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Tuesday, April 01, 2008

La Cuba de Raúl

La Cuba de Raúl

Crónica de La Habana esquizofrénica, excesiva, lisonjera, pedigüeña,
alcohólica, falsa, falsísima, pobre, dolorosa, caliente, brutal,
ignorante, rica, adolescente, desmesurada, decadente, negra, rítmica,
ruinosa, insatisfecha, babeante, decepcionada, marina, maltratada,
injusta, febril, onírica, sangrante, musical, histórica, vivificante,
gigantesca, infantil, soñolienta, voluptuosa, física y política.

Aterricé en La Habana 25 días después de que Fidel Castro hiciera
pública su renuncia. La noche olía a piel de pollo en puchero y a
salitre con un ligero resto verde.

Inmediatamente, los avisos básicos se hicieron realidad: el peso
convertible era más caro que el dólar, el taxista me timó, grandes
buicks y chevrolets destartalados recorrían avenidas de iluminación
insuficiente y en un paladar (restaurante "ilegal" en vivienda privada)
me ofrecieron langosta.

La Habana es una enorme capital varada en el tiempo y la inopia que vive
de que el turista consuma. Y para ello maneja una moneda paralela, el
peso convertible -casi un euro-, con la que parecen haber decidido
castigar al extranjero por ser capitalista, pongamos, y por dejarse
embrollar con tanta facilidad una vez se ha calzado las sandalias de
explorador.

Sucede, a estas alturas, que restaurantes, tiendas, supermercados y todo
establecimiento dedicado a la nociva costumbre de consumir, funcionan
con la moneda para extranjeros, de forma que los cubanos no tienen
acceso a nada de nada en su propia casa. (Un habanero que trabaje cobra
unos 350 pesos cubanos: eso son 15 pesos convertibles y menos dólares,
es decir, un paquete de café, una botella de leche y una de aceite. Al mes).

En fin, que no tendrían acceso a nada si no fuera porque la mayoría
funciona "por la izquierda" y tiene sus "inventicos" ilegales con los
que hacerse con un pantalón, un bote de champú o, ¿por qué no?, cerveza
y camarones. Todo menos un billete de avión con ánimo de "desinsularizarse".

El bucle del extranjero

"Mira, m'hija, aquí nadie sabe qué pasará ahora, pero una cosa yo veo
bien clarica: ya que alguien tiene que venir, que no sean los
americanos, que vengan los españoles, con Zapatero, que tienen el mismo
genio que nosotros... y de paso nos ahorramos todos la ley de los
abuelos (la que daría la nacionalidad a los nietos de españoles)".

Esta taxista se llamaba Aimé y sólo trabajaba hasta las 3 de la tarde,
"porque luego", confesó, "mi labor es cuidar de mis hijos y la casa y el
esposo, como tiene que ser".

Otra taxista más, otra ciudadana habanera que como tantos estudiantes,
camareros, buscavidas o negociantes expresaba resignada, y sin arrebato,
su duda pequeña.

Si uno se deja, La Habana le engulle y acaba volviendo y volviendo a
cualquiera de los múltiples locales que en su día acogieron a Hemingway
en adopción -si fuera por Cuba, su hígado merecería una medalla al
mérito civil-.

Bucle de turisteo, curiosidad, mojito y queja sobre queja del que no es
fácil salir cuando se llega de visita.

Pero logré salir

El día que Luis Eduardo Aute recibía la Distinción por la Cultura
Nacional de manos de un ministro de Cultura, Abel Prieto, con perfil de
Camarón, uno de los asistentes, treintañero y universitario, confesaba
no haber oído hablar de Mary Poppins o Peter Pan y todas las niñas de
los alrededores pedían besos y pesos de cumpleaños.

Fue entonces cuando una mujer negra, menuda y tensa llamada Odeis y me
prestó otra capital.

Habían pasado demasiados días de pateo, zalamerías y ron, y su abordaje
junto a la catedral -"Señora, ¿unas trencicas, una adivinación..?"era
una tentación a la que agarrarse sin duda. Quiero patear lo que no sé
dónde está, la ciudad que no pisan los exploradores de daiquiri y
langosta. Allá fuimos.

Lo que no se quiere ver

Y aunque seguía oliendo a piel de pollo, el aroma rancio de la miseria y
el picante de la orina acumulada mandaban. Casas y casas y más casas que
en los años cincuenta debían de ser mansiones de las de porche con mango
dulce, mostraban su ruina ocupada sin rubor.

Un árbol asomaba desde lo que quedaba de la segunda planta. Más allá,
cuatro negros jugaban al dominó a pecho descubierto mientras una mujer
dormitaba a sus pies, como una enorme animal doméstico. En el resto de
un salón, un doloroso San Lázaro esperaba su ofrenda lúgubre junto a la
cabra desangrada y la cabecita del cordero.

