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Monday, July 02, 2007

Bayonetas sutiles y usadas

Bayonetas sutiles y usadas
Raúl Rivero, El Nuevo Herald, 01 de julio de 2007.

Madrid -- Luis Milián Fernández en su celda de castigo era invencible.

Joven, fuerte, brillante, enamorado de la vida y seguro de que él es
nada más que un hombre decente que lucha por vivir en un país libre, el
médico convertía aquel pedazo del infierno en un ámbito de serenidad y
reflexión.

Allí, en el primer hueco del pasillo 2, donde dos reclusos comunes se
suicidaron y otro salió directo para el paredón de fusilamiento, el
santiaguero Milián escribía versos y cartas a su esposa. Dibujaba
historietas de animales fantásticos y célibes para sus pequeños hijos
que lo miraban asombrados desde una foto de cumpleaños que perdía el
color con dos o tres calidades de humedad.

Desde esa cueva, concebida por la ingeniería pervertida de los
comunistas criollos para convertir a los seres humanos en una ruina de
carne y sentimientos, el doctor Milián les recetaba a gritos a sus
vecinos y compañeros de viaje en el tormento. Ya fueran reclusos de su
misma causa, un condenado a cadena perpetua o cualquiera de los dos
condenados a muerte (Martillo y el Mecánico) que lo acompañaban en aquel
año de gracia del 2003.

Luego, cuando pasó a los destacamento con los presos comunes, siguió en
esa misma coraza sin capitulación. Los reclusos más peligrosos y
violentos lo vieron siempre como un hombre tranquilo, reconcentrado, sin
una sola concesión con los abusos de los carceleros. Un tipo silencioso,
inmerso en sus libros, que lo mismo compartía el pan de boniato y las
espinas de pescado que servían como cena, que daba un consejo de salud y
una frase de afecto.

Un tipo cordial sin ser obsequioso. Alguien que disfruta mucho más las
alternativas de su mundo interior. Un devoto de la libertad individual,
pero que no llega a ser un ermitaño.

Ahora entra en su cuarto año de prisión (está condenado a 13 desde la
primavera negra) y los expertos de Cárceles y Prisiones lo tienen, desde
el 2005, en el Departamento de Siquiatría del acreditado presidio de
Boniato, en Santiago de Cuba.

Lo que no han podido alcanzar mediante los procedimientos tradicionales
del dolor físico y los sitios peligrosos, infectados y lóbregos lo
quieren conseguir mediante la otra practica normal de aquellos expertos
en las fronteras de la resistencia humana salidos de los cursos
soviéticos y entrenados en el español precario de los mandos militares
de la isla.

Así es que el doctor Milián comparte su celda con pacientes
siquiátricos: obsesivos, esquizofrénicos y neuróticos depresivos.
Algunos han hecho intentos de suicidio o se han mutilado frente al médico.

Otros días lo dejan solo. Después, regresan los enfermos de manos de los
carceleros en un intento de desestabilizar emocionalmente al preso
político que presenta, ya a estas alturas, dificultades para conciliar
el sueño, problemas para leer y escribir y frecuentes estados de ansiedad.

El médico sufre también ciertas dolencias, como un enfisema pulmonar,
pérdida del oído y un tumor óseo en el húmero izquierdo, que se niega a
atenderse porque no confía en los servicios médicos del centro
penitenciario.

El paso del tiempo y la obsesión de la dictadura, el odio conque asume
las posiciones cívicas de los ciudadanos ponen en riesgo la salud mental
de un joven intelectual cubano y, eventualmente, su vida. Como es el
caso de otros muchos presos políticos que viven en pocilgas, casi sin
alimentos, con deficiente atención médica y sometidos a golpizas y malos
tratos.

Es cierto que hay muchos caminos para alcanzar soluciones al llamado
problema cubano que, por cierto, tiene nombres y apellidos. Hay muchos
caminos, pero todos comienzan, deben comenzar, a la mañana siguiente de
que el doctor Milián y todos los otros presos políticos cubanos duerman
la primera noche libres en sus casas, con sus familias.

http://www.cubanet.org/CNews/y07/jul07/02o19.htm

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