La Orotava"*
2007-2-3
Por Manuel de Paz Sánchez.
Universidad de La Laguna.
Jorge Mañach, tal como ha destacado Castellano Gil, planteó la
existencia de una dinámica histórica determinada por la fluctuación de
dos fuerzas contrarias, que designó con los nombres de singularismo y
pluralismo. El primero estaría caracterizado, según Fernández Callejas,
por la actuación católico-reaccionaria de la Metrópoli que, "encerrada
en la torre feudal de su pensamiento único", rechazó y combatió con
todas sus armas cualquier criterio que pudiese poner en peligro su
predominio y estabilidad. Sus elementos constitutivos serían, pues, la
intolerancia, el fanatismo, los monopolios, la autocracia y la tiranía.
La segunda fuerza, por el contrario, venía a simbolizar la tolerancia
por excelencia, el libre pensamiento, el debate científico como fuente
del progreso y el imperio de la razón.
El pluralismo, en fin, estaría representado por la masonería cubana,
cuyos antecedentes más remotos se hacen coincidir con la invasión del
Conde de Albemarle, que introduce en Cuba los fundamentos de la Reforma
inglesa, con su espíritu de tolerancia, su libertad, su amplia
concepción del libre comercio y el sentido igualitario de la justicia.
Más tarde, la influencia de los emigrados franceses de Haití, en los
primeros años del siglo XIX, y el establecimiento de la primera logia
cubana, El Templo de las Virtudes Teologales, serían las piedras
angulares del ideario emancipador manifestado a través de las
conspiraciones de Román de la Luz, Soles y Rayos de Bolívar y La Gran
Legión del Águila Negra, entre otros organismos que, de acuerdo con una
tradición típicamente hispanoamericana, gozaron de la influencia
masónica, aunque no eran otra cosa que grupos de carácter revolucionario
o conspirador, auspiciados en ocasiones por los gobiernos de la América
insurgente como forma de crear malestar en el penúltimo frente español
en el Nuevo Mundo.
Esta supuesta tradición nuclear de la masonería cubana culminaría, en
1862, con la creación del Gran Oriente de Cuba y las Antillas, que ha
sido presentado por los masonólogos cubanos como el instrumento cultural
y filosófico orientado, en esencia, a culminar el ansiado ideal de la
independencia nacional, verdadera y casi única fuerza motriz, en este
contexto, de la masonería cubana. No obstante, el disgregamiento del
Gran Oriente de Castro en 1868 y el levantamiento iniciado por Céspedes
el 10 de octubre, no supuso una paralización de las actividades
masónicas, pues según esta corriente historiográfica cubana, la
masonería trasladó sus logias a la manigua y, "entre combate y combate",
continuó celebrando sus trabajos ordinarios y llevando a cabo su labor
cultural y patriótica.
Sin embargo, sostiene Castellano Gil, por el momento no existe
suficiente documentación que permita rubricar tales actividades, y de
hecho la desaparición del Gran Oriente de Cuba y las Antillas pareció
ser sintomática de todo lo contrario. Además, la escasa presencia de
logias masónicas en la zona insurrecta, durante la Guerra de los Diez
Años, es otro argumento poco valorado por la historiografía antillana.
La Paz del Zanjón, en 1878, tampoco supuso un obstáculo, según la
teoría que venimos esbozando, para olvidar el "propósito de la masonería
de alcanzar la libertad a toda costa", y aunque los denominados
paladines masónicos se dispersaron por tierras del exilio o quedaron en
la Isla para tratar de mantener el "contacto y la propaganda interior",
se llega a indicar que, cuando el general Antonio Maceo arribó a Panamá,
lo primero que hizo fue afiliarse a una logia masónica al objeto de
seguir trabajando, lo mismo que el resto de los líderes masones exilados
en el Continente, con el propósito de liberar a Cuba de la dominación
española.
