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Thursday, November 29, 2007

En primera persona

Emigración
En primera persona

Otro caso de lo que el régimen denomina 'actividad repugnante y dañina'.
Otro nombre en 'la lista de Furry'.

Miguel Cabrera Peña, Santiago de Chile

jueves 29 de noviembre de 2007 6:00:00

La lista negra del Ministerio del Interior era para mi una cosa cierta,
pero no inmediata. Era algo así como una tragedia que no me tocaba
directamente. Cuando en ENCUENTRO EN LA RED apareció el artículo La
lista de Furry, lo aplaudí. Sin embargo, en mi fuero más íntimo seguí
creyendo que ese no era un problema estrictamente personal.

Ya yo había publicado en EER el artículo Deshabilitación de la esperanza
—abril de 2004— sobre las arbitrariedades de la política isleña con
respecto a la entrada y salida del país. Pero fue un acto de solidaridad
y denuncia, y no un presagio de lo que me sucedería.

En dicho texto me refería a las declaraciones de funcionarios cubanos,
que excluían de la habilitación del pasaporte a quienes llevaran a cabo
alguna "actividad repugnante y dañina": "¿No estaremos frente a un nuevo
engaño? ¿No seremos víctimas de otra burla? ¿Y quién asegura, para
situar el ejemplo más cercano, que por escribir un texto como el
presente no se transforme a su autor en una persona peligrosa,
protagonista de una 'actividad repugnante y dañina'?".

Yo me advertía, pero no me convencía. En julio de 2006 viajé a Cuba con
absoluta normalidad. Al regreso, como es mi derecho y como me enseñaron
en la Universidad de La Habana en el ejemplo del propio Fidel Castro (no
olvido el artículo titulado ¡Mientes, Chaviano!), publiqué Muriendo… y
no pasa nada, también en EER. La diferencia, por supuesto, era notable.
Castro publicó su artículo en Bohemia.

Ahora avisan

El 19 de noviembre pasado, el jefe del Consulado en la embajada cubana
en Chile, Rafael Suárez Tabares, me llamó por teléfono para hablar sobre
mi situación migratoria. Pude haber dicho que no, que me informara por
teléfono, pero preferí ir a la cita. Quería escuchar cómo la opresión se
manifiesta en esta nueva modalidad de avisar a un ciudadano cubano que
se le prohíbe visitar su país. El testimonio fue frustrante.

"Desde Inmigración nos llegó la comunicación donde se le cancela su visa
de entrada a Cuba", dijo, sentado frente a mí, Suárez Tabares. Eran el
Ministerio del Interior, la Seguridad del Estado y sus informantes
—inmigración sólo envió la nota y quizá fotocopias de mis escritos—, los
que habían tomado la decisión.

Me di cuenta que responderle no tenía sentido, pues la discusión hubiera
servido para aliviarlo de su vergüenza, del peso que siempre carga el
que pone la cara. Con la introducción al breve diálogo manifestó
claramente que él sólo ponía la cara. "Le digo esto para que no lo
regresen desde el aeropuerto". Entonces le señalé que "ya ha sucedido a
otros". Silencio.

Cuando me preguntó si yo sabía el por qué de la decisión de Inmigración,
le respondí que "sí, perfectamente". No contestó ni intentó explicarme.
Al fin yo comprobaba que mis artículos para ENCUENTRO EN LA RED y mis
colaboraciones desde Chile para Radio Martí significan destierro total.

Hay, en efecto, una salvedad. Que esté dispuesto a pedir perdón, o sea,
a callarme. No lo voy a hacer. Yo soy periodista, y a eso me debo.

Suárez Tabares estuvo educado, y pensé que quizá porque ya va para viejo
o por su experiencia en la diplomacia. Ninguna de las dos. Estuvo
educado porque se lo ordenaron. Ser ordenado es su condición inevitable.
Pudieron haberle ordenado que me enfrentara, y entonces esta historia
hubiera sido otra.

El origen del nuevo método no está oculto. Informar para que no haya más
retornados desde el aeropuerto y actuar con mucho tacto y cuidado para
evitar escándalos en otros países. La Habana sabe que pisotea una norma
elementalísima del derecho humano, de la ciudadanía. Recuérdese que
comenzando por aquí se pueden desenterrar otra sarta de violaciones.

Salí del recinto no sin recordarle a Tabares que "Cuba es también mi
patria". Confieso que no por esperado dejó de dolerme aquel repentino
corte con casi toda mi familia, incluidos mi padre y mi madre, con los
amigos que por allá todavía me quedan, con aquel pedazo de tierra que se
cuela en nuestros sueños aun sin querer.

El único camino

Si ya en La lista de Furry quedó evidenciado el abuso y la total
ilegalidad de la prohibición de entrada en Cuba de uno de sus
ciudadanos, lo que se trata de evitar con la nueva modalidad es la
reiterada acusación de que La Habana roba dinero incluso a quienes no
deja entrar al país.

El autor del artículo citado demuestra que el gobierno no devuelve, en
el caso de los retornados, ni uno de los varios pagos en trámites
imprescindibles para llegar Cuba.

Otra hipocresía política que en este tema cae el gobierno habría que
buscarla en la letanía acusatoria de que Washington obstaculiza los
viajes de norteamericanos a la Isla. La Habana no sólo obstaculiza y
encarece a todos sus nacionales en el exterior la entrada al país, sino
que le prohíbe la patria a no se sabe cuántas decenas de miles de
cubanos, con nombres y apellidos.

Marcar al esclavo con un hierro candente —me refiero al carimbo— era una
acción que en el siglo XVIII establecía la pertenencia. La lista negra
ostenta la misma calidad, pero en sentido contrario, es decir, ella
instaura la exclusión, la eliminación y el destierro.

Si algo ha enseñado el sistema imperante casi desde el mismo primero de
enero de 1959, es su vocación para buscarse enemigos, fundarles el
carácter, constituirlos lentamente, como el alfarero a su barro. Y con
el enemigo, crea el odio. El paso siguiente de la Revolución, que ya no
es más que una maroma, consiste en justificar su necesidad de
defenderse. Esta ha sido su dialéctica, su motor y su círculo vicioso.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/en-primera-persona__1/(gnews)/1196312400

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