por Pablo Romero García
Mientras reconocidos cubanos pro castristas como Pablo Milanés
comienzan finalmente a abrir los ojos y a tener la valentía intelectual
-e integridad ética- de oponerse al régimen dictatorial de los Castro y
compañía, sumándose a intelectuales comunistas como José Saramago quien
abandonó su apoyo a la "aventura" totalitaria tras aquellos resonados
fusilamientos del año 2003 -que se sumaban a otros asesinatos cometidos
por el régimen en este medio siglo de opresión contra su pueblo- tenemos
que dirigentes, militantes y sectores políticos de la izquierda uruguaya
siguen siendo cómplices de la tiranía que padece nuestra hermana isla
caribeña. No todos, por cierto, aunque el hecho de que la Mesa Política
del Frente Amplio haya emitido un comunicado de apoyo a una dictadura no
deja de ser condenable, máxime si tenemos en cuenta su representatividad
como voz política de todo el electorado frentista y de su clase
dirigente. Es preocupante, definitivamente, ver a un partido demócrata y
de izquierda (que ha vivido en carne viva lo que significa una
dictadura, lo que significa el terrorismo de Estado) apoyar a un
gobierno totalitario como el de Castro. En Cuba no sólo no hay libertad
de expresión, ni libertad de prensa, no sólo está prohibido toda forma
de oposición política tanto como la posibilidad de que sus ciudadanos
puedan moverse libremente y salir o entrar de su país cuando quieran, no
sólo está prohibido hasta el acceso a Internet, no sólo hay presos
políticos, no sólo entonces no se respetan libertades y derechos humanos
básicos, sino que hace más de medio siglo que la cúpula dirigente es la
misma, sin derecho a elecciones libres y reprimiendo a todo el que se
oponga el régimen (incluyendo desde fusilamientos hasta procesamientos
sin garantías mínimas).
Por cierto, ¿saben cuáles fueron los delitos que tenía
tipificado el preso político Orlando Zapata (el "disidente", que es como
se califica a quienes se resisten al régimen), antes que la dictadura
cubana lo dejara morir? Su delito central fue tipificado como "Desprecio
a la figura del presidente Fidel Castro", sumando a otros figuras
"delictivas" como "resistencia", "desorden público" y "desacato"
provenientes todas de un solo hecho: participar en reuniones con
opositores a la dictadura castrista. Y, ¿saben cuál fue la condena que
el "revolucionario, socialista y humanista" gobierno de Fidel le aplicó
a Zapata por tales "delitos"? Una pena de 36 años de cárcel. Fueron
bastante "benignos", pues a otros los han fusilado sin miramientos.
Pues, ¿cómo alguien puede ser tan hipócrita de decir que en Cuba se
respetan los Derechos Humanos? Cuesta creer que quienes han sido
perseguidos políticos y presos políticos y que quienes han condenado –y
condenan- esas situaciones, sean hoy día cómplices de la persecución
política y la represión en Cuba, que sean cómplices intelectuales de los
presos políticos que existen en Cuba. ¿Qué sienten cuando ven por estos
días las imágenes de la policía cubana golpeando a las mujeres de los
presos políticos? Una doble moral terrible todavía pervive en muchos a
la hora de hablar sobre el "caso cubano" (al respecto, Cuba está siempre
en "la lupa", tenemos el "caso cubano" como "eterno retorno", porque
precisamente allí la ha puesto la "revolución dictatorial" de Castro,
presentándola en todo momento como "alternativa" hacia un "mundo mejor"
y como la "cuna" del "anti-imperialismo". Está en el centro constante de
la tormenta pues allí la viene colocando desde hace décadas Fidel y
compañía, en su trágica "revolución", la cual en medio siglo no ha
mejorado ni cambiado en nada el mundo, pero sí ha dejado en su país
muertos varios, presos y muchas vidas vividas sin libertad y en la miseria).
A estas alturas resulta tragicómico sostener que si se critica
al régimen cubano se está "a favor" del imperio o razonar que si hay
pobres en el mundo es porque la democracia "liberal" no funciona (o
simplemente está al servicio de los "poderosos del mundo") y entonces
está bien que haya una "alternativa viable" basada en una especie de
"sana dictadura revolucionaria". ¿Cómo es posible realizar tales
dicotomías sin darse cuenta en la evidente falacia que se cae? ¿Hay que
esperar que desaparezcan los "malvados" países "democráticos y ricos" y
que no exista ningún pobre en el mundo para condenar la violación de los
derechos humanos en Cuba? ¿Qué precio tiene la vida de las personas que
padecen una dictadura, sea del signo ideológico que esta sea? ¿No
importan las víctimas de la dictadura cubana porque existe "el malo"
EEUU y porque todavía en el mundo existen desigualdades? ¿Lo que sucede
en Cuba no es grave porque en el mundo existen otras injusticias? Pensar
en esos términos es adherir a una perversa lógica de falsas oposiciones
que nos deshumaniza. Por cierto, en Cuba existen las mismas
desigualdades sociales que en otras sociedades, los mismos pobres y la
mismas clase privilegiadas que en otras sociedades, con el agravante de
que además no existen las libertades básicas.
