El fotógrafo que incomodó a Castro
WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
No le faltaron advertencias oficiales ni consejos de colegas, pero 
Cristóbal Herrera Ulashkevich reconoce que a la hora de transmitir al 
mundo sus polémicas fotos del gobernante Fidel Castro pesó más el 
orgullo profesional que el instinto de conservación.
Como fotorreportero de la agencia Associated Press (AP) en La Habana, 
Herrera atrapó en imágenes dos momentos cruciales del declive de Castro: 
el desmayo que sufriera durante un acto multitudinario en el municipio 
habanero del Cotorro el 23 de junio del 2001, y su estrepitosa caída en 
la Plaza Che Guevara de Santa Clara, el 20 de octubre del 2004.
Las fotos de Castro desvanecido ante los micrófonos y luego derrumbado 
en el suelo frente al monumento al Che Guevara aparecieron en los 
principales medios de comunicación del orbe, catapultando el 
reconocimiento profesional de Herrera. Pero también marcando 
definitivamente su destino como desterrado del país donde nació hace 36 
años.
''Estoy condenado forzosamente al destierro'', relató durante una 
entrevista con El Nuevo Herald. ``El gobierno cubano me impidió regresar 
al país, sin ofrecer explicaciones''.
Herrera se encuentra con su familia en Miami desde el pasado mayo, tras 
viajar desde Costa Rica a México para cruzar la frontera y solicitar 
refugio político en Estados Unidos.
''No nos quedaba otra opción'', manifestó el fotógrafo, que vino 
acompañado de su esposa y la única hija del matrimonio, Victoria, de dos 
años. ``Este es el precio de hacer fotoperiodismo en Cuba''.
El fotógrafo fue contratado por la oficina de AP en La Habana en enero 
del 2000, luego de asistir a un taller internacional para fotógrafos 
jóvenes en Amsterdam, Holanda, auspiciado por la organización World 
Press Photo (WPP). Hasta ese momento laboraba como fotorreportero de la 
legendaria revista Bohemia.
Su primera asignación con AP fue la cobertura del caso de Elián González 
desde Cárdenas, la ciudad natal del niño balsero que desató una batalla 
legal y política entre Washington, La Habana y la comunidad exiliada de 
Miami. Pero pronto fue designado para cubrir actos públicos con la 
presencia de Castro.
Así llegó el día de la tribuna abierta, a pleno sol, en el Cotorro. 
Herrera considera que fue un hecho providencial que en esa ocasión 
estuviera estrenando una cámara fotográfica, lo que lo motivó a estar 
muy activo en la cobertura periodística.
''Cuando [Castro] llevaba como tres horas hablando, le acerco el foco y 
veo que tiene la cara muy roja, sudando mucho, y empieza a desafinarse, 
como apagándose'', rememoró. 'Entonces alerté a José Goitía [fotógrafo 
de AP] de que el tipo `se iba del aire' de un momento a otro''.
La mayoría de los fotorreporteros presentes perdieron el instante del 
desplome de Castro. Herrera recuerda que un colega de la agencia AFP se 
acercó para recomendarle que no enviara la foto ''por el bien de su 
familia'', mientras que Goitía le dijo que dejaba esa responsabilidad en 
sus manos.
Agentes de la Seguridad del Estado lo abordaron cuando abandonaba el 
lugar para transmitir las primeras imágenes del incidente. La sugerencia 
tenía un tono impositivo, tratando de impedir que el envío saliera rumbo 
a las oficinas de AP en Nueva York.
''Fue un momento muy tenso'', indicó. 'La generalidad de los casos es 
que los corresponsales entran por el aro y siguen la recomendación de 
los `segurosos', pero en esta ocasión les tocó un joven medio loco y 
romántico, con más orgullo profesional que cordura''.
Una hora después del histórico desvanecimiento de Castro ante miles de 
manifestantes, la fotografía estaba en los principales espacios 
noticiosos del mundo.
''Cuando pasé la foto, le dije a la gente de AP en Nueva York que si 
ocurría algo me consiguieran una plaza en Serbia o Afganistán'', 
ironizó. ``Fue una suerte que antes había pasado unas cinco fotos del 
desmayo para la laptop, pues cuando llegamos a nuestras oficinas en La 
Habana, misteriosamente las computadoras borraron las tarjetas... Creo 
que perdí como 600 fotos que tiré ese día''.
A partir de ese momento, el equipo de seguridad personal de Castro y las 
autoridades del Centro Internacional de Prensa (CIP) reforzaron los 
controles sobre los corresponsales de agencias extranjeras acreditadas 
en la isla. También la prensa internacional comenzó a seguir con mayor 
insistencia los pasos del anciano gobernante, cuya salud mostraba ya 
evidentes señales de deterioro.
Las transmisiones televisivas en vivo --con la presencia de Castro-- 
comenzaron a retrasar la salida de las imágenes al aire por 10 segundos. 
