José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Tal vez la circunstancia
no merezca un amén, pero no hay dudas de que ciertas representaciones de
la iglesia católica en Cuba están moviendo fichas.
Sabemos que a lo largo de casi medio siglo, esta iglesia, como ninguna
otra de las instituciones religiosas con legaciones oficiales en la
Isla, asumió una actitud vertical ante el régimen, cuyos preceptos
ideológicos no ha compartido nunca y cuyo hostigamiento soportó
estoicamente, haciendo gala de su perseverancia a prueba de los
batacazos más soberbios y de su apostura señoril.
En los años 90, cuando las comisiones eclesiásticas de otros credos
pactaban más y menos encubiertamente con el poder político con el fin de
recibir visto bueno y apoyo para volver a llenar sus templos de adeptos
o curiosos o menesterosos de espíritu y materia (daba igual para el
caso), los católicos continuaron en sus trece, tal y como habían
resistido ya durante tres décadas: con mermas sin precedentes históricos
y cada vez más notables entre la masa de fieles, y con un alto número de
las parroquias cerradas o parcialmente activas, debido a la falta de
sacerdotes, entre otras carencias.
Ni siquiera la visita del Papa Juan Pablo II con su sabio llamado para
que Cuba se abriera al mundo, arrojó resultados significativos en cuanto
a que el régimen le facilitase a la iglesia católica cubana la plena
reapertura de acceso a las almas del pueblo. Tampoco la iglesia se abrió
al régimen. La discordia era de esencias.
Sin embargo, desde hace un corto tiempo, justo después de la muerte de
Juan Pablo, y tal vez coincidiendo con movimientos en la jerarquía
eclesiástica dentro de la Isla, algunos relacionados y otros no con la
ascensión del nuevo Papa, hemos comenzado a vislumbrar giros de interés.
La iglesia se mueve.
Para no estirar demasiado el asunto, cuyos pormenores, por demás, son
generalmente del dominio público, puede que resulten suficientes como
ejemplos tres de las últimas ocurrencias que han tenido lugar por acá
con protagonismo de la iglesia católica, es decir, de sus
representaciones oficiales. No es lo único, digamos, "curioso" que viene
sucediendo, pero para una ilustración de buen talante quizás alcance con
la cita de tres hechos con apariencia de acciones rutinarias pero
cargados de intención y hasta quizás de acción.
El primero de estos hechos (se impone por gravedad) fue la
defenestración del director de la revista Vitral, Dagoberto Valdés,
ilustre y muy consecuente servidor de la doctrina social de la Iglesia,
la cual profesa, nada menos, el respeto de todo derecho entre los
humanos a vivir libres y dignamente. Junto con el defenestrado sucumbió
la línea editorial de Vitral, dada a plantarle cara a la dictadura, sin
politiquería, ajustada al perfil de las ciencias sociales, con
argumentaciones sólidas y con prudente elegancia, pero con la claridad y
la firmeza que también corresponden a un vocero de la iglesia.
Una interrogante quedó gravitando en el aire para los lectores de
Vitral: ¿Medida tan inoportuna y contraria a las expectativas de la
mayoría de los católicos cubanos respondería a sugerencias
gubernamentales o estaría indicando, simplemente, el inicio de un cambio
en la estrategia de las jerarquías eclesiásticas ante el imperativo de
recobrar (con la aquiescencia de Roma y el beneplácito de la Raspadura)
algo de lo mucho que han perdido en Cuba?
Un análisis de los contenidos y del tono general de esa revista a partir
de los cambios, lejos de ayudar a despejar la interrogante, recarga aún
más su peso. Y por si fuera poco, ahora parecen incidir en la misma
dirección ciertos contenidos y tonos de otra publicación católica del
patio: Espacio Laical, patrocinada por el Consejo Arquidiocesano de
Laicos de La Habana. Con ésta se relaciona justamente el segundo de los
hechos que enunciamos arriba.
Cuando empiezan a ser historia antigua las asambleas convocadas por el
régimen para analizar (decían que libre y abiertamente) nuestros
problemas de hoy, cuando ya casi nadie duda que la convocatoria no fue
si no un remedo de exorcismo masivo (uno más) para entretener al
personal mientras gana tiempo y se compone la sucesión dinástica, justo
cuando el tema es galleta con gorgojo para los habaneros de a pie,
resulta que Espacio Laical da la nota.
Uno no sabe si sonreír con picardía o elevar la vista al cielo al leer
en sus páginas: "El país está viviendo un saludable proceso de debate
sobre la realidad nacional". O al enterarnos, gracias a la gracia
terrenal del editorialista de Espacio Laical, que nuestra población
espera que el pretendido debate sirva para "redefinir la vida social,
cultural, económica y política de la nación". O que este debate está
poniendo sobre el tapete "la madurez del pueblo y del gobierno para
encauzar un nuevo estilo de dirección del estado, basado en la escucha
constante de la opinión de cada ciudadano y en la subordinación al
criterio del conjunto de la sociedad cubana".
No se precisan comentarios al respecto, pero si alguien lo precisa, tal
vez le alcance con una reciente afirmación de Osvaldo Payá. Es
precisamente el tercer hecho que escogimos para ilustrar estas novedades
relacionadas con la iglesia cubana.
En una ponencia escrita para el Congreso Católicos y Vida Publica, que
organizó en Madrid la Fundación San Pablo CEU, Payá, católico profeso y
conocido disidente político habanero, líder del Movimiento Cristiano
Liberación, acaba de referirse a los cientos de presos de conciencia que
hay en la Isla, un tema que ni por casualidad aparece mencionado en
nuestro "saludable proceso de debate", según Espacio Laical. Calificó
Payá de "verdaderamente épico" el comportamiento de tales prisioneros
políticos, y dijo textualmente: "El testimonio de los prisioneros
políticos que son cristianos, también es digno de admirar, pues han
crecido en una espiritualidad, que les sostiene en medio de ese trato
cruel que reciben mientras evangelizan a los que conviven con ellos". Y
en tanto, ¿cómo andan al respecto las jerarquías de la iglesia católica
cubana? Bien ¿y ustedes?
Uno no es Dios para juzgar, mucho menos a los ministros de Dios. Allá
ellos. Si acaso cabe traer a colación aquella frase dicen que
pronunciada por Jesús poco antes de morir en la cruz: Perdónalos, Señor,
no saben lo que hacen.
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