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Saturday, December 31, 2005

Castro, America Latina y la pequena empresa

Economía
Castro, América Latina y la pequeña empresa
Con cada negocio privado que permita en la Isla 'el Comandante' pierde una cuota de poder, una huerta en su señorío absoluto.
Miguel Cabrera Peña, Santiago de Chile
jueves 29 de diciembre de 2005

Es público que a Fidel Castro no le agradan los negocios privados —por muy modestos que sean—, y mucho menos, por supuesto, si esos negocios están en Cuba. Desde que se vio obligado a permitirlos, no pierde ocasión para criticarlos, legalizar trabas, endosar multas, reducirlos a tamaño mínimo y, desde luego, sustanciarlos en sus lemas anticapitalistas.
En la Isla, muchos saben —o al menos barruntan— la causa de tal virulencia. Con el negocio privado pierde el “comandante” una cuota de poder, una huerta en su señorío absoluto. Pero lo que en realidad valdría preguntarse es no ya cuánto daño provocó a la economía y a la sociedad cubana cuando decidió nacionalizar hasta el más humilde “timbirichi”, sino cuánto perjudica en la actualidad la actitud francamente anticuentapropista del mandatario, cuánto significa de retraso multiplicado, de tiempo-país y generacional perdido.
Respuesta hay, por otro lado, para conocer por qué Castro no prescinde, de un plumazo, de los cuentapropistas, en vez de ponerles, aquí y allá, toda clase de zancadillas. En su pensamiento entra mucho menos el cálculo de los perjuicios económicos que tal plumazo acarrearía, que la crítica que le lloverá desde todas partes.
Las críticas serían copiosas porque las entidades del tipo cuentapropista —en un rango más ancho que el de Cuba lógicamente— constituyen un resorte económico fundamental del mundo en que vivimos. ¿Hasta dónde llega la importancia, para América Latina por ejemplo, de lo que se conoce por las siglas PYMES, que agrupan a las pequeñas y medianas empresas?
En Chile no se habla de desarrollo económico sin mencionar a las PYMES. Si su concepción y tamaño varían con los criterios y condiciones de los países, en la nación austral se consideran en este rango a las que cuentan de uno a 250 trabajadores. O sea, que cuando se dice PYMES se señala a las micro, pequeñas y medianas empresas. Ellas constituyen, como en el resto de América Latina y el Caribe, uno de los temas más importantes de cualquier debate político o electoral.

Las PYMES chilenas crean el 80 por ciento del empleo nacional y ocupan una cifra similar en el número de las empresas del país. Bastaría con lo anterior para tachar la monomanía anticuentapropista del “comandante” como una puñalada en el corazón de la economía y la bienandanza social de Cuba.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo, casi nueve de cada 10 trabajadores de la región se desempeñan en emprendimientos de estas características, y en la mayoría de los países generan entre el 40 y el 65 por ciento del ingreso nacional.
En una reciente conferencia en Santiago de Chile, Irene Philippi, representante residente del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), comparaba la todavía notable diferencia entre la cifra de PYMES en Chile —600 mil— con la de Italia, el país que más tiene en Europa, con cerca de cinco millones.
Si a finales de los años
cincuenta las economías chilena y cubana tenían numerosos rubros de similar nivel, la distancia hoy es evidente, y si sirve como horizonte no vale como comparación. Gracias, entre otros factores, al pragmatismo de la concepción y al desarrollo de las PYMES, aumentó la distancia entre la nación austral y la caribeña. De acuerdo con un informe de la CEPAL, las PYMES se insertaron insoslayablemente en la estructura económica de América Latina.
Aunque el volumen de exportaciones de las PYMES aún se halla lejos del horizonte apetecible —del 1 al 3 por ciento del total de exportaciones en el subcontinente—, las expectativas podrán cumplirse con mejoras en la especialización e innovación tecnológica, así como en el logro de un alto nivel de integración sectorial, de acuerdo con expertos.
Para tener idea en perspectiva de hasta dónde pueden llegar las PYMES en un mundo que se dice cada vez más dominado por grandes asociaciones económicas, las pequeñas y medianas empresas en Italia exportan el 80 por ciento de su producción.
Junto con echar abajo el viejo mito que sostenía que solamente las grandes compañías son capaces de generar crecimiento económico y empleo, las pequeñas y medianas empresas llegan a cubrir en países como Argentina el 41 por ciento del PIB, mientras que en Chile alcanzan el 24 por ciento.
Dado el papel económico y social fundamental que juegan las micro, pequeñas y medianas empresas, el BID, que incluye el Banco, la Corporación Interamericana de Inversiones y el Fondo Multilateral de Inversiones, ha dedicado más de 12.000 millones en la última década para apoyar su desarrollo mediante diversos instrumentos y estrategias.
Un informe del BID agrega que tales financiamientos cubrieron una gama desde grandes programas para mejorar el entorno de regulaciones para el sector privado y créditos globales diseñados para ampliar el acceso a préstamos para las PYMES y a modestas donaciones para apoyar a cooperativas rurales o instituciones microfinancieras.
Cuando Fidel Castro busca disminuir y restar fuerza al sector cuentapropista cubano, cuando en vez de ayudar a levantar hunde la economía nacional, lo que hacen la mayoría de los gobiernos en el continente es fomentar el crédito blando para la micro, pequeña y mediana empresa, facilitar leyes en su provecho, ayudar a incrementar el número de PYMES y abrir campo, en fin, a intereses económicos que, como subraya un comentarista, han protagonizado en la zona un promisorio crecimiento en los últimos lustros.
 

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