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Wednesday, May 30, 2007

Una guerra perdida

Sociedad
Una guerra perdida

La gran paradoja de la persecución de las antenas parabólicas, es que
sólo consigue estimular el consumo de lo prohibido.

Eva González, La Habana

miércoles 30 de mayo de 2007 6:00:00

Si en algo se manifiesta claramente la debilidad del gobierno es en su
pánico a las antenas parabólicas, a internet y a cualquier otra
alternativa que permita a los ciudadanos de la Isla atisbar aunque sea
una parte del mundo más allá de nuestras fronteras. Sobre todo, les
causa horror que la gente tenga acceso a informaciones de cualquier tipo
que escapen a la férrea censura de las autoridades.

Por eso a nadie debe extrañar el exagerado despliegue de operativos
policiales que persiguen la señal, fundamentalmente en la capital, y
movilizan sus fuerzas y su "técnica" por barrios, calles y azoteas de la
ciudad, con el fin de ocupar los equipos y castigar a los trasgresores.

Sin embargo, es una guerra perdida. Pasados unos días de la batida en un
barrio y ya se reinstalan los equipos y la gente se apoltrona frente a
sus televisores para entregarse a la fantasía de escapar de la realidad,
los noticieros, la Mesa Redonda, el desgastado adoctrinamiento, las
eternas efemérides… y de cuanta ideología inútil se pretende inocular
desde las emisoras nacionales.

El pretexto declarado del gobierno es la supuesta "batalla contra la
ilegal señal enemiga (TV Martí) que invade nuestro espacio"
(equivalente, por tanto, a una invasión del Imperio), pero lo cierto es
que prácticamente ninguno de los ya muchos que se conectan a la red
clandestina de "la antena" son usuarios de ese canal.

La población, hastiada de batallas —la de ideas y las de la vida
cotidiana—, suele consumir productos más comerciales: deportes,
programas de participación, telenovelas, películas, animados para los
niños y, por supuesto, las noticias del Canal 23. Para muchos
afortunados que "se conectan", uno de los programas más vistos es el del
periodista Oscar Haza, curiosamente también uno de los más temidos por
las autoridades de la Isla.

Un raro síntoma

La gran paradoja es que tamaña represión oficial sólo consigue a la
larga acicatear el consumo de aquello que no se puede ver. De manera que
se produce una estrategia de marketing a la inversa: si lo que ofrecen
las televisoras nacionales es deleznable y dicen que es "lo bueno",
habrá que buscar a toda costa "lo malo" que se capta antena mediante.
¿Por qué será que la policía persigue con tanta saña las fuentes de esas
emisiones y sus redes? Así, después de cada operativo, son más los que
se conectan a la red clandestina. El gobierno tiene, pues, el mérito de
haber fomentado el interés por la señal que declara enemiga.

Por otra parte, no deja de ser un raro síntoma la persistencia de los
operativos en torno a la antena, aun conociéndose que tales batidas son
absolutamente impopulares. Es decir, la población, que asiste impávida a
las noticias relativas al decomiso de bienes derivados de la
malversación y de otras formas de corrupción, no comprende cómo puede
resultar ilegal o lesivo "al pueblo" el disfrute de Sábado Gigante o de
las telenovelas de turno.

Sobre todo, los cuestionamientos suben de tono por cuanto se conoce que
los representantes de las clases selectas —funcionarios, dirigentes,
gerentes, representantes de firmas extranjeras, en fin, los ungidos—
tienen acceso a las emisoras de televisión extranjeras y también a
internet. Claro, que estos elegidos de la fortuna, amparados bajo la
sombrilla oficial, no constituyen peligro para el gobierno. Más bien son
sus contrafuertes, guardianes y su sostén.

http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/una-guerra-perdida/(gnews)/1180497600

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