Fernández Callejas, empero, reconoce que los vínculos entre la
masonería y los conspiradores revolucionarios no están claramente
determinados, debido a las carencias de documentación probatoria, pero
no duda en atribuir un papel singular a la masonería en el proceso
emancipador antillano, durante la etapa anterior al primer gran
estallido bélico (1868-1878). Otros autores sostienen, empero, que los
masones conspiraron frecuentemente, pero no así sus talleres, quizás
para salvar las reticencias ortodoxas sobre la prohibición existente en
la masonería en lo tocante a tratar en logia cuestiones políticas o
religiosas.
Con todo, no deja de ser llamativo que la historiografía masónica
cubana se haya preocupado en menor medida a la hora de aplicar a la
Guerra de Independencia (1895-1898), el esquema propuesto para las
etapas anteriores. En este sentido, sólo se recurre al consabido tema de
la filiación masónica de los próceres del movimiento emancipador,
comenzando por José Martí, cuya iniciación en la capital de España no ha
podido ser probada documentalmente, y, también a la más o menos presunta
adscripción masónica de otros dirigentes mambises como Juan Gualberto
Gómez, Antonio Maceo, etc., con objeto de resaltar los vínculos entre la
masonería y el movimiento independentista. Uno de los escasos autores
cubanos que han terciado en el asunto, Eduardo Torres Cuevas, plantea al
respecto que, en realidad, esta última fase de la contienda
independentista, la correspondiente a 1895-1898, se sustentó
principalmente en la estructura organizativa de los partidos políticos,
especialmente en el Partido Revolucionario Cubano, fundado por Martí.
La implantación sistemática de la masonería en Cuba se produjo, de
hecho, a mediados del siglo XIX, cuando levantaron columnas en Santiago
de Cuba las logias Fraternidad y Perseverancia, erigidas ambas en 1857.
En 1859, el masón Andrés Cassard, delegado del Supremo Consejo de
Charleston, fundó en la citada capital oriental el Supremo Consejo de
Colón para Cuba y demás islas de las Indias Occidentales, organismo que
acabó trasladándose a La Habana en 1882. En ese mismo año de 1859 se
erigió también, en Santiago de Cuba, la logia San Andrés, que junto a
los talleres anteriormente mencionados constituyó la Gran Logia de
Colón. Esta obediencia vio crecer sus logias en poco tiempo, mas, el
establecimiento del Gran Oriente de Cuba y las Antillas en 1862 por
Antonio Vicente de Castro provocó una crisis.
Tras una serie de divisiones internas, la masonería cubana trabajó a
favor de la consecución de un cuerpo masónico unido y, desde finales de
la década de 1870, se realizaron diversas gestiones en este sentido. En
enero de 1880, la Gran Logia de la Isla de Cuba y la Gran Logia de Colón
decidieron fusionarse y crearon una nueva obediencia que se denominó
Gran Logia Unida de Colón e Isla de Cuba, cuyo primer Gran Maestre fue
Antonio Govín. Los 44 talleres que formaron parte del nuevo cuerpo
masónico reunían una cifra no inferior a los 2.793 miembros.
Por su lado, las obediencias españolas peninsulares, Grande Oriente de
España, Gran Oriente Nacional de España y el Gran Oriente Español, entre
otras, tuvieron también, desde comienzos de la década de 1870,
representación masónica en la Perla del Caribe, a través de diversos
organismos de carácter provincial.
En conjunto, las obediencias españolas peninsulares tuvieron una
representación cubana muy significativa, y ello pese a su implantación
relativamente tardía. En tal sentido, llegaron a contar con más de 200
logias en unos momentos en que, en la capital de España, apenas se
superaban los 170 talleres y, en regiones tan importantes como Cataluña,
la cifra no pasaba de 177 logias. Puede afirmarse, pues, al menos desde
el punto de vista cuantitativo que Cuba fue, después de Andalucía, el
foco masónico más importante de España. En tal sentido, estudios
recientes han permitido contabilizar cifras próximas a los 8.000
masones, de los que unos 5.000 dependían de las organizaciones masónicas
de la Península, si bien se trataba, con frecuencia, de masones criollos
que, en cantidades sumamente significativas, engrosaban muchas de estas
logias de obediencia española y que, en diversas ocasiones, mostraron
vivas muestras de españolismo militante. De todo ello podríamos deducir
que la realidad histórica de la masonería cubana es ciertamente más
compleja de lo que, en términos generales, han manifestado sus
defensores y, también, sus detractores más enconados.
