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Friday, December 23, 2005

Corrupcion: el circulo vicioso

Corrupción: el círculo vicioso
¿Está en condiciones Castro de 'tomar el toro por los cuernos'?
Eva González, Ciudad de La Habana
miércoles 14 de diciembre de 2005

El pasado 17 de noviembre, el Aula Magna de la Universidad de La Habana fue escenario de un extenso, controvertido y amenazador discurso de Fidel Castro. El pretexto de este concurrido acto fue —se dijo— el aniversario 60 del ingreso del "invicto" en el alto centro de estudios. En realidad, igualmente útil hubiese sido la fecha en que mudó el primer diente o estrenó pantalones largos, porque la intención más evidente era anunciar una "nueva campaña contra el delito, la corrupción, y el enriquecimiento ilícito".
En el diario Granma del 18 de noviembre, se publicó en primera plana un artículo de los periodistas María Julia Mayoral y Alberto Núñez Betancourt, con un título que no deja de ser inquietante: "Ratifica Fidel su confianza en que podemos construir la sociedad más justa del mundo".
El apologético artículo trata de resumir en pocos párrafos las más de seis horas de perorata, durante las cuales Castro arremetió contra "los errores internos", indicó "la necesidad de pensar en los males por vencer, incluidos el delito y en particular el enriquecimiento ilícito" y, a la vez, prometió que "las condiciones de vida de nuestra gente seguirán avanzando".
Anunció la "batalla contra el delito y el caldo de cultivo de infinidad de violaciones". "Estamos en batalla contra los vicios generalizados, los desvíos de recursos y los robos, que aumentaron durante los años difíciles del período especial", dijo. Y más adelante, refiriéndose modestamente a su ejemplo, acotó que "sólo la conciencia puede conducir al hombre a los más grandes actos de heroísmo".
Para los que nacimos en los inicios mismos de este largo proceso (que insisten en llamar "revolución"), y hemos seguido en esta especie de vía crucis que parece no tener fin, no es noticia que en Cuba todo está por construir. Lo que no acabamos de tener claro es cuándo se sabrá con certeza que ha sido puesta la primera piedra.
Con un mínimo de memoria podemos recordar aquella famosa frase, acuñada a principios de los noventa: "¡Ahora sí vamos por el camino correcto!", o esta otra: "¡Ahora sí vamos a construir el socialismo!", de la que el gracejo criollo concluiría sabiamente que es mejor comprarlo hecho, porque construirlo resulta muy difícil.
A más de diez años de descubrir (al fin) "el camino correcto", el jefe del laboratorio critica, además, "la errónea idea de quienes pensaron que alguien ya sabía de socialismo, de cómo se construye…". Nada, que ni siquiera los conejillos de indias de este macroexperimento sabemos quién tiene los planos para la sublime construcción, y mientras esperamos por los materiales y se prepara la mezcla, debemos —una vez más— acondicionar el terreno, a saber, erradicar el delito, con el poder invencible que nos dan "las armas morales".
¿Botar el sofá?
Está claro que no se puede conjurar un mal si no se atacan sus raíces, tal y como lo han demostrado las muchas purgas anteriores que han pretendido sanear la economía y la moral social, con saldos muy negativos; toda vez que al incrementar el número de "controladores" (inspectores, policías, cederistas comprometidos, etcétera), estos —a corto o mediano plazo— suelen engrosar las filas de los corruptos al aceptar sobornos u otros beneficios de aquellos a quienes deberían "controlar".
No existe ninguna razón para suponer que no ha de ocurrir lo mismo con los trabajadores sociales asignados a la nueva purificación si, a fin de cuentas, las condiciones socioeconómicas son las mismas y las precariedades van en aumento.

