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Tuesday, January 29, 2008

Hablando en la cola

29 de enero de 2008

Hablando en la cola

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, enero, (www.cubanet.org) -Cuando llegué a la cola en la
oficina municipal de Vivienda, todos hablaban del accidente.

Ocurrió antes de las 8 de la mañana, a varios cientos de metros de
allí, cerca del cruce de las calzadas de Bejucal y Managua. La moto
patinó en el asfalto mojado por la llovizna. El motorista cayó al piso y
un camión que iba detrás le golpeó la cabeza. Se llevaron gravemente
herida a la muchacha con uniforme escolar que lo acompañaba. Dicen que
llegó muerta al hospital. Al hombre nadie se atrevió a moverlo antes que
llegara la policía. Sobre un charco de sangre agonizó en medio de la vía
pública. Como el albañil que cayó del andamio en una vieja canción de
Chico Buarque.

Al pasar, vi como un policía se esforzaba en cubrir el cadáver con unos
cartones que encontró tirados en la acera. Las piernas quedaron sin
tapar. Luego, el agente se dedicó a apartar a los curiosos.

Entre cubanos, aunque nunca se hayan visto, no es raro entablar
conversación en una cola. Más aún si la mayoría de los que esperan
acaban de presenciar un trágico acontecimiento.

Una mujer delgada, canosa y de unos 60 años, no paraba de fumar.
Comentó, acerca de un grupo de colegiales de ambos sexos que tomaban
helado y bromeaban cerca del cadáver. No entendía por qué los cubanos se
habían vuelto tan duros e insensibles.

"Porque viven una vida muy dura", le comenté. "Es verdad, esto no es
fácil", dijo un mulato gordo de unos 30 y tantos años. La mujer nos miró
de los pies a la cabeza y dijo: "Antes de la revolución la vida era más
dura, los gobiernos no se preocupaban por la educación y la cultura, y
la gente no era así."

"Será porque han perdido los valores religiosos", dije. Coincidió,
pensativa y a regañadientes. Luego de explicarme que era atea porque
militaba en el Partido Comunista y era retirada de las FAR, admitió que
generalmente los que tienen alguna creencia religiosa son mejores
personas.

El mulato gordo volvió a terciar en la conversación para declarar que él
creía en todo, lo mismo en los santos que en la energía cósmica. Gracias
a eso, había logrado abrirse paso. Con la fabricación y venta de
jabones, había logrado construir su casa sobre la azotea de sus padres.
La mujer indagó acerca de la procedencia de los materiales para hacer
los jabones. El gordo esquivó el tema y refirió que cuando reactivaron
las micro brigadas, le quisieron retirar el permiso para construir.
Querían que demoliera lo que había adelantado.

La mujer preguntó cómo había resuelto el problema. "Tocando a los
inspectores", contestó, "las trampas del gobierno te obligan a ser
tramposo".

La militante y militar jubilada encendió otro cigarro, echó una
parrafada contra las ilegalidades y negó que los retiros de los permisos
para construir fueran "una trampa del gobierno".

"El problema es que esos permisos estaban justificados durante el
"período especial, pero ahora no", explicó: "El gobierno tiene que poner
orden en las construcciones porque si no es el caos. Cada época deja un
legado arquitectónico y una estética. Si no se cumplen las leyes y se
siguen haciendo barbacoas y casas en las azoteas, ¿qué legado estético
quedará de las construcciones del socialismo?".

"Los edificios-conejeras de Alamar, San Agustín, el reparto Eléctrico y
la Tribuna Antiimperialista", repliqué. "¿Usted no cree que con tantos
problemas de vivienda que el gobierno no puede resolver, es mejor que
deje a la gente que resuelva como pueda?".

Por suerte, el mulato gordo volvió a cambiar el tema, porque la mujer,
acalorada, culpaba al bloqueo yanqui de la escasez de viviendas y me
llamaba compañero en son de guerra. Precisamente de guerra habló ahora
el gordo. De Angola. Todo fue bien hasta que dijo que en Cuito habían
muerto muchos cubanos. La ex militar dijo que había sido una gran
victoria en la apenas habían muerto cubanos, la mayoría, en accidentes.

Comencé a refutarla, cuando el gordo cambió para Colombia y el tema de
los rehenes de la guerrilla. "Sí, ahora quieren hacer ver que los
guerrilleros son un grupo terrorista", dijo la mujer. "Las FARC son un
ejército revolucionario con todas las de la ley", dijo categórica.

"Claro, si el narcotráfico las financia", dije. "Eso son calumnias del
imperialismo", contestó ella, "¡usted está intoxicado por la propaganda
enemiga, compañero! ¡Terrorismo es lo que hacen los yanquis en Irak,
esos si son terroristas", gritaba.

Cuando le llegó su turno de ser atendida, la combativa señora se
dedicaba a explicar la necesidad del voto unido en las elecciones del
Poder Popular y a mí se me agotaba la paciencia.

Salió enseguida. Su caso no pudo ser resuelto. Tampoco el del gordo ni
el mío. A todos nos exigieron presentar nuevos documentos y testigos del
barrio. La funcionaria del Instituto Nacional de Vivienda no oyó
razones. Repetía que cumplía instrucciones superiores. Que ella sólo era
"un soldado de la patria y la revolución".

Dejé a la canosa militante comunista dando un escándalo en la puerta de
la oficina. Se quejaba del burocratismo. Fumaba como una locomotora y
amenazaba con quejarse "arriba". No sé si al cielo, porque es atea. El
mulato gordo murmuró "que se joda" y me guiñó un ojo. Cuando se fue,
sentenció: "no es fácil lo de esta gente".

Eran casi las 11 de la mañana. El lugar del accidente permanecía igual.
Aún no habían retirado el cadáver. Seguía, en medio de la calle,
vigilado por la policía, cubierto por cartones.

http://www.cubanet.org/CNews/y08/en08/29a7.html

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