2007-03-30.
Aláin Ramón Gómez Ramos, Periodista Independiente, Cubanacán Press
El Partido es hoy el alma de la Revolución cubana, Así pregona un cartel
en las afueras de la tienda recaudadora de divisas La Riviera, en las
proximidades de la carretera central banda Esperanza en la ciudad de
Santa Clara.
Quien conozca al Partido Comunista de Cuba de estos tiempos sin dudas
daría toda la razón a lo plasmado en el mencionado cartel. Existen dos
tipos de almas, las buenas y las malvadas. El alma de la Revolución
cubana es de las malvadas, es más oscura que el mismo infierno.
El Partido Comunista de Cuba es el instrumento de implantar el
terrorismo de estado a los nobles ciudadanos cubanos. Los partidistas
dirigidos por los órganos de la Seguridad del Estado son las marionetas
encargadas de reprimir a los opositores pacíficos y activistas de
derechos humanos.
El doble rasero del castrismo solo es creíble por quienes viven
sometidos en él. Mientras el señor Felipe Pérez Roque, ministro de
Relaciones Exteriores recorre el mundo hablando sobre la defensa de los
derechos humanos el partido donde milita grita a toda voz: abajo los
derechos humanos.
No importa violar las leyes ni la constitución, el único fin es aplazar
lo inevitable, el cambio que se ve venir por la inaguantable falta de
libertades que sufre el pueblo cubano.
La violencia que es el último recurso de los desesperados, puede verse
en los ojos de los partidistas cuando en grupos de más de cien arremeten
en turbas y actos de repudios contra cualquier manifestación adversa a
los intereses mezquinos del régimen.
Los líderes de estas revueltas son tan cobardes que ni siquiera se
identifican, conocen bien el oficio del terrorismo. En las calles,
cuando me doy paso con alguno de ellos he podido sentir su miedo. No los
mueve una idea, son simples maquinarias limosneras al servicio de un
sistema conectado a una red.
Los métodos del alma criminal comunista son diversos, abarca la mentira,
el miedo, el abuso, la difamación, el chovinismo y el nepotismo que como
máxima expresión se aprecia en los hermanos Castro.
El descaro de los dirigentes comunistas es tan grande que su propia
carga es imposible de llevar. Exigen al pueblo enormes sacrificios
cuando en su mayoría viven con privilegios inalcanzables para un cubano
medio.
Hablan sobre el enfrentamiento a la corrupción y son los que en el
barrio a la vista de todos los vecinos trapichean, inventan y compran
todo cuanto les place.
Hablan de resolver los problemas de la población y cuando hace falta la
acción todo queda en promesas y cuentos.
En el mundo no existe una organización que se reúna tantas veces al año
como lo hace el Partido. Siempre debatiendo lo mismo. ¿Qué se puede
esperar de estos sujetos incapaces siquiera de mejorar el pan nuestro de
cada día?
El descrédito del Partido Comunista de Cuba va de mal en peor. Cuarenta
y ocho años es más que suficiente para juzgar un alma endemoniada y
perversa.
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