El laberinto de la disidencia
1. • Los fragmentados grupos opositores cubanos malviven amordazados y 
asediados por el régimen
2. • Las expresiones del malestar social suelen ser la improductividad 
laboral o directamente el exilio
TONI CANO
MÉXICO
Vejada en las peores cárceles y celdas de la isla. Sitiada e 
incomunicada en su propia casa. Perseguida con saña por doquier. La 
disidencia cubana vive dispersa, encadenada y amordazada, tildada con el 
sambenito de «contrarrevolucionaria» y el cartel de especie en 
extinción; apenas sublimada por una joven oposición virtual, bloguera, 
de gran eco exterior y nula repercusión interna. La muerte del preso 
político Orlando Zapata tras 85 días de huelga de hambre –secundada 
ahora por otros cinco activistas– ha causado asimismo un gran impacto en 
el mundo, pero quedan por ver sus efectos en la isla, donde el único 
crítico desplante sigue reducido a los chistes y los comentarios 
socarrones e indomables de los cubanos.
Uno de esos cuentos dice: «Bastan dos cubanos para crear un grupo 
disidente. Cuando son tres, aparece el primer disidente interno. Si 
llegan a cuatro, el cuarto es de la seguridad. Y si son cinco... Pero 
bueno, ¿se ha visto alguna vez a cinco cubanos poniéndose de acuerdo en 
algo?». Así, cuando hace 20 años los opositores empezaron a unirse 
formaron innumerables grupos pequeños, casi familiares. El que dice 
tener más miembros, Arco Progresista, los cifra en «400 a lo largo de la 
isla».
Fueron varios de los principales compañeros de revolución los primeros 
que se convirtieron en disidentes del régimen encabezado por Fidel 
Castro. Pero Fidel les apretó las tuercas, hasta ver pasar los cadáveres 
de sus enemigos. Por ejemplo, Gustavo Arcos. Iba con Castro en el asalto 
al cuartel Moncada, inicio de la revuelta guerrillera, y murió hace dos 
años y medio en La Habana, con su imagen no solo denigrada, sino también 
recortada de las fotos oficiales. Su propia vivienda fue reducida para 
crear una habitación en la que vivía un agente de seguridad.
«COMO LUIS XIV» / Gustavo Arcos fundó el Comité Cubano de Derechos 
Humanos y lo mantuvo con su hermano Sebastián y Jesús Yanes, exjefe de 
la escolta de Castro. Los tres fallecieron, y dejaron un vacío en la 
contabilización y la difusión de las violaciones y los presos políticos, 
que ahora rondan los 200. Arcos solía comparar el poder de los hermanos 
Fidel y Raúl Castro con el de los antiguos reyes europeos: «Como Luis 
XIV, pueden afirmar: El Estado soy yo».
El Gobierno ha reprimido de todas las formas posibles a cuantos han 
tratado de alzar la voz frente a la línea ideológica oficial y más aún a 
los que desafían el sistema constitucional de partido único y la 
prohibición de cualquier otra asociación política. Sus dirigentes han 
sido hostigados, encarcelados por «peligrosidad social» u obligados al 
exilio. Su lucha por la democracia, la libertad y los derechos humanos 
los convierte en «mercenarios del imperialismo estadounidense».
Muchos los rehuyen desde que los inicios de esa «contrarrevolución» 
estuvieron ligados a los sectores más duros del exilio de Miami, que 
durante años soñaron con la solución militar. «Una de las dificultades 
de la oposición es el alejamiento de la gente», reconoce Manuel Cuesta, 
dirigente de Arco. En Cuba no hay lugar para que nada florezca al margen 
del ubicuo Partido Comunista. El malestar social siempre se reflejó 
sutilmente en la improductividad laboral y tuvo como salida una balsa en 
el mar o la petición de asilo en un aeropuerto extranjero.
En el exilio acabaron los principales referentes de la nueva disidencia 
que, especialmente en el campo intelectual, se forjó a fines de los 80. 
Los opositores que permanecieron en la isla y crearon nuevos grupos no 
siempre han sabido sortear con éxito las acusaciones de ser «empleados 
de la Oficina de Intereses» norteamericanos. Intentos posteriores, de un 
tamiz socialdemócrata, liberal o cristiano, hallaron todo tipo de 
obstáculos para hacer circular sus opiniones e incidir en la sociedad.
AGENTES INFILTRADOS / Las limitaciones institucionales no son nada si se 
comparan con el cerco de la seguridad del Estado. Los agentes de 
inteligencia suelen infiltrarse en los grupos opositores y, cuando no lo 
logran, buscan destruirlos por modos más expeditivos. Para ello cuentan 
con la colaboración de «los vecinos»: los Comités de Defensa de la 
Revolución (CDR) y las Brigadas de Acción Rápida, que realizan acciones 
de hostigamiento contra los opositores y celebran «mitines espontáneos» 
frente a sus casas.
Aun así, son cada vez más frecuentes las expresiones de rechazo oblicuo 
o más abierto. Una de las más recordadas fue en la Universidad, donde un 
estudiante puso en ridículo a Ricardo Alarcón, uno de los dirigentes 
históricos del régimen. La críticas circulan por demás en blogs, se 
hacen sentir en la cultura y el humor. Pero ni los contados disidentes 
ni ese 10% del electorado que no va a votar o anula su voto han logrado 
ningún espacio de incidencia.
Ni hablar pueden. Se requiere una docena de llamadas telefónicas para 
que el laureado opositor democristiano Oswaldo Payá hilvane una frase 
entera: «Después de 51 años del mismo régimen opresivo, con las mismas 
personas en el poder, el pueblo de Cuba quiere respirar un nuevo aire de 
libertad y reconciliación».
El laberinto de la disidencia | El Periódico de Catalunya | Mundo (28 
February 2010)
http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=691437&idseccio_PK=1007
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