El mundo vive evidentemente mejor bajo formas de democracia y
libertad, en sociedades donde se respeten los derechos humanos. ¿Se
puede seguir creyendo que hay que instalar dictaduras "revolucionarias"
-llegado el caso- para solucionar los problemas de injusticias sociales
que padece el mundo o una sociedad en particular? No parece que el
camino hacia un mundo más justo, más equitativo, sea el de las
dictaduras. Para encaminarnos a un mundo mejor, parece ser necesario
–por el contrario- contar con personas, ciudadanos, líderes,
instituciones y partidos políticos que prioricen la libertad y el
respeto por los derechos ajenos. No habrá mundo mejor mientras en nombre
de cualquier ideología se siga justificando la tiranía y el
avasallamiento de las libertades y los derechos humanos (esos mismos que
ya fueron consagrados como universales en el año 48' del siglo pasado).
Pero, ¿es posible hablar de derechos humanos consagrados
universalmente, consagrándolos más allá –por ejemplo- de los fines
ideológicos particulares? Las declaraciones universales son siempre
gestos de principios, son proposiciones filosóficas respecto de aquellos
valores en los que se cree que deberíamos poder concordar para convivir
mejor. Parece ser recomendable para toda sociedad que busque progresar
en términos de justicia social adherir a los principios que recoge la
Declaración Universal de los Derechos Humanos del año 1948. Y que
pensemos en términos universales y no particulares -y excluyentes- sobre
su puesta en práctica: no pensar que está bien esa declaración para
EEUU, pero no para Cuba, por ejemplo. Así, si en algunos lugares del
mundo practican el matar a las pedradas a las mujeres infieles, si
gustan de lapidar a las mujeres, deberíamos condenar tal situación más
allá del "respeto" por la diversidad cultural o la autodeterminación de
los pueblos y sin importarnos de qué signo ideológico es el gobierno en
cuestión que permite tales violaciones de los derechos humanos, porque
hay valores que están por encima de esa diversidad cultural u
orientación ideológica, valores universales -que son siempre
construcciones humanas y no tienen que ver con lo "natural" ni con
"esencialidades platónicas"- que creo valen la pena defender en nombre
de la humanidad entera (y sin que uno se sienta un "burgués blanco y
occidental" que sólo quiere imponer valores al resto del mundo. La vida
y las víctimas son más importantes que los discursos "justificadores" de
la muerte y los victimarios). Lo mejor del hombre precisamente está en
cuanto trasciende como colectivo y se da para sí algunos valores que
considera básicos defender. Allí está la grandeza de gestos como la
Declaración Universal de los Derechos Humanos. Invito a pensar lo que
sucede en Cuba a partir de retomar la lectura de tal Declaración.
Luego, el hecho de que en Cuba haya buenos niveles de
educación, salud y alimentación no justifica nada respecto de la
violación permanente que el régimen castrista hace sobre los derechos
humanos. No podemos seguir todo el tiempo arrojando "justificaciones" de
este tipo, que son groseras falacias de falsa oposición. Por ejemplo, en
EEUU hay un muy buen nivel en esos rubros y sin embargo sus políticas
exteriores de corte belicista han violado en variadas ocasiones los
derechos humanos. Por estos lados del mundo, se ha escuchado decir a
algunas personas que durante la dictadura se vivía bárbaro porque no
había delincuencia y porque no se pasaba sobresaltos económicos. O sea,
ojo con creer que los logros de algunos indicadores sociales que se
puedan tener bajo una dictadura justifican su existencia y defensa. Y la
libertad, además, no pasa únicamente por tener un plato de comida, poder
ir a un médico o poder educarse. Y, por supuesto que los pueblos pueden
elegir una tiranía si quieren, pero de allí a que uno aplauda tales
hechos significa el fin de toda forma de defensa de las libertades y de
ejercicio crítico de resistencia a las injusticias. ¿Cómo es posible
seguir mirando para el otro lado y no condenar nada de lo que sucede en
Cuba a nivel de represión y violación de los derechos humanos, porque
"de última" tienen buena cobertura médica y buen rendimiento escolar?
