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Wednesday, August 01, 2007

El fotógrafo que incomodó a Castro

Publicado el miércoles 01 de augusto del 2007

El fotógrafo que incomodó a Castro
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald

No le faltaron advertencias oficiales ni consejos de colegas, pero
Cristóbal Herrera Ulashkevich reconoce que a la hora de transmitir al
mundo sus polémicas fotos del gobernante Fidel Castro pesó más el
orgullo profesional que el instinto de conservación.

Como fotorreportero de la agencia Associated Press (AP) en La Habana,
Herrera atrapó en imágenes dos momentos cruciales del declive de Castro:
el desmayo que sufriera durante un acto multitudinario en el municipio
habanero del Cotorro el 23 de junio del 2001, y su estrepitosa caída en
la Plaza Che Guevara de Santa Clara, el 20 de octubre del 2004.

Las fotos de Castro desvanecido ante los micrófonos y luego derrumbado
en el suelo frente al monumento al Che Guevara aparecieron en los
principales medios de comunicación del orbe, catapultando el
reconocimiento profesional de Herrera. Pero también marcando
definitivamente su destino como desterrado del país donde nació hace 36
años.

''Estoy condenado forzosamente al destierro'', relató durante una
entrevista con El Nuevo Herald. ``El gobierno cubano me impidió regresar
al país, sin ofrecer explicaciones''.

Herrera se encuentra con su familia en Miami desde el pasado mayo, tras
viajar desde Costa Rica a México para cruzar la frontera y solicitar
refugio político en Estados Unidos.

''No nos quedaba otra opción'', manifestó el fotógrafo, que vino
acompañado de su esposa y la única hija del matrimonio, Victoria, de dos
años. ``Este es el precio de hacer fotoperiodismo en Cuba''.

El fotógrafo fue contratado por la oficina de AP en La Habana en enero
del 2000, luego de asistir a un taller internacional para fotógrafos
jóvenes en Amsterdam, Holanda, auspiciado por la organización World
Press Photo (WPP). Hasta ese momento laboraba como fotorreportero de la
legendaria revista Bohemia.

Su primera asignación con AP fue la cobertura del caso de Elián González
desde Cárdenas, la ciudad natal del niño balsero que desató una batalla
legal y política entre Washington, La Habana y la comunidad exiliada de
Miami. Pero pronto fue designado para cubrir actos públicos con la
presencia de Castro.

Así llegó el día de la tribuna abierta, a pleno sol, en el Cotorro.
Herrera considera que fue un hecho providencial que en esa ocasión
estuviera estrenando una cámara fotográfica, lo que lo motivó a estar
muy activo en la cobertura periodística.

''Cuando [Castro] llevaba como tres horas hablando, le acerco el foco y
veo que tiene la cara muy roja, sudando mucho, y empieza a desafinarse,
como apagándose'', rememoró. 'Entonces alerté a José Goitía [fotógrafo
de AP] de que el tipo `se iba del aire' de un momento a otro''.

La mayoría de los fotorreporteros presentes perdieron el instante del
desplome de Castro. Herrera recuerda que un colega de la agencia AFP se
acercó para recomendarle que no enviara la foto ''por el bien de su
familia'', mientras que Goitía le dijo que dejaba esa responsabilidad en
sus manos.

Agentes de la Seguridad del Estado lo abordaron cuando abandonaba el
lugar para transmitir las primeras imágenes del incidente. La sugerencia
tenía un tono impositivo, tratando de impedir que el envío saliera rumbo
a las oficinas de AP en Nueva York.

''Fue un momento muy tenso'', indicó. 'La generalidad de los casos es
que los corresponsales entran por el aro y siguen la recomendación de
los `segurosos', pero en esta ocasión les tocó un joven medio loco y
romántico, con más orgullo profesional que cordura''.

Una hora después del histórico desvanecimiento de Castro ante miles de
manifestantes, la fotografía estaba en los principales espacios
noticiosos del mundo.

''Cuando pasé la foto, le dije a la gente de AP en Nueva York que si
ocurría algo me consiguieran una plaza en Serbia o Afganistán'',
ironizó. ``Fue una suerte que antes había pasado unas cinco fotos del
desmayo para la laptop, pues cuando llegamos a nuestras oficinas en La
Habana, misteriosamente las computadoras borraron las tarjetas... Creo
que perdí como 600 fotos que tiré ese día''.

A partir de ese momento, el equipo de seguridad personal de Castro y las
autoridades del Centro Internacional de Prensa (CIP) reforzaron los
controles sobre los corresponsales de agencias extranjeras acreditadas
en la isla. También la prensa internacional comenzó a seguir con mayor
insistencia los pasos del anciano gobernante, cuya salud mostraba ya
evidentes señales de deterioro.

