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Monday, October 02, 2006

Cuba: del callejon sin salida al teatro oprimido

Cuba: del callejón sin salida al teatro oprimido

Marcelo Jiménez Jiménez

Bitácora Cubana, 1 de octubre de 2006 - Holguín, Cuba.

A mediados de la década del 60 del pasado siglo, se puso de moda la
estética neomarxista del teatro del oprimido, llevada a la realidad por
el entonces lírico y lucio teatrista Augusto Gual.

Los del teatro de lo oprimido pretendían ficcionar la realidad a través
de las técnicas dramatúrgicas populares y un poco de denuncia social,
entre ellas estaba el teatro periodístico, donde un grupo de actores
leía casi a mansalva variados anuncios y noticias entremezclados para
causar la sensación de denuncia en el público ocasional, y como era de
esperar, esas técnicas ya no se imparten en las escuelas de enseñanza
artísticas en Cuba, porque, expongo sólo un ejemplo: ¿Qué pasaría si un
actor en su entusiasta grupo teatral improvisara una pequeña diatriba en
torno a la desproporcionada propaganda de la cerveza cristal? ¿Qué
sucedería si a un grupo de jóvenes se les ocurriera entremezclar las
promociones de salud en contra del tabaquismo con noticias, fotos e
imágenes televisivas de la delirante Subasta Habana del llamado mejor
tabaco del mundo? Las respuestas las tienen en el silencio cómplice de
los espectáculos cubanos de artes escénicas, que además de telaraña en
los oídos tienen la boca llena de cemento Pórtland, el mejor cemento de
Cuba.

La respuesta a esas interrogantes está en la pobreza con que los jóvenes
cubanos están mirando al porvenir. Pobreza atraída de los escasos
espacios culturales para el buen pensar de la abundancia de una cultura
de lata, que sin que suene a látigo, no propone más que una Talía,
Shakira y las modelos de lujo del Pop Rock latinoamericano.

No se promueve el arte de lo oprimido, de denunciar al oprimido, porque
inmediatamente habría que denunciar al opresor, y como decía un refrán
hatiano, refiriéndose a Duvalier: "a Papa Doc, ni con la punta de un
dedo". En Cuba contra el gobierno, ni en la pelota, el boxeo o el más
insignificante juego de niño en el barrio. Las tantas veces traída y
llevada mordacidad criolla, esa, a nombre del choteo criollo, que Don
Jorge Mañach llevó a categoría de concepto, está de luto.

La crítica y el poder y el ánimo de criticar, son un fantasma que
recorre las calles del barrio, se mete a las instituciones y no deja de
sacarle la lengua a los más osados, pero nadie la quiere asumir. Nadie
quiere perder lo que tiene. El opresor no tiene quien le escriba o le
diga. El oprimido recoge los bártulos y se va a un teatro a la calle. A
confundirse con los espectadores del callejón, aunque no tenga salida.

Agencia de prensa Jóvenes sin Censura

http://www.bitacoracubana.com/desdecuba/portada2.php?id=3026

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