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Wednesday, November 23, 2005

Cuando gato caza raton

Noviembre 23, 2005

Cuando gato caza ratón

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - Si Marcel Proust era un niño bitongo obcecado en la búsqueda del tiempo perdido, en cazar las muchachas en flor por los caminos de Swann, los cubanos de a pie sobornarían a Kronos con tal de que alargara el día de 24 a 48 horas como mínimo.

Quienes aseguran desde sus horarios abiertos prebendas administrativas, contactos sociales o inmunidad por categoría ideológica y escalafón político que miles de trabajadores cubanos buscan durante el horario laboral el ocio furtivo, la vagancia sigilosa y el majaseo a hurtadillas, son injustos con los proletarios de la Isla del laboreo intenso y gozador.

La cifra de remociones, escapistas, mete líneas, resbalosos y mata tiempo que arrojó la encuesta realizada a 2,178 clientes sorprendidos en horario laboral bajo el aire acondicionado o el ventilador antiapagón de unidades comerciales como Indochina, Maisí, La Puntilla y el pan.com de 7ma. y 26, entre otras Tiendas Recaudadoras de Divisas (TRD) de la capital, demuestra un nivel de conciencia proletaria incomprendido por los funcionarios del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social encargados del sondeo.

¿Acaso se han puesto a pensar estos funcionarios cuán en alto queda el prestigio de la revolución por su eficiencia para generar riquezas, si sus trabajadores sin producir se dan el gusto de vagar por un centro comercial abarrotado de productos desconocidos y que no saben de dónde rayos ni por cuál vía llegan al país?

¿No representa una muestra de poder adquisitivo que puedan comprar en estas tiendas desde un chicle de a diez centavos en moneda convertible, un jabón de 35, hasta un paquete de espaguetis de 90 sin que se afecten sus salarios de ocho dólares al mes como promedio?

Además, si analizamos que de los 2,178 compradores el 56 por ciento eran personas en horario laboral y sólo el 17 y el 13 por ciento lo constituían amas de casas y jubilados en ese orden, nos damos cuenta de la ventaja numérica de quienes se supone que trabajan por estar emplantillados en un centro laboral, sobre el resto de la población ociosa que vive del trapicheo insigne, la gerencia del comercio subterráneo o el robo pudoroso.

Mucho menos asegurar que la disciplina y el descontrol se adueñan de cientos de organismos y timbiriches del Estado sólo porque 347 unidades en Ciudad de La Habana arrojaran subutilización del fondo del tiempo laborable, y 86 de sus administradores se encontraran fuera de la empresa, la fábrica o la unidad a la hora de una sorpresiva inspección.

Eso es una cirigaña, una bobería, una minucia, algo para no tomar en cuenta o siquiera tenerlo como punto de referencia en la agenda de una reunión, si sabemos que miles de tutsis, haitianos, chechenios, palestinos, congoleses y hondureños no tienen siquiera dónde trabajar.

Y aún más cuando entre los resultados de la encuesta sobresale la desactualización de los convenios colectivos de trabajo, en cuestiones esenciales sobre los derechos y deberes de los trabajadores en el 52 por ciento de los centros visitados.

Todo esto indica que si un obrero se siente burlado en su centro laboral, pese a no conocer cuáles son sus derechos y obligaciones, sale a desconocer, a tomar aire puro, a ver si le cae algo del cielo o de la shopping como un espanta penas ante la desidia, la falta de recursos, condiciones, silencios o de algo que sustraer, desviar o repartir de la oficina, el riego por aspersión, el aula, el cementerio u otro punto donde la administración, desde su ausencia o desinterés, les deja vivir la vida.

La frase célebre acuñada para la posteridad por el ministro de Trabajo y Seguridad Social de Cuba, cuando aseguró que "no es tiempo de seguir perdiendo el tiempo", transcurridos sólo 46 años de gestión, es una clara señal de la persuasión para detectar problemas y un ultimátum contra los comedores de horas, cuyos primeros frutos se alcanzarán transcurrido similar período de tiempo.

Ante análisis tan profundo y parto histórico de un apotegma digno de un Aristóteles, un Séneca o un Cicerón, se reunió el Grupo de Apoyo de la Transparencia Organizativa (GATO) y determinó un plan de medidas que acabará en breve tiempo con las diversas categorías de perder el ídem en los centros de trabajo.

Presidido por el incorruptible administrador Nefasto "El laborioso" Poma, quien además es técnico en triquiñuelas, master en desvío de recursos y especialista de Segundo Grado en infladera de plantillas, inventos de calificador de cargos y en racionalización de horarios laborales, el cónclave determinó lo siguiente:

Primero. Como búsqueda de un equilibrio psíquico-físico del trabajador ante la suspensión de las Tribunas Abiertas Antiimperialistas y la escasez de marchas del pueblo combatiente que semi paralizaban o cerraban en su totalidad, respectivamente, un gran por ciento de entidades del país, se decidió, para lograr un balance corpóreo-mental en el obrero que:

a- El sesenta por ciento -no más- de los trabajadores de organismos, empresas y entidades del país no vinculados a la salud, la producción o los servicios, asistan a las tiendas, parques, peluquerías y hogares a comprar, estirar los huesos, ponerse presentables, alimentar la cazuela y otros ejercicios útiles para mantenerse en forma en el horario laboral, comprendido entre las diez -hora de la ausente merienda- y las doce del medio día, horario en que les correspondería el almuerzo planificado, pero no del todo resuelto.

b- Los comprendidos en las tres categorías a las que se les prohíbe abandonar el puesto de trabajo en el horario asignado al sesenta por ciento de sus colegas de otros oficios y profesiones, lo pueden hacer de dos a cinco de la tarde, período en que ya el médico terminó la consulta, se acabó la materia prima para trabajar, y las croquetas y el refresco gaseado llegaron a su humanitario final.

Segundo. Aclarada esta situación, queda prohibido importunar a los trabajadores deambulantes por parte de los encuestadores de la prensa y los funcionarios del organismo del trabajo y la seguridad social, únicos que se encontraban autorizados, ya que un gran por ciento de administrativos, dirigentes sindicales y militantes integrados a cualquier categoría ocupacional, practicaban el ocio furtivo, la vagancia sigilosa y el majaseo a hurtadillas, antes de ser autorizados por el GATO.

En cuanto a la existencia de "causales muy profundas del mal, que trascienden la mera visita a las tiendas en horario laboral, y están relacionadas con ciertas distorsiones de la Ley de Distribución Socialista y la consiguiente desestimulación que crea el estatismo salarial en franca desventaja con ciertas posibilidades del empleado en el llamado sector emergente y otros espacios económicos alternativos", la respuesta del GATO es no, pues el nivel de conciencia de los trabajadores cubanos no anda contemplando un pesito más u otro menos. Las estadísticas de pleno empleo y el bajo nivel de corrupción a lo largo y ancho de país así lo demuestran.

Nada, compañeros, que cuando hay un Gato que caza ratón, los guayabitos sólo pueden vivir en la azotea.

LUX INFO-PRESS
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