¿Será que todos los valores son relativos a nuestra simpatía ideológica
y entonces está bien hacer en materia de derechos humanos "filtros" y
"justificaciones" según nuestros parámetros ideológicos? ¿Se trata
simplemente de hacer la vista gorda dependiendo de que el que cometa el
delito sea "de los míos" o "de los ajenos", en la ciega dicotomía de
"buenos" y "malos"? Parece que algunos derechos valen sólo a la hora de
juzgar a los "malos y poderosos", pero que están exonerados de ser
cumplidos por Fidel Castro y compañía (por cierto, me cuesta cree cómo
para algunas personas es más importante Fidel Castro y su ideología,
Fidel Castro y su "lucha" contra los "imperialismo", que el cubano de a
pie, que el tipo de carne y hueso, que los fusilados por el régimen, que
los presos en las cárceles cubanas por pensar distinto, que la falta de
libertades de un pueblo entero, que los que efectivamente padecen esa
dictadura).
Seria bueno que la izquierda dejara sus viejos mitos
románticos de lado y asumiera finalmente el fracaso de la empresa
revolucionaria cubana y su devenir en mero autoritarismo represivo. Que
sea capaz de recomendar y apoyar la vida en democracia para el hermano
pueblo cubano, el respeto por las libertades y los derechos humanos y la
firme condena a toda práctica contraria a tales valores. Es triste ver
el grado de indiferencia humanista y alienación ideológica que logran
alcanzar bienpensantes y solidarios "compañeros" cuando pretender hacer
ver que la condena a la falta de libertades y el autoritarismo reinante
en el caso de Cuba es simplemente parte de un discurso "neoliberal" o de
la "derecha". ¿Hasta cuándo vamos a seguir restándole importancia a la
idea de libertad en el caso de los gobiernos autoritarios que se
autodenominan "socialistas? ¿Hasta cuándo vamos a mantener la ceguera, a
mirar para otro lado, y apelar simplemente a tildar de "neoliberales",
"pro-imperialistas" o "derechistas" a las personas que condenan la falta
de libertad en países como Cuba? ¿Hasta cuando, al momento de vernos
interpelados por los caminos represivos que sigue tomando la dictadura
castrista, vamos a considerar que la "libertad" es una mala palabra que
utilizan los "neoliberales" para seguir "dominándonos"?
Es cierto que los derechos humanos forman parte de una
ideología, como todo discurso, como toda valoración sobre el mundo, pero
el problema no parece ser el de que la "ideología de los poderosos" nos
quiera imponer un determinado discurso sobre los derechos humanos para
condenar la "experiencia revolucionaria" en Cuba sino el que desde
tiendas ideológicas afines a valores humanistas adhieran a la idea de
que es correcto atentar contra los derechos humanos en tanto resultan
ser "justificables" -o un "asunto menor"- comparado con el "objetivo
final" de intentar alcanzar los valores supremos que lleven a un mundo
mejor que acabe con el imperialismo, la pobreza y toda forma de
injusticia (es curioso, además, que se siga viendo en Castro y compañía
el portavoz de tal tarea. Hace años que han renunciado a toda ideología
y sólo ha quedado el aún efectivo discurso para las masas fervorosas con
el que intenta justificar su permanencia en el poder y su "necesaria"
represión a los "disidentes")
Ya llegará el tiempo en que Cuba sea libre y su pueblo pueda
vivir y decidir su destino en libertad. Esa libertad que no debería ser
nunca un problema de "diferentes miradas políticas", sino un valor
universal, que exceda los gobiernos e ideologías de ocasión, pues no
deberíamos juzgar si alguien coarta o no las libertades si viola o no
los derechos humanos según sea un país rico, pobre, o más "afín" o no a
nuestra ideología.
No quisiera cargar nunca en mi conciencia con la adhesión a
dictadura alguna, sea de izquierda, derecha, centro, arriba o abajo.
Muchos de la generación aún presente ya han cargado con la mochila de
alabar en su momento lo que sucedía tras la cortina de hierro. Cuando
Cuba finalmente recupere su libertad, cuando el régimen castrista sea
finalmente juzgado por la Historia, no será un día festivo para quienes
practicaron diversas formas de adhesión y complicidad. La reciente
muerte de Orlando Zapata también les pertenece. A ellos, les pregunto:
¿hasta cuándo la complicidad con la dictadura en Cuba?
© Pablo Romero García para Informe Uruguay"
http://www.uruguayinforme.com/news/26032010/26032010_pablo_romero.php
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