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Friday, November 25, 2005

El circo de los dos hermanos

SOCIEDAD
El circo de los dos hermanos

Juan González Febles

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Andar La Habana presupone emociones encontradas. La sensación angustiosa del desastre cercano y una inmensa misericordia por sus habitantes entre los que me cuento. Un ejercicio perfecto de autocompasión o de masoquismo por no querer abandonarla.

Todos los puestos de venta de productos agrícolas permanecen cerrados. Pude conocer que los camiones de porteadores particulares, que transportan los frutos del agro, son detenidos por la policía en los accesos a la capital. Se trata de otra orden "de arriba". Aunque la medida inquieta con razón a los habaneros, el gobierno no se ha pronunciado sobre el particular.

La ciudad se ha convertido en sitio injusto y desigual. Hay injusticias sociales y discriminaciones de muchas aristas. Se incluye entre éstas, la racial. Pero la más común es la que se ejerce por origen nacional. Es desventajoso ser cubano en Cuba. Es peligroso manifestar desacuerdo con el gobierno.

Uno de los más atractivos espacios citadinos lo es sin lugar a dudas, el colonial. La Oficina del Historiador de la Ciudad ha hecho un trabajo impresionante. Un rincón diferente. Hoteles, boutiques, cafeterías, devenidos lugares bellos, limpios y bien iluminados. La única pregunta que cabría hacerse ante tanto acierto es: ¿Por qué no veo negros?

Prácticamente no trabajan negros en el Casco Histórico. No se les ve en ninguna instalación turística de importancia. No existen como fuerza de trabajo para la Oficina del Historiador. Han quedado para merodeadores y, en el mejor de los casos, como payasos. Son la materia prima para el turismo sexual, que parece ser el gancho principal de la industria en la Isla.

Cuando se anda la ciudad vieja uno tiene la sensación de andar por un circo. La mayor parte de los visitantes extranjeros vienen de vuelta de otros destinos turísticos. Se muestran críticos con la miseria con que convivieron en Guatemala o la República Dominicana. La que ven en nuestra tierra la justifican. Les parece bien, y nuestra gente ha comenzado -quizás un poco tardíamente- a detestarlos.

Los elementos criminales de la ciudad la han emprendido con los turistas. Parece que los están matando para robarles. Se hace con crueldad, como castigándoles por el privilegio que reciben. Una forma muy negativa de protestar contra la discriminación y la marginación que sufre el cubano.

Reciclaron la violencia en que fueron formados. Porque la sociedad cubana es una de las más violentas del orbe. Se trata de la violencia que ejerce el estado contra el ciudadano. Se trata del estado que impuso la pena de muerte y los mítines de repudio. El estado que descalifica a los que se atreven a pensar diferente.

La respuesta inicial que ha dado ese estado a la violencia en las calles, es típica de su esencia farisea. En diversas asambleas de vecinos, celebradas en distintos lugares de la capital, han asistido policías de Seguridad del Estado. Los mismos se han referido tangencialmente a la violencia contra los turistas.

Achacan el fenómeno a la visualización de películas norteamericanas por cable. Como de costumbre, la culpa se encuentra al norte del Estrecho. Todo en medio de una política confrontacional de inspiración oriental. En vez de modernización al estilo vietnamita o chino, se opta por cambodización y guardias rojos trasnochados y maoístas.

No puede ser de otra forma. La cúpula gobernante castrista está compuesta por personas conocedoras del método para la preparación de emboscadas. De cómo asaltar cuarteles al amparo de las sombras. Pocos entre estos dirigentes saben lo que es trabajar duro para sacar adelante una familia. Ninguno ha tenido éxito creando riqueza o fortuna.

Se trata de personas formadas en y por la violencia. Buenos para nada que no poseen experiencia laboral alguna. Gente con vocación para el show. Muy capaces de fabricarse un circo con espectadores que llegan, aplauden y se van.

Un circo con una función larga hasta el cansancio, de más de cuarenta y seis años. Con carpas remendadas, sillas sin espaldar y payasos tristes. Un espectáculo de artistas del hambre que danzan con lobos al compás de marchas militares desafinadas, látigo incluido. El circo de los dos hermanos en su última función.

http://cubanet.org/CNews/y05/nov05/24a6.htm

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