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Tuesday, June 24, 2008

Quien siembra vientos

Quien siembra vientos

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - El reciente asesinato a
puñaladas de otro niño por parte de un condiscípulo de la escuela
secundaria básica -esta vez en la localidad habanera Punta Brava-,
remarca el fenómeno no sólo como nuevo en la Isla, o al menos en su
capital, sino como una calamidad (otra) que tiende a imponerse aquí como
hecho común.

Ya sabemos que la violencia infantil y juvenil, principalmente en el
ámbito escolar, alinea entre los dilemas más sensibles y bochornosos que
enfrentan hoy varias naciones. En Cuba, donde la agresividad y la
imposición violenta han constituido política de estado durante el último
medio siglo, los desates de violencia entre adolescentes, y aun dentro
de la ciudadanía en general, estuvieron contenidos por los propios
mecanismos estatales de represión.

Y no es que esos mecanismos hayan sido desactivados en la actualidad.
Ni siquiera han dejado de ser tan malévolamente eficaces como antes.
Tampoco se trata, como podrían creer algunos ilusos, de que con los
cambios en los nombres de ciertos cargos gubernamentales, aunque no en
el gobierno, la gente se siente más libre para exteriorizar sus
frustraciones y su roña.

Ojalá fuera eso lo que ocurre. Por lo menos en lo que se refiere al
doloroso asunto de la violencia criminal entre niños y adolescentes. Por
paradójico que pueda parecer, para ellos los cambios no han tenido
trascendencia, ni aun la más mínima significación. No sólo porque
efectivamente carecen de auténtico relieve, sino porque aunque lo
tuviera, no les interesaría. No están al tanto. No tienen idea. No es de
su incumbencia. No cuentan. Y justo en la base de su indiferencia ante
todo, de su apatía y abulia moral y del espíritu, es donde tal vez
radica la causa de las actuales explosiones de violencia, así como del
resto de los muchos trastornos que hoy padecen nuestros menores.

Nada tiene importancia esencial para la generalidad de estos niños y
adolescentes. Lo que manifiestan en sus acciones y mediante sus
conversaciones (sobre todo en el seno familiar, a título privado), es
que todo les da igual. No ambicionan, no sueñan, no aspiran, no esperan,
no planean, no eligen, no opinan, no valoran, no se inquietan. Muy rara
vez exteriorizan una vocación definida. No se autoestiman
suficientemente. Por no reconocer, no reconocen el miedo como una
emoción natural, y no demuestran tener conciencia de lo triste y
peligrosa que se ha tornado su existencia.

Debe ser por eso que las autoridades educacionales del país han
dispuesto que en cada secundaria básica sean fichados los alumnos más
problemáticos para someterlos a exámenes de equipos multi
disciplinarios, con sicólogos, sociólogos, educadores, que
presumiblemente estarán intentando identificar el origen del daño para
luego enmendarlo. Ojalá tengan éxito, para lo cual sería conveniente que
no se tropezaran con un defecto de fábrica.

Hemos sembrado vientos. Y por lo regular lo hemos hecho con la
imprevisión e indolencia que son características de quienes se dejan
avasallar por una tiranía absolutista y embrutecedora hasta el punto de
concederle la facultad de ser dueña y guía de cada pensamiento, de cada
acto público, y hasta de los deberes más íntimos e individuales, como
educar a la propia descendencia, velando por el mejoramiento de la especie.
Por no atinar no atinamos a tener presente la advertencia de nuestro
refranero popular, que ahora nos pasa la cuenta al reiterarnos: quien
siembra vientos, cosechará tempestades.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/junio08/24cronica4.html

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