El cerco de seguridad en torno a su figura se hizo más hostil hacia la 
prensa extranjera. En otras dos ocasiones, en el Palacio de las 
Convenciones de La Habana y en una tribuna abierta, Herrera dice que el 
gobernante tropezó en escalones, pero tenía ya permanente un guardia 
personal que lo sujetaba por la espalda, a la altura del zambrán, cada 
vez que subía o bajaba una escalera.
''Cuando se produce el acto en Santa Clara [en el 2004], la mayoría de 
los fotógrafos se fueron a transmitir las imágenes a sus agencias tan 
pronto terminó el discurso'', explicó Herrera. ``Teníamos poco espacio y 
estábamos muy mal situados, pero yo me quedé a esperar que bajara de la 
tarima y de pronto el hombre se me desaparece del visor... Ya estaba 
tirado en el piso''.
Según él, sólo otros dos fotógrafos lograron imágenes de ese momento: un 
veterano integrante de la prensa oficial, y el fotorreportero de una 
agencia extranjera, quien consultó con la Seguridad del Estado si podía 
transmitirlas o no.
''La Seguridad se me tiró encima, pero yo les dije que tenía algo fuera 
de foco, nada que sirviera'', recordó Herrera. ``Me quedé sin moverme 
del lugar para no despertar sospechas y cuando nos íbamos, logré 
transmitir con la laptop desde un matorral, a 50 metros entre el 
monumento al Che Guevara y el parqueo. Goitía me protegió simulando que 
orinaba, mientras yo, agachado, ponía la foto en un attachment [archivo 
adjunto] para enviarla por correo electrónico cuando llegara a La Habana''.
La osadía de Herrera puso fin a su acceso a las coberturas de alto nivel 
por decisión de los funcionarios del CIP, encargados de la atención a la 
prensa extranjera. También profundizó su apatía hacia el discurso 
oficial y los mecanismos de control del sistema.
''En esos cuatro años me convertí en un desafecto del régimen'', 
confesó. ``No resistía ni a Fidel Castro ni a [al presidente venezolano] 
Hugo Chávez; los discursos me parecían una burla a la inteligencia de la 
gente, y estar frente a [el canciller Felipe] Pérez Roque era como 
asistir a la actuación de un payaso mentiroso. Comencé a hacer las cosas 
con oficio, pero no con corazón''.
Una mañana de diciembre del 2004, cuando cumplía una asignación 
periodística relacionada con la disidencia interna, se le acercaron dos 
hombres que lo identificaron por su nombre y le sugirieron que debía 
tomar unas vacaciones fuera del país.
''Estaba claro que [el gobierno] no me querían allí y que no tenía otra 
alternativa que irme'', manifestó. ``Los papeles y los trámites se 
solucionaron de inmediato, lo que dejaba aún más claro de dónde venía la 
orden''.
Herrera viajó con su esposa a Costa Rica el 23 de diciembre del 2004 en 
una visita familiar a su suegro. Desde San José operó como 
fotorreportero de AP para Centroamérica y el Caribe, hasta que en marzo 
del 2005 trató de regresar a La Habana para ocupar una plaza de la 
agencia que había quedado vacante.
De acuerdo con las regulaciones migratorias cubanas, los ciudadanos 
nacionales pueden salir temporalmente por 11 meses sin perder su derecho 
a residir en la isla.
''Pero mi caso estaba marcado'', indicó Herrera. ``La Embajada de Cuba 
en Costa Rica me dijo que el permiso para entrar debía reclamarlo desde 
La Habana, lo cual era un absurdo''.
Todas las gestiones hechas en Cuba fueron infructosas. El nacimiento de 
Victoria condicionó por un tiempo la permanencia del matrimonio en Costa 
Rica hasta que decidieron venir a Estados Unidos.
Graduado del Instituto de Diseño Industrial de La Habana en 1996, 
Herrera se dedicó inicialmente a la publicidad y la moda antes de 
ejercer como fotorreportero de Bohemia.
Pero desde mucho antes había comenzado a acumular fotos que se 
integrarían posteriormente a su proyecto Cuba Dura, dedicado a 
testimoniar la vida cotidiana y las dramáticas contradicciones del 
socialismo en la isla.
Cuba Dura fue su carta de presentación para la beca Joop Swart 
Masterclass de WPP que presentó en Amsterdam en el 2000, y cuenta 
actualmente con más de 600 fotos.
''Es una propuesta visual que pretende demostrar el carácter surrealista 
del comunismo en Cuba'', manifestó Herrera. ``No es sólo una ambición 
profesional, sino también un intento personal por entender mis raíces y 
la actitud de mis padres, un cubano y una rusa, que viven en Cuba y 
ambos siguien defendiendo las ideas comunistas, aunque con diferentes 
matices''.
Las fotografías de Herrera pueden verse en www.cristobalherrera.pintarte.org
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