La logia canaria Taoro y la independencia de Cuba
En efecto, frente a la tesis que ha defendido, durante décadas, un papel
preponderante de la masonería en los procesos emancipadores de los
antiguos territorios del Imperio español, incluyendo naturalmente Cuba y
Puerto Rico, los resultados de la investigación más reciente ponen en
cuestión la presunta relevancia de la Orden respecto a dichos procesos,
puesto que, entre otras razones, cuando se produce la ruptura con la
Metrópoli de algunos de esos territorios ni siquiera existían logias
masónicas establecidas en los mismos. Esta relativización podría
cimentarse, además, en el hecho de que sea precisamente Cuba, pionera en
cuanto al establecimiento de obediencias masónicas respecto a muchos
países de la América continental española, el último territorio que,
junto a Puerto Rico, se separa de la Corona española. La tendencia
dominante entre los estudiosos es que hay que valorar la actuación de la
masonería en un contexto adecuado, estudiar caso a caso y, en
definitiva, no sobredimensionar ninguno de los factores que intervienen
en el proceso emancipador, y menos aún el del papel que, en determinados
casos, pudo jugar la masonería y, sobre todo, diversas sociedades
secretas, inspiradas algunas formalmente en la Orden del Gran
Arquitecto, pero con unas características y unos objetivos muy
diferentes, por lo general de carácter político.
En este sentido, no constituye una excepción especial la logia Taoro, nº
90 de La Orotava (Tenerife), fundada en 1874 bajo la obediencia del
Grande Oriente Lusitano Unido como la mayoría de los talleres masónicos
españoles durante esta época. En 1879, a raíz de la denominada crisis
constitucional masónica del año anterior, cuando la mayoría de las
logias españolas se separaron de la obediencia portuguesa a causa de la
reforma de la Constitución del Grande Oriente, que perjudicaba en
algunos aspectos sus intereses y que, de hecho, surgía del temor de los
portugueses al excesivo peso específico de los talleres españoles,
Taoro, nº 90 se separó también de la citada obediencia, ofendida en sus
sentimientos como logia española y, además, se pronunció a favor de la
creación de una obediencia nacional como el gran sueño de los hiramitas
hispanos.
Ahora bien, este taller canario no dudará en dar pruebas de tolerancia y
solidaridad hacia, al menos, dos de sus miembros cubanos de origen
isleño. Uno de ellos, Tomás Acosta, oriundo de La Palma, natural de La
Habana y propietario, solicitó formar parte del taller orotavense en
julio de 1875, por lo que, como era preceptivo, se emitieron los
correspondientes informes por tres miembros de la logia, quienes
coincidieron en destacar las bondades del candidato y, asimismo, "que
dicho individuo hace cosa de seis años que ha vivido en los Estados
Unidos de América, de donde se trasladó a la Habana, para luego hacerlo
a esta Villa: que durante los tres o cuatro meses que reside en ella ha
observado una conducta intachable, su carácter es afable: ama a su
patria, la que tubo que abandonar a causa de los abusos cometidos por
los tiranos que la gobiernan, y explotan, contra los que aspiran a su
libertad en virtud de un derecho natural y legítimo que todo ciudadano
libre y honrado debe ejercitar como lo ha hecho Acosta; y por último
posee la instrucción necesaria para comprender las cuestiones que
tienden al fin de nuestra Orden".