Las transmisiones televisivas en vivo --con la presencia de Castro--
comenzaron a retrasar la salida de las imágenes al aire por 10 segundos.
El cerco de seguridad en torno a su figura se hizo más hostil hacia la
prensa extranjera. En otras dos ocasiones, en el Palacio de las
Convenciones de La Habana y en una tribuna abierta, Herrera dice que el
gobernante tropezó en escalones, pero tenía ya permanente un guardia
personal que lo sujetaba por la espalda, a la altura del zambrán, cada
vez que subía o bajaba una escalera.

''Cuando se produce el acto en Santa Clara [en el 2004], la mayoría de
los fotógrafos se fueron a transmitir las imágenes a sus agencias tan
pronto terminó el discurso'', explicó Herrera. ``Teníamos poco espacio y
estábamos muy mal situados, pero yo me quedé a esperar que bajara de la
tarima y de pronto el hombre se me desaparece del visor... Ya estaba
tirado en el piso''.

Según él, sólo otros dos fotógrafos lograron imágenes de ese momento: un
veterano integrante de la prensa oficial, y el fotorreportero de una
agencia extranjera, quien consultó con la Seguridad del Estado si podía
transmitirlas o no.

''La Seguridad se me tiró encima, pero yo les dije que tenía algo fuera
de foco, nada que sirviera'', recordó Herrera. ``Me quedé sin moverme
del lugar para no despertar sospechas y cuando nos íbamos, logré
transmitir con la laptop desde un matorral, a 50 metros entre el
monumento al Che Guevara y el parqueo. Goitía me protegió simulando que
orinaba, mientras yo, agachado, ponía la foto en un attachment [archivo
adjunto] para enviarla por correo electrónico cuando llegara a La Habana''.

La osadía de Herrera puso fin a su acceso a las coberturas de alto nivel
por decisión de los funcionarios del CIP, encargados de la atención a la
prensa extranjera. También profundizó su apatía hacia el discurso
oficial y los mecanismos de control del sistema.

''En esos cuatro años me convertí en un desafecto del régimen'',
confesó. ``No resistía ni a Fidel Castro ni a [al presidente venezolano]
Hugo Chávez; los discursos me parecían una burla a la inteligencia de la
gente, y estar frente a [el canciller Felipe] Pérez Roque era como
asistir a la actuación de un payaso mentiroso. Comencé a hacer las cosas
con oficio, pero no con corazón''.

Una mañana de diciembre del 2004, cuando cumplía una asignación
periodística relacionada con la disidencia interna, se le acercaron dos
hombres que lo identificaron por su nombre y le sugirieron que debía
tomar unas vacaciones fuera del país.

''Estaba claro que [el gobierno] no me querían allí y que no tenía otra
alternativa que irme'', manifestó. ``Los papeles y los trámites se
solucionaron de inmediato, lo que dejaba aún más claro de dónde venía la
orden''.

Herrera viajó con su esposa a Costa Rica el 23 de diciembre del 2004 en
una visita familiar a su suegro. Desde San José operó como
fotorreportero de AP para Centroamérica y el Caribe, hasta que en marzo
del 2005 trató de regresar a La Habana para ocupar una plaza de la
agencia que había quedado vacante.

De acuerdo con las regulaciones migratorias cubanas, los ciudadanos
nacionales pueden salir temporalmente por 11 meses sin perder su derecho
a residir en la isla.

''Pero mi caso estaba marcado'', indicó Herrera. ``La Embajada de Cuba
en Costa Rica me dijo que el permiso para entrar debía reclamarlo desde
La Habana, lo cual era un absurdo''.

Todas las gestiones hechas en Cuba fueron infructosas. El nacimiento de
Victoria condicionó por un tiempo la permanencia del matrimonio en Costa
Rica hasta que decidieron venir a Estados Unidos.

Graduado del Instituto de Diseño Industrial de La Habana en 1996,
Herrera se dedicó inicialmente a la publicidad y la moda antes de
ejercer como fotorreportero de Bohemia.

Pero desde mucho antes había comenzado a acumular fotos que se
integrarían posteriormente a su proyecto Cuba Dura, dedicado a
testimoniar la vida cotidiana y las dramáticas contradicciones del
socialismo en la isla.

Cuba Dura fue su carta de presentación para la beca Joop Swart
Masterclass de WPP que presentó en Amsterdam en el 2000, y cuenta
actualmente con más de 600 fotos.

''Es una propuesta visual que pretende demostrar el carácter surrealista
del comunismo en Cuba'', manifestó Herrera. ``No es sólo una ambición
profesional, sino también un intento personal por entender mis raíces y
la actitud de mis padres, un cubano y una rusa, que viven en Cuba y
ambos siguien defendiendo las ideas comunistas, aunque con diferentes
matices''.

Las fotografías de Herrera pueden verse en www.cristobalherrera.pintarte.org

http://www.elnuevoherald.com/212/story/72888.html

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