En esa Habana, la revolución detuvo el tiempo en piedra y el paseante
por las zonas imprevistas tiene la sensación de transitar una ciudad 50
años después del desastre nuclear.

Pero no hace falta ir tan lejos. Junto al famoso Capitolio, el turista
curioso podría ver que se duerme entre los restos, sobre un vacilante
conglomerado de madera, quede váter sirve un hediondo bidón, y como
música de fondo, el gooteo de las cañerías a jubilar sustituye el alegre
ritmo del son.

Allí mismo, en el Prado construido en homenaje al paseo madrileño. Pero
no lo ve. Porque parece que en La Habana todo se ve poco o parcialmente.
O que se mira a otro lugar.

Sucede lo mismo con unos y otros ospesos, el futuro y la miseria, los
"inventicos por la izquierda" y con la ausencia de Mary Poppins.

Porque no son sólo tuertos los turistas.

MIRANDO LA VACA QUE VUELA

No hace falta mucha sagacidad en La Habana para llegar a cuatro
conclusiones básicas:1) la ciudad es enorme inabarcable capital en
oferta de remodelación; 2) La Habana vive de que el turista beba; 3) los
habaneros pasan los días pendientes de si España nacionaliza o no a los
nietos de españoles y el que no es asturiano o gallego se reclama
canario; y 4) ahora los habaneros miran pasar sus dudas esperando sin
intervenir que alguien se las resuelva.

Y mientras tanto todos -ellos los cubanos y nosotros turistas y
observadores llevamos ya un buen tiempo mirando la vaca que vuela.

Ellos los cubanos porque después de cincuenta años tutelados alimentados
y liberados de un número considerable de responsabilidades prefieren
verlas venir. Al fin y al cabo saben que aunque ellos aún no tienen
acceso su país cuenta con todos los servicios que pueda necesitar un
turista o visitante es decir el habitante de cualquier sociedad de consumo.

Nosotros los extranjeros miramos a la vaca porque tanto para partidarios
como para detractores esto que queda en Cuba son los restos aún
calientes de la última idea de revolución (infernalo divina). Puede que
sea un muerto sí pero de cuerpo presente. Para encarnar lo inaceptable o
para representar lo idealizado.

Por eso uno puede sentarse junto al representante de Hemingway en esta
tierra que le toque en suerte y ver caer los tópicos.

Tópico1: La miseria campa en Cuba.

No. Cuando la pobreza es miserable uno lo nota porque se le romper el
alma. Y por que nadie quiere verla. Eso aquí no sucede. Hay poco de todo
pero hay. Lo que quiere decir que se puede trampear y conseguir un
resto. Sino de qué iba a abarrotarse la legión de hoteles en cada vacación.

Tópico 2: En Cuba no hay internet.

Cuba no está desconectada. Vigilada censurada amordazada sí pero quien
más quien menos tiene sus "inventicos" y te da su mail por si necesitas
algo. Eso quiere decir que los cubanos tienen acceso a la información.
Otra cosa es que las dificultades cotidianas lo conviertan en una
necesidad muy secundaria.

Tópico 3: Se vive bajo la ley del silencio.

Falso. Aquí todo el mundo se queja. Desde los taxistas hasta los
santeros desde los funcionarios del estado hasta los estudiantes ante el
extranjero sueltan junto al saludo una protesta tímida. Luego le miran y
si ven que asiente se lanzan en picado.

Tópico 4: En Cuba no hay de nada.

En Cuba hay de todo. Lo que pasa es que los cubanos no pueden
permitírselo. Funcionan el mercado negro los amigos lejanos los
contactos y todo un mundo paralelo que a nadie le interesa desmontar.
Pura esquizofrenia.

Y dicho todo lo anterior hay cosa bien cierta: para una familia
obediente y que respete en cada hilo la intrincada telaraña de leyes
normas y preceptos que rige su vida aquí sólo hay arroz frijoles algo de
café e interminables horas de vida doméstica con periódicas sentadas
perezosas en el murete del malecón.

ÚLTIMA HORA

Hoteles y móviles para los cubanos

Desde hoy los cubanos ya pueden acceder a los hoteles para turistas y
alquilar coches. Es improbable que con un sueldo medio equivalente a los
15 dólares al mes se lo permitan pero la medida juega a favor de la
popularidad de Raúl Castro ya que los habitantes de la isla llevan años
sintiéndose discriminados en su país. Forma parte de los cambios
discretos que el hermano de Fidel ha arrancado desde su llegada al
gobierno el pasado 24 de febrero. Como el acceso al teléfono móvil que
entrará en vigor el próximo 14. Su precio estará igual de lejos del
bolsillo cubano.

http://www.adn.es/impresa/lavida/20080401/NWS-0295-Raul-Cuba.html

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