En segundo lugar tenemos el ejemplo de Ramón González del Socorro. Un
dirigente muy conocido en los círculos del exilio revolucionario cubano
en Florida. Según Paul Estrade, en su excelente biografía de José Martí,
el periódico Patria lo calificaba en 1892 de "universalista con ideas
redentoras". En abril del año indicado, este líder sindical de los
tabaqueros de Cayo Hueso (el "Matusalén" del Proletario), declaró que
buscaba "aún más allá de la república política la realización del estado
perfecto, de la sociedad ilustrada, libérrima, feliz del porvenir".
Entre 1892 y 1895, matiza el profesor Estrade, los tabaqueros de Tampa y
Cayo Hueso proporcionaron la base de la masa del Partido Revolucionario
Cubano. Se trataría, pues, de un hecho excepcional "en el movimiento
mundial de emancipación nacional cuanto que se comprometen así sin hacer
abstracción de sus condiciones ni de sus aspiraciones de proletarios".
Es más, en el debate que tiene lugar sobre este tema en el Cuerpo de
Consejo de Cayo Hueso en mayo de 1892, prevaleció el punto de vista de
Carlos Baliño, frente a las tesis de González Socorro, "al exponer el
primero que se había incorporado al PRC siendo él tan obrero como
cubano". Nuestro personaje ocupó, además, la Secretaría del Cuerpo de
Consejo de Tampa, durante los primeros meses de funcionamiento del PRC
y, además, presidió el club revolucionario "Unión y Libertad" de Cayo Hueso.
Ramón González del Socorro, natural de Matanzas (Cuba) y oriundo de
Tenerife, tabaquero de profesión y deísta, solicitó en marzo de 1878
formar parte de la logia Taoro, nº 90. Tenía veinticinco años, según
declaró en la solicitud de admisión, y fue presentado a la logia por
Fernando Pineda. Precisamente, en su expediente se conserva una carta
que, el 20 de abril de 1878, dirigió a Pineda José D. Poyo y Estenoz
(más tarde director de El Yara, estrecho colaborador de José Martí y
destacado dirigente del exilio revolucionario cubano), quien, con el
prestigio masónico que le otorgaba su condición de "fundador y tres
veces Pasado Maestro de la Respetable Logia Dr. Félix Varela, nº 64, de
Libres y Aceptados Masones" de Key West, bajo los auspicios de la Gran
Logia del Estado de Florida, manifestó "que no tenemos ningún
antecedente que perjudique la buena opinión y fama de que goza el citado
González del Socorro; por cuyo motivo le creemos digno de ingresar en
nuestra augusta institución".
González del Socorro sólo permaneció unos meses en el seno del taller
de La Orotava, pues, el 2 de diciembre de 1878, se despidió de sus
"hermanos" con el discurso que reproducimos a continuación, verdadera
joya inédita para la historia de la masonería española y del exilio
revolucionario en Florida, a través de uno de sus protagonistas. Los
masones canarios, estrechamente vinculados a Cuba como el resto de los
pobladores del Archipiélago, parece que, sin cuestionar en principio su
propia españolidad, sí comprendían las causas que llevaban a la Gran
Antilla a luchar por su independencia, en el contexto de un ideario que
concebía la libertad como uno de sus principales ejes vertebradores.
A favor de la independencia de Cuba: discurso de despedida de González
del Socorro a sus hermanos masones de Taoro, nº 90
V:. M:. y QQ:. HH:.
Permitidme que os dirija esta noche la palabra para expresaros mi
gratitud por todo lo que os debo desde que tuve la honra de ser admitido
por primera vez en el recinto luminoso de este Aug:. Temp:.
Los embates de una vida política azarosa han arrancado al seno de mi
patria millares de sus hijos, que diseminados por la vasta superficie de
la tierra, buscaron un asilo temporario a su infortunio, mientras que
otros, quizás más predilectos, sellaron con su sangre y con su vida la
unánime protesta de un pueblo esclavizado y oprimido que alzando la
cerviz con noble orgullo, arroja al rostro del tirano sus cadenas.
