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Tuesday, September 02, 2008

El misterio de 'los cambios'

Crónicas
El misterio de 'los cambios'

Todo el mundo se los imagina y habla de ellos, pero nadie sabe cómo son
ni dónde están.

Rafael Alcides, La Habana | 02/09/2008

No sé en el resto de Cuba, pero en La Habana, que es donde vivo, la
palabra que más se oye es "cambios". Algunos, muy económica o
pretenciosamente, la pronuncian en singular, y usted los oye llenarse la
boca para decir "cambio" con la entonación codiciosa de quien hablara de
un cambio que incluiría los demás cambios.

Pero para los habaneros, "cambio" o "cambios", o todo lo que tenga que
ver con esa voz, es por ahora un misterio. Enigma. Para empezar, ni
siquiera saben cuándo ni cómo serán; esto, si vinieran en el singular de
los más, de los modestos, de los que no sueñan demasiado.

Tampoco saben qué color puedan tener. Las damas y los adolescentes los
suponen azules, los pesimistas llegan a describirlos entre el tímido
mandarina de los incendios apagados a tiempo y el rojo violento de los
tomates de ensalada de a veinte pesos la libra, característicos del
hierro ardiendo en la acería.

En cuanto a la forma, misterio igualmente. Tal vez cuadrangulares,
dicen, tal vez redondos, triangulares, cuadrados muy probablemente;
quién sabe, no hay acuerdo en esto por más que los habaneros lleven
meses dedicados al asunto con obsesión de científicos.

Por pensar, incluso han pensado en medidas de volumen. Respecto a la
densidad probable, les han imaginado la mentirosa, fugitiva del hielo
(pues nunca falta el pesimista), pero, también, la del acero.

Siguen sin calcular, además, de dónde ni por dónde vendrán. Si de las
montañas o del mar. Impacientes, algunos permanecen día a día en el
malecón observando el horizonte con prismáticos (alquilados, por lo
general), pero llegan barcos y barcos y los cambios siguen sin llegar.

Ni los videntes…

Creyendo, o queriendo creer que ya llegaron y, por alguna razón, los
mantienen en secreto, también en los muelles puede verse gente indagando
por su cuenta, tocando los contenedores, pensando que podrían
identificar al que los trajera por la temperatura exterior de estos
artefactos, interrogando a los trabajadores sin mucho disimulo y aun
invitándolos a tomar una cerveza con el fin de sacarles algo.

Otros viran la casa al revés, buscan debajo de la cama, en los
escaparates. Registran hasta en los bolsillos de la ropa y en las
carteras de señora, pensando que los cambios pudieran estar allí, si
fueran invisibles, como predicen algunos que empezarán siendo.

No menos desesperados, otros habaneros van a ver a los adivinos, a los
que tiran los caracoles y leen la palma de la mano o echan las cartas,
pero tampoco estos elegidos saben; ellos también acaban de llegar de
otear en el malecón o de indagar en los muelles, y no saben. Excepto que
los ven intercambiando en las esquinas del barrio, donde casi siempre se
sabe todo, no tienen otra profecía para ellos.

En una de esas esquinas del saber, alguien el otro día, mirando con
tristeza a cuatro o cinco mediotiempo seguir suponiendo, dijo al fin:
"No pierdan el tiempo, señores. Los cambios ya fueron". "¿Fueron?",
exclamaron desconcertados. Pero el desconocido, que no quiso aclarar tan
sorprendente información, agregó, mirándolos con ojo astuto: "Ustedes
saben". Y se largó.

Desde luego, le cayeron atrás. Lo siguieron. A la voz de que el hombre
sabía, se les incorporaron otros, pero como en Cuba las manifestaciones
están prohibidas, intervinieron dos policías cuando vieron unas veinte
gentes calle arriba. Y, aprovechando la dispersión del grupo, el
desconocido desapareció llevándose su secreto.

http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/el-misterio-de-los-cambios-109304

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