Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, agosto (www.cubanet.org) - Los subsidios y las 
gratuidades comienzan a desprenderse de la realidad cubana como una 
vieja estampa. El ideario de una revolución construida sobre supuestas 
bases de un bienestar social para todos, más que hacer agua, se hunde 
entre las estancadas olas de una economía centralizada.
Medio siglo de dádivas y prebendas a costa de intercambios ventajosos 
con bloques y países aliados, sin una respuesta productiva nacional que 
justifique lo adquirido, desvían el rumbo de una revolución que se creyó 
un trasatlántico y no era más que una balsita a la deriva. El sobrepeso 
de un paternalismo desmovilizador de iniciativas individuales, espacios 
privados, otras alternativas alejadas del control ideológico y el poder 
político, se ha convertido en lastre.
Las miles de plantillas infladas para dar una imagen de solvencia 
económica mediante el pleno empleo, comienzan a desinflarse en medio de 
una tormenta laboral que, ni siquiera nadando,  impedirá que miles de 
trabajadores se ahoguen.
Aunque las autoridades aseguran que nadie quedará desamparado, no 
existen salvavidas. De ahora en adelante más de un millón de 
trabajadores tendrán que llegar a puerto por su cuenta. A remo o brazadas.
Los "trabajadores innecesarios", como los llamó Raúl Castro, se irán 
reubicando en labores donde produzcan de verdad, en un Estado que 
controla el 95 por ciento de la fuerza laboral del país. A un ritmo de 
200 mil por año, la mitad de ellos en la capital, serán reubicados hasta 
completar alrededor de un millón 300 mil, cifra que constituye el 20 por 
ciento de quienes trabajan en el sector estatal.
El cierre de comedores obreros, la suspensión de subsidios para 
vacaciones y desempleo, los estímulos salariales, entre otros actos de 
grandeza de un enano económico como Cuba, son la más clara señal de 
¡socialismo al agua!, lanzada por los vigías de la revolución.
La nota informativa que anunció desde el periódico Granma la 
determinación de suprimir la venta de cigarros de la canasta familiar 
normada, ha creado un motín entre la tripulación. Miles de jubilados y 
trabajadores que no fuman, y que incrementaban sus pobres salarios con 
la venta a sobreprecio de cigarrillos marca Titanic, de papel, nicotina 
y alquitrán, dejarán de comerse cada mes una libra de jamón.
"Es el principio del fin", dice un jubilado en la cola para comprar 
varios ejemplares del periódico Granma a 20 centavos y luego revenderlos 
a peso, pues la gente los quiere para envolver. "Ahora sólo falta para 
ahogarnos definitivamente que nos supriman la venta normada de la pasta 
dental y el café".
Según opiniones diversas, Cuba se hunde como el Titanic, o desaparece 
como los cigarrillos de igual nombre subsidiados por una revolución 
encallada en el imaginario popular.
http://www.cubanet.org/CNews/year2010/agosto2010/31_C_1.html
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