Dos lustros hace hh:. míos, que comenzó para mi hermosa patria esa
historia de páginas heroicas y sublimes; tesoro de epopeyas inmortales;
santuario de grandezas y martirios. Durante esos diez años de
vicisitudes y de constante y denodada lucha por la más generosa de las
aspiraciones que puede abrigar el corazón humano, la libertad innata en
la conciencia de todos los seres racionales; durante esos diez años de
abnegación sin paralelo en las revoluciones de su especie, yo como una
parte considerable de mis compatriotas, he compartido el negro pan del
ostracismo ablandado con lágrimas amargas, lejos de aquel pedazo de
tierra exhuberante en donde ví la luz de la existencia; he llorado en
países extrangeros las acerbas desventuras de mi patria; he trabajado en
la medida de mis fuerzas por la consecución del fin grandioso que
aquella revolución se proponía, y por más que repugna a mis principios
la idea de la guerra, crimen perdonable cuando es la Razón la que a ella
nos impele; por más que nunca el odio ha llegado a envenenar mis
sentimientos con su maligno virus, yo, qq:. hh:., obedeciendo a la voz
de mi conciencia, impulsado por el más santo de los deberes, acepté con
todas sus funestas consecuencias la causa de mi patria, que era la causa
de la Humanidad, de la Justicia y del Honor, defendida en los campos de
la preciada Antilla por un grupo de sus hijos más dignos y valientes.
El tiempo ha transcurrido inexorable y lento, y con él han ido
sepultándose en el pasado las glorias y las sombras de aquella lucha
colosal cuyos resultados han sido trescientos mil cadáveres y la
orfandad, las lágrimas y el luto que esta clase de efervescencias han
producido siempre. ¡Cuán terrible es la guerra hh:. míos! ¡Una
revolución es el tremendo azote de todas las desdichas cerniéndose a la
vez sobre un país! ¡El Hombre creado por Dios para regenerarse y hacer
más pura y más perfecta su entidad moral por medio de la práctica de
todas las virtudes; el Hombre llamado a ser la Caridad, la Perfección,
convertido en exterminador de su propia extirpe, en destructor de su
misma grandeza y en violador de su misión sublime y sacrosanta!
¡El Hombre enemigo de sus semejantes; un puñado de seres racionales
matándose los unos a los otros; los miembros de una misma raza, los
descendientes de una misma familia, los hijos de una misma madre,
cebándose cual bestias feroces en la sangre de sus hermanos ante la
Sociedad y ante el Eterno! La Razón, la Virtud, la Luz, la injusticia,
la maldad y las sombras en amalgama cruenta confundidas, y todo porque
aun la Sociedad no ha llegado a ilustrarse lo suficiente para despreciar
el interés mezquino que embota los sentidos y sirve de aliciente a las
pasiones!
Sí, qq:. hh:., la Sociedad aún se deja fascinar por el doloroso y
mísero oropel de que los vicios y el orgullo se revisten: sí, la
ignorancia torpe se alucina; la vanidad maldita se enloquece; la
ambición execrable se agita y exaspera ante el falaz aspecto del
nauseabundo lucro. La ambición es el alma de todos los despotismos, de
todas las opresiones, de todos los vicios, de todos los crímenes; el
interés el germen de todas las desgracias, de todas las afrentas, de
todas las miserias; el egoísmo es la causa de todas las usurpaciones, de
todas las perversidades, de todos los horrores. Los vicios y el orgullo
son el inicuo origen de ese espíritu de absorción insaciable y de
dominio de que todavía vive poseído un número considerable de los hombres.
Yo detesto la guerra hh:. míos y desde lo más íntimo de mi conciencia
he protestado siempre contra ella. La guerra en mi concepto es uno de
los cataclismos sociales más horribles: pero en el Mundo, en el
Universo, en la Naturaleza todo está sugeto a leyes invariables que
tienen que cumplirse, pues tal es la voluntad divina del G:. A:. del U:.