El origen del delito y de la corrupción generalizada en la sociedad cubana actual radica, en primer lugar, en la absoluta imposibilidad del cubano de vivir de su salario. Mas iluso sería pretender que los jubilados u otras personas sujetas a los pobres servicios de asistencia social sean capaces de satisfacer incluso sus necesidades más elementales.
Es así que la gran mayoría de los cubanos están forzados a acudir a formas alternativas de la economía que, en muchos casos, están vinculadas al robo y a la malversación, y en otros, a la producción independiente de diversos artículos de uso y consumo, así como a la oferta de servicios que no es capaz de asumir el Estado.
El recurrente y fracasado método de atacar los efectos (la corrupción y el delito) ignorando las causas (desabastecimiento, ineficacia de la iniciativa estatal, precariedad económica, negativa a permitir el desarrollo de proyectos económicos alternativos de carácter privado, entre otras muchas), se erige como expresión de una política desgastada y obsoleta que apela, una vez más, a la conciencia de una sociedad ideológicamente fatigada y materialmente agotada por décadas de carencias, para eliminar las únicas fuentes medianamente seguras de obtención de aquello que le es necesario: el mercado negro y las ilegalidades.
Un recurso obligado
En referencia a los trabajadores sociales en activo, que desde hace más de un mes han sido destinados a la actual "batalla contra el delito", y que constituyen el nuevo baluarte del gobierno para "establecer y reforzar los controles administrativos" y preservar la economía, el colega Fabio Hurtado, destacado poeta, quien además está dotado de un fino sentido del humor, asume que sólo quedan 28.000 cubanos "puros"; es decir, una cifra bastante minúscula, comparada con los 11 millones de habitantes de esta maltratada ínsula.
Es sabido, sin embargo, que nadie sobrevive en Cuba sin delinquir. Aquí, quien no roba directamente, consume artículos robados que se venden en el mercado negro, cometiendo así delito de "receptación".
Prácticamente todos los servicios que se requieren —ya sea arreglar el refrigerador, instalar una tubería para servicio de agua o gas, realizar algún trabajo de albañilería u otro, de una lista casi infinita— son realizados por individuos que trabajan por cuenta propia y sin licencia que los autorice para tales fines, puesto que el Estado insiste en negarse a legalizar este y otros tipos de actividades particulares.

Es así que se ha establecido una especie de limbo judicial, traducido en una rara tolerancia por parte del Estado, que conoce de la existencia de estas labores ilícitas, y un disimulo cómplice entre estos albañiles, plomeros, carpinteros… semiclandestinos y sus clientes.
Desde los duros años del llamado Período Especial, que marcaron definitivamente la vida del cubano con la generalización de la precariedad, el trabajo perdió su esencia como generador principal de ingresos. Se instauró, desde entonces, una ruptura absoluta en la relación salario-costo de la vida, que aún no ha sido superada, e igualmente se estableció como práctica generalizada la moral de la supervivencia —al decir del periodista Dimas Castellanos—, según la cual cada cubano hará lo que considere necesario para cubrir las necesidades de su existencia.
El 'peligro' de la independencia
Si a alguien se le ocurriera cuestionarse la enorme importancia de las ilegalidades para la supervivencia cotidiana del cubano, bastaría mostrar el desabastecimiento que exhiben hoy los mercados agropecuarios de la capital. La lucha contra el delito incluye la eliminación de los intermediarios y de sus medios de transporte de víveres a la ciudad, con el pretexto de que son ellos quienes encarecen los productos.
Sin embargo, en vista de que el Estado no cuenta con una flota de transporte que haga llegar esos productos a los mercados, los pocos mostradores que aún quedan establecen precios verdaderamente surrealistas, como tomates a 10 pesos la libra, malanga a 5 pesos la libra, yuca a 3, ají pimiento a 4 pesos la unidad, o un pequeño mazo de berro a 4 pesos; ejemplos aislados que sólo sirven para ilustrar pálidamente los efectos más inmediatos de la llamada "batalla contra la corrupción".
La situación, en su conjunto, no significa que el cubano tenga una natural tendencia al delito o que la sociedad sostenga deliberadamente un acuerdo con la corrupción. A fin de cuentas, la malversación, el robo, la alteración de los precios, el mercado negro, son males derivados de una economía deformada a lo largo de décadas, entre otras razones porque no se permite al individuo el desarrollo de sus capacidades y de su creatividad mediante su iniciativa privada.
Sobrevivir al margen de la ley no ha sido una opción para el cubano, sino una necesidad impuesta por las difíciles condiciones de vida y por la tozuda negativa de las autoridades a establecer algún tipo de reforma que revitalice y sanee la economía interna.
El surgimiento de numerosos pequeños "negocios" familiares de discreto éxito, a raíz de la entrega de licencias que tuvo lugar en los años noventa, demuestra que los cubanos son capaces de esforzarse con su trabajo y prosperar económicamente sin colgar de las espaldas del Estado.
Pero es precisamente a eso a lo que más teme el gobierno: el individuo económicamente independiente desarrolla también un pensamiento libre. Algo demasiado peligroso para el poder instaurado en el trono desde casi medio siglo atrás.
Entre tanto, el máximo líder declaró en su larga comparecencia: "estamos en condiciones de tomar el toro por los cuernos", declaración tan ajena a la realidad cubana como parece estarlo él mismo.

URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/cuba/articulos/corrupcion_el_circulo_vicioso

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