2009-08-01.
Elías Amor, Economista, ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- El anuncio realizado por Raúl Castro de 
que el Congreso del Partido Comunista Cubano, previsto para los próximos 
meses, queda aplazado sine die es una noticia realmente importante que 
se tiene que analizar en su justo término, y permitir identificar cuáles 
son las amenazas y los retos que se plantean actualmente al castrismo en 
su intento de promover una sucesión institucional encubierta.
Es cierto que la importancia que tiene el Partido único en el sistema 
político creado por Fidel Castro es muy limitada, como sucede en otros 
regímenes similares.
Sin embargo, en la denominada "revolución" castrista, el Partido juega, 
como ha destacado recientemente Carlos Alberto Montaner, el papel de 
"estabulador" de los distintos sectores sociales, fijando las 
condiciones en que se debe desarrollar la vida de los "buenos 
comunistas: la obediencia a las directrices de la cúpula, la trayectoria 
ordenada desde la infancia al adquirir la condición de pionero, la 
participación en actividades extralaborales y sindicales obligatorias, o 
la consecución de un expediente "sin tacha" para acceder a los estudios 
superiores o a un determinado empleo.
Además, el Partido Comunista Cubano, dentro del ordenamiento 
institucional de la Isla, juega un papel mucho más relevante a nivel 
político que la Asamblea del Poder Popular, por ejemplo, cuyos debates y 
sesiones no suponen el más mínimo ejercicio de control de la acción de 
gobierno, como se ha tenido ocasión de comprobar una vez más hace tan 
solo unos días.
La cúpula que dirige el país, el entorno más próximo a Fidel Castro, se 
ha valido de las "organizaciones de masas" articuladas en el PCC para 
hacer valer su voluntad, criterio y decisiones al resto de la sociedad. 
Aquellos ciudadanos que se han apartado de la política de partido único 
perciben una sensación de discriminación con respecto a aquellos que 
aceptan las reglas del juego. Los opositores, simplemente, son 
perseguidos y eliminados.
Es por ello que el aplazamiento del Congreso pone de manifiesto varias 
cuestiones.
Primero, que es posible que empiecen a observarse fisuras, diferencias y 
posiciones alejadas de las directrices de la cúpula dirigente, cuya 
exposición y/o debate en las sesiones de un Congreso podrían alimentar 
la sedición, el enemigo número uno del régimen.
Es posible que las protestas sociales en las cuadras, en los pueblos, en 
los centros de trabajo estén pesando sobre la conciencia de muchos 
militantes que se ven desbordados por la gravedad de los acontecimientos 
y la incapacidad de Raúl Castro para dar soluciones a los problemas.
Segundo, que el Partido Comunista carece de instrumentos, recursos y 
personas capaces de afrontar la actual situación de crisis, 
principalmente económica, pero también política y social en que se 
encuentra la Isla.
No existe un relevo eficaz para los ancianos que protagonizaron la gesta 
del 59, y los jóvenes no ven la militancia activa como una solución real 
a los problemas que les afectan. El método de diagnóstico, la 
orientación política e ideológica es incapaz de realizar un diagnóstico 
preciso de los problemas, y se siguen aferrando a un pasado imposible de 
recuperar.
Tercero, el propio aislamiento del Partido, su concepto de organización 
única que sostiene una farsa política que dura medio siglo, acentúa su 
aislamiento ideológico y conceptual en un momento en que el mundo 
observa que la "guerra fría" el enfrentamiento izquierda derecha, 
comunismo capitalismo, se ha disuelto y aparecen nuevos retos.
Los dirigentes cubanos siguen todavía anclados en la oratoria de los 
años 60 sin percatarse de que el mundo ha cambiado. Cincuenta años de 
soledad política e institucional han convertido al PCC en una especie de 
organización de "verdad única" que le impide tender puentes a otros 
sectores, cristianos de base, sindicales, cooperativas, pequeños 
emprendedores, de la sociedad cubana.
Cuarto, no existe fuerza social en la Isla que pueda alzar su voz 
crítica y exigir a los dirigentes castristas que no cambien las fechas y 
que no alteren los plazos, que se debe celebrar el Congreso y que no se 
puede pervertir un acontecimiento de estas características ante 
justificaciones tan precarias como las ofrecidas por Raúl Castro al 
anunciar el aplazamiento del Congreso.
Ni los medios van a realizar ese papel ni existe dirigente alguno 
regional o local que exija a Raúl Castro que cumpla lo acordado y no 
aplace el Congreso. El temor a la represalia sigue actuando como freno 
al desarrollo político e institucional.
Quinto y último, pero no por ello menos importante, la cuestión del 
relevo a Fidel Castro en la dirección del Partido. ¿Quién le va a poner 
el cascabel al gato? Es evidente que Raúl no quiere ese papel. Su 
expectativa de vida, y tal vez de poder, es más limitada que la de su 
hermano.
Habiendo desplazado a Lage o Pérez Roque de forma vergonzante, el 
régimen está huérfano y dando bandazos como el boxeador que se sabe KO 
pero se niega a caer a la lona. No hay alternativa en la Isla para 
liderar una organización que podría asumir el cambio político. O, tal 
vez sí que la hay, y lo que sucede es que existe una lucha cruenta por 
ocupar ese espacio por parte de los candidatos, para todos desconocidos.
Todo ello nos lleva a considerar con cierta incertidumbre la evolución 
de Cuba en los próximos meses. Incertidumbre y miedo. El aplazamiento 
del Congreso es un salto en el vacío más del régimen, que deja al 
ejército cubano en soledad para reconducir cualquier cambio político e 
institucional en la Isla. La Asamblea del Poder Popular carece de 
influencia social. '
El Minint se ha especializado en perseguir y acosar a los opositores que 
cada día son más y están mejor organizados pero carecen de recursos para 
asumir el liderazgo político. El único baluarte del sistema capaz de 
tomar el timón y reconducir al país hacia una transición vital que lo 
saque de la crisis estructural y la destrucción con que amenaza el 
castrismo en esta última fase de su existencia, es el ejército cubano.
Arnaldo Ochoa lo sabía. Y como él, muchos militares que observan con 
preocupación la cerrazón política e institucional para sacar el país del 
actual callejón sin salida. No habrán muchas más oportunidades para 
enderezar el rumbo de los acontecimientos. El ejército cubano que se 
cimenta en la sociedad a la que representa, puede asumir ese papel 
histórico y llevar a Cuba a la democracia, las libertades y el pluralismo.
EL CONGRESO DEL PCC APLAZADO: MÁS INCERTIDUMBRE POLÍTICA - Misceláneas 
de Cuba (1 August 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=22035
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