La guerra como todas las evoluciones físicas y morales es una de esas
imprescriptibles necesidades que emanan de lo alto y el hombre debe
doblegar la frente ante el fallo imperioso con que esa ley providencial
le ordena ahogar su más irreprensible repugnancia.
Ah! Cuantas veces el deber nos obliga a sacrificar profundas
convicciones en pro del bienestar de aquello que amamos con noble y
desinteresado ardor. La Patria, la familia, el pueblo en que nacimos, el
hogar, la sociedad, la Humanidad de que formamos parte y de cuya
felicidad depende el porvenir; todo esto ¿qué implica, sino nuestros
deberes y derechos para con los demás que en torno nuestro comparten la
existencia?
El Hombre todo se lo debe a su Creador, escepto su propia personalidad
que pertenece al mundo en que vive, a la patria que encierra sus más
caras afecciones, a la familia que forma sus más tiernas y dulces
simpatías, a su pueblo natal que guarda sus recuerdos más queridos, al
hogar que le trae a la memoria los halagos más puros y afectuosos que
hicieron su niñez hermosa y apacible, a la Humanidad en fin que le
demuestra a todas horas su misión envidiable y magestuosa.
¡Dichoso aquel que es llamado a bañar en la gloria un nombre
inmaculado! ¡Feliz aquel que lega a la posteridad el ejemplo de la
abnegación y del civismo que inmortalizan y ennoblecen siempre! ¡Baldón
al que se abstrae ante el dintel de la inmortalidad y del honor que
ilustran y engrandecen! ¡Execración al ciego que se abisma en el crimen,
dejándose arrastrar por la ambición maldita que pierde y asesina la
conciencia!
La guerra qq:. hh:. es grandemente horrible, pero, también es
grandemente honrosa, cuando uno de los beligerantes obra en defensa
propia, o tiende a la conquista de sus fueros hollados por un poder
injusto y arbitrario; cuando uno de los partidos contrincantes lucha por
arrancar de las manos de un déspota sus libertades patrias; cuando es la
causa de la Humanidad y de la Justicia la que por medio de las armas se
defiende; cuando se han tocado todos los resortes para evitarla, sin que
el poder que oprime acceda a las demandas de su víctima, entonces ese
pueblo, ese partido, esa causa, esa lucha, son a los ojos del Eterno
grandes y esclarecidos, porque el hombre que compra con su sangre la
felicidad de su país, obedece sí las inspiraciones del Sup:. Hac:. del
Univ:., y sus hechos así como la causa que defiende no pueden, no deben
confundirse con el crimen.
La culpa de esos desastres de que tantas hecatombes son el resultado
más visible, el legado aparente; la culpa de esas catástrofes que dejan
tras de sí la ensangrentada huella de la devastación, la muerte, el luto
y la orfandad, la tienen los que mirando solo a sus particulares
intereses oprimen y atropellan a sus semejantes, sumiéndoles en
afrentosa servidumbre, para explotarlos por medio del terror, trocando
en torcedor adusto y criminal el abrazo de hermanos que deben a su
prójimo, en perjuicio de quien abusan del poder y de la fuerza.
He aquí porque la guerra es admisible; he aquí porque desde los
tiempos más remotos la aureola del martirio viene ciñendo tantas frentes
venerandas y la civilización surgiendo magestuosa de entre el fragor de
las batallas, se presenta cual iris halagüeño en el limpio horizonte de
los pueblos que más han combatido el despotismo, cuando la aurora
hermosa de la paz disipe con sus rosados resplandores las tinieblas
aciagas del afrentoso servilismo.
