comunidad científica
internacional. Con la creación del instituto, Molina comenzó a aplicar
la terapia de restauración neurológica en Cuba, para tratar
degeneraciones neuronales y en especial la enfermedad de Parkinson.

"Muchos médicos del centro me dijeron: 'Nos vamos a quedar en el próximo
viaje, porque no vamos a estar aquí para que el gobierno gane dólares'.
Hasta ese momento ellos habían vivido con un salario miserable,
trabajando como esclavos, pero con una mística especial, porque lo
hacían por los enfermos cubanos'', contó Molina, que permaneció dos años
en Argelia como parte de un grupo de médicos cubanos en misión
internacionalista.

Las privaciones y sacrificios personales, especialmente el tiempo que
Molina pasó alejada de su hijo y de sus padres en absurdas tareas
convocadas por la Revolución, es uno de los aspectos que conmueve en Mi
verdad.

"De lo único que no me arrepiento es de mi labor como médico'', recalca
la doctora, que en 1995, luego de renunciar a sus condecoraciones por
sus méritos como mujer y profesional y a su asiento de parlamentaria en
la Asamblea Nacional del Poder Popular, creó el primer Colegio Médico
Independiente de Cuba, sumándose también a la disidencia.

"Cuando hay problemas en la atención médica en cualquier país, hay que
hablar y protestar'', recalcó Molina, que en presentaciones en
Argentina, Chile y Uruguay ha continuado denunciando, entre otras
irregularidades, la falta de transparencia y la ausencia de validación
extranjera e independiente de los informes de salud que emite el
gobierno cubano.

"Los índices de todo sistema de salud deben ser validados por organismos
no gubernamentales, lo mismo nacionales que internacionales. En Cuba no
hay ninguna organización no gubernamental y el gobierno no permite el
acceso al país ni de la Cruz Roja ni de los organismos que controlan la
salud'', expresó Molina.

Precisamente una anécdota de la neurocirujana sobre una conversación que
sostuvo en los años 90 con el ya fallecido médico y comandante Bernabé
Ordaz, entonces director del hospital Mazorra, reafirma la negligencia
en el trato a los enfermos en el actual Hospital Siquiátrico de La
Habana. Este volvió a ser noticia recientemente por el juicio celebrado
en Cuba a los empleados de esa institución por la muerte de 26 pacientes
a consecuencia de hipotermia.

"Tengo que explicarle que no puedo tratar a los enfermos como usted lo
hace en su centro," le dijo Ordaz a Molina. "Aquí los pacientes se bañan
todos juntos y con manguera, y a veces se pelean y se dan golpes'',
añadió Ordaz en su intercambio con Molina, que como directora del CIREN
le había pedido a su homólogo de Mazorra remitirle a un paciente con
problemas siquiátricos.

Molina también contó a El Nuevo Herald que en Mazorra se aplicaba una
"terapia ocupacional'' que incluía el que los enfermos trabajaran como
sirvientes en casa de Ordaz y en la de otros miembros del personal del
hospital que el director consideraba sus "favoritos''.

"En un país llamado socialista, en el que supuestamente desde 1959 no
existía servidumbre, él tenía un cortejo de enfermos que trabajaban de
cocineros, jardineros y personal para la limpieza de la casa'', añadió
la doctora, indicando que Ordaz había sido condecorado como Héroe del
Trabajo.

Mientras los enfermos cubanos debían llevar sábanas y otros enseres para
tratarse en los deteriorados hospitales de la isla, Castro contaba con
tres clínicas para su atención personal, una ambulancia-hospital y una
Unidad de Cuidados Intensivos en su avión particular, según se recoge en
Mi verdad.

Molina, que no podrá volver a operar por una deformación en la muñeca
izquierda a consecuencia de una golpiza que se sospecha le propinaron
agentes o enviados de la Seguridad del Estado en el pasillo de su
edificio en La Habana, manifestó su intención de ejercer la medicina
pública en una Cuba sin los Castro.

"Creo que me queda eso pendiente con los cubanos'', reconoció Molina,
deseando un futuro gobierno que garantice "un sistema de educación y de
salud de calidad para todos, en un país donde las familias puedan vivir
con un salario decoroso''.

"No me parece que eso sea una utopía'', concluyó.

http://www.elnuevoherald.com/2011/02/26/v-fullstory/893896/hilda-molina-fidel-castro-es-un.html

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