Pero, ¿cuánto más bello, cuanto más grato y más en consonancia con los
santos principios de la moral universal, no sería el progreso ageno a
los estragos de la guerra? ¿Cuánto más elocuente no sería el progreso
bajo los auspicios loables y fecundos de la Paz? ¡Qué cuadro tan
brillante, que espectáculo tan glorioso ofrecería el Mundo, hh:. míos,
si deponiendo vanas presunciones, fatales y mezquinos intereses,
aspiraciones torpes y egoístas, los hombres todos marchásemos unidos a
la consumación del magnífico fin a que la Humanidad aspira y al cual, no
lo dudéis, ha de llegar el Mundo dentro de pocos siglos, pues ya se
dejan ver en lontananza los rayos fulgurantes de esa alborada espléndida
precursora del día luminoso en que fijo en el cenit de la dicha el Sol
de la Verdad difundirá su lumbre bienhechora por la vasta región del
Universo.
Vosotros como yo participáis de esa esperanza; contempláis como yo las
formas en que se manifiesta el adelanto a nuestros ojos y admiradores de
esas metamorfosis gigantes, veis hundirse en el fondo del olvido las
dudas y el error de siglos anteriores; veis morir los principios que
fueron respetados en épocas lejanas; veis desaparecer en las ignotas
sombras de los tiempos las viejas tradiciones y nacer de la bruma que
ocultan sus vestigios las ideas modernas, los pensamientos de la época,
más en armonía con la civilización; más amoldados a la cultura y a la
ilustración a que ha llegado el Hombre en nuestros días.
¡Ojalá qq:. hh:. que nunca el negro desengaño, que la contraria y dura
realidad no acibaren jamás vuestros corazones con pruebas tan tremendas
como la que yo he visto soportar a mi país! Plegue al G:. A:. del U:.
que estas islas acariciadas por el cierzo bendito de la paz y arrulladas
por el canto feliz que entonan los soldados del trabajo, conserve esos
halagos y escuche esas canciones placenteras mientras las frescas rachas
del Océano se dejen deslizar entre las plantas y las flores de sus
feraces campos y se oiga el manso ruido de las olas al estrellarse
contra las apartadas rocas de sus gentiles costas!
Pero, no debo molestar más vuestra atención. Voy a concluir.
La suerte, hh:. míos, ha querido que antes de regresar a mi país
después de una penosa emigración en la cual han pasado los años más
floridos de mi vida, viniese yo a la tierra dichosa de mis padres en
donde tuve el grandísimo honor de conoceros y de unirme a vosotros por
los estrechos vínculos de la fraternidad masónica. Benignos habéis sido
para conmigo, y jamás olvidaré la afectuosa acogida que me habéis
dispensado desde entonces. Indigno fuera yo si no procurara al
despedirme hacer patente mi agradecimiento hacia todos los obreros de
este Tall:. aug:. de quienes tantas consideraciones he tenido ocasión de
agradecer: por esto quiero demostraros mis buenos deseos, mi
agradecimiento eterno al separarme de estas hospitalarias playas cuyo
recuerdo llevaré impreso en mi imaginación, pues no es posible que se
borre de mi memoria este país en donde ví la luz de la Verdad,
realizando mis sueños de esperanza.
Desde hace mucho tiempo ansiaba yo pertenecer a esta Institución
grandiosa, a esta agrupación de hombres escogidos dispuestos a
contribuir al bien de la Humanidad; a esta Asociación de obreros del
progreso, de soldados de la Civilización y apóstoles de la Verdad y la
Virtud, que como los antiguos argonautas siempre al lado del débil, del
oprimido, del desdichado, tremolan el estandarte protector de la
Justicia, acogiendo a su amparo al infortunio.
Tal fue siempre la idea que yo me había formado de la Mason:. Yo
miraba con recogimiento vuestros Temp:., creyéndoles recinto de riquezas
y prácticas morales, veía con respeto vuestros sencillos distintivos,
vuestras insignias, porque representaban a mi fantasía el símbolo
elocuente del trabajo; os miraba a vosotros y me parecía descubrir en
vuestros rostros algo de sublime que revelaba una intención honrada y un
deseo ferviente de propagar el Bien y la Verdad, de combatir el mal y la
mentira.
Así fue que cuando vosotros me franqueasteis las puertas de este
Temp:. resp:., iniciándome en los misterios de la Ord:., aunque el
raudal de aquella nueva luz hirió de lleno mi pupila, no quedé
sorprendido ni admirado sino que respiré feliz y satisfecho al ver mis
esperanzas realizadas.
Hoy hh:. míos próximo a regresar a mi país, cúmpleme haceros esta
manifestación que espero aceptareis como una humilde prueba de mis
verdaderos sentimientos para con los miembros de esta Log:. madre en que
tuve el honor de conoceros y apreciar en su justo valor las dotes
fraternales que os adornan.
Quiera el G:. A:. del U:. que iluminada vuestra inteligencia por su
divina luz podáis como hasta aquí marchar con paso firme por la senda
del Bien y propagando la idea de esta noble Asociación entre todos
vuestros conciudadanos llegue un día en que ensanchado el cuadro de los
obreros del Tall:. a que pertenecéis, no veáis en torno vuestro fuera de
su seno, sino hermanos, en lugar de antípodas fanáticos, dispuestos a
censurar los actos más llenos de gloria que entre los cuatro muros de
esta resp:. Log:. lleváis a cabo sin otro objeto que el de haceros
dignos del nombre de masones.
Ah!, procurad qq:. hh:. que el número de los miembros de este aug:.
Tall:. se multiplique; que las ideas que son vuestra divisa se difundan;
que los mas:. del Valle de Orotava, aumenten su prestigio entre este
pueblo esclavo todavía de las preocupaciones del error y el fanatismo;
atraed a vuestro lado a todos los jóvenes honrados, a todos los hombres
que puedan por su mérito hacer más conocido nuestro objeto y ese será el
poderoso dique contra el cual veréis despedazarse la calumnia y la
maldad de nuestros inicuos y viles detractores.
Dispensad qq:. hh:. la difusa expresión de mis ideas grandes y buenas,
pero faltas de orden y elocuencia, estad seguros de mi cordial afecto y
confiad en mi agradecimiento inextinguible.
He dicho:
Diciembre 2 de 1878.
Yara, gr:. 3º.
Bibliografía
- BYRNE, Ricardo A.: Apuntes sobre la Historia de la Masonería cubana,
Imprenta el Siglo XX, La Habana, 1913.
- CASTELLANO GIL, José M.: La masonería española en Cuba, CCPC, Santa
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- DE PAZ SÁNCHEZ, Manuel: Historia de la francmasonería en las islas
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- ESTRADE, Paul: José Martí. Los fundamentos de la democracia en
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- FERNÁNDEZ CALLEJAS, R.: Historia moderna de la francmasonería en Cuba.
Su influencia en la independencia cubana, Publicaciones de la Academia
Cubana de Altos Estudios Masónicos, La Habana, 1985.
- FERNÁNDEZ CALLEJAS, R.: Historia de la Francmasonería en Cuba, Ed.
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- MIRANDA ÁLVAREZ, A.: Historia documentada de la masonería en Cuba, La
Habana, 1933.
- TORRES CUEVAS, Eduardo: "Los cuerpos masónicos cubanos durante el
siglo XIX", Masonería española y América. V Symposium Internacional de
Historia de la Masonería española, Zaragoza, 1993, 229-255.
*Título: "Masonería e independencia de Cuba en 1878: el caso de la logia
Taoro de La Orotava"
Ref. X revista : REVISTA DE HISTORIA CANARIA
Clave: A Volumen: 186 Páginas, inicial: 265 final: 275 Fecha: 2004
Lugar de publicación: Universidad de LA LAGUNA
ISSN: 0213-9472
1 comment:
Un artÃculo muy interesante...
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