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Thursday, June 15, 2017

Trump y Cuba, o cómo apostar por el ganador equivocado

Trump y Cuba, o cómo apostar por el ganador equivocado
REINALDO ESCOBAR, La Habana | Junio 13, 2017

Faltan menos de 72 horas para que el presidente Donald Trump exponga en
Miami las nuevas bases de la política del Gobierno de Estados Unidos
hacia Cuba. En ese momento podrían frenarse –o revertirse– las
decisiones de su predecesor, Barack Obama, durante el proceso de
normalización diplomática con la Isla.

El magnate hará del anuncio un espectáculo como tantos que ha
protagonizado desde que está al frente de la mayor potencia del planeta.
Gesticulará, se comprometerá con los derechos humanos y arrancará
entusiastas aplausos, pero después regresará a la Casa Blanca y la Isla
quedará relegada en su agenda.

¿Por qué confiar el destino de este país a un hombre que no ha podido
cumplir ninguna de las promesas electorales que hizo a sus propios
ciudadanos? ¿Acaso la política hacia Cuba será lo único que le salga
bien a quien se ha comportado como un elefante político en un delicado
mundo de cristal?

Trump intentará complacer a las voces que piden apretar las clavijas a
La Habana. Sanciones, recortes y revocación de las medidas tomadas
durante el deshielo están entre las demandas de quienes apuestan por la
confrontación, una estrategia que contó con medio siglo para demostrar
su ineficacia.

El mandatario se dirigirá especialmente a esos que insisten en "cerrar
el grifo", cortar la comunicación y cercenar los suministros a la
dictadura más larga de occidente, como si en la casa de los jerarcas del
Partido Comunista fuera a faltar la electricidad, el agua o el acceso a
internet por tales medidas.

Resulta sintomático que los reclamos de estrangulamiento económico rara
vez brotan de quienes esperan largas horas por un ómnibus, dependen cada
día del pan que se distribuye en el mercado racionado y tienen que
estirar un salario mensual que apenas alcanza para sobrevivir una semana.

Por otra parte, culpar a la "mano blanda" de Obama del naufragio de la
normalización lleva a olvidar que quienes mandan en Cuba no aprovecharon
la oportunidad por miedo a perder el control. Se asustaron más con su
discurso en el Gran Teatro de La Habana que con cualquier amenaza de
intervención militar.

Los que han aspirado durante décadas a una rendición incondicional, a la
venganza justiciera y al "todo o nada" con el castrismo, tampoco
perdieron el tiempo en ponerle zancadillas al proceso iniciado el 17 de
diciembre de 2014. A partir de este viernes se verán obligados a aceptar
cada cosa que ocurra tras las decisiones de Trump o a reconocer que
tampoco así se sale de una dictadura.

Las cifras de detenciones arbitrarias recopiladas por la Comisión Cubana
de Derechos Humanos es poco probable que disminuyan significativamente,
las Damas de Blanco seguirán sin poder marchar por la Quinta Avenida al
oeste de La Habana y los grupos de oposición se mantendrán sumidos en la
ilegalidad y la persecución política.

¿Cuáles serán las consecuencias previsibles en la Isla de un retorno a
la política del garrote? Un incremento de la represión y un mejor
posicionamiento de los sectores más conservadores. La Plaza de la
Revolución, la tiranía de los Castro, el régimen... o como prefiera
llamársele, no estará solo ante un apretón de tuercas de parte de
Washington.

Rusia, China, Angola, Nicolás Maduro y los camaradas de Corea del Norte,
Congo, Zimbabue e Irán se apresurarán a tomar partido por Raúl Castro.
Mientras, en las calles de la Isla la población marcará el paso en
renovadas marchas del pueblo combatiente, enarbolará consignas
antiimperialistas y aceptará la postergación de las viejas promesas de
la Revolución.

Frente a "la nueva arremetida del imperio" el oficialismo reforzará su
vocación de atrincheramiento. En la cúpula no habrá fisuras ni
discrepancias. Los perseguidores reforzarán su poder y gozarán de
impunidad para aplastar cualquier resistencia.

Trump no va a lograr con sus nuevas medidas que los estudiantes
universitarios vuelvan a desfilar con un cartel de "Abajo la Dictadura",
los sindicatos convoquen a una huelga general contra el Gobierno o que
los campesinos marchen a las ciudades reclamando tierras.

Ni siquiera está claro si el presidente aguantará cuatro años en su
cargo, acorralado como está por los escándalos políticos, una supuesta
intervención del Kremlin en las elecciones que lo llevaron al poder y su
desafortunada manera de gestionar la política a través de tuits
incendiarios o amenazas.

Sus decisiones tampoco provocarán en la Isla un Maleconazo, como el de
agosto de 1994. Aquella protesta popular fue espoleada por los deseos de
escapar del país, no por cambiarlo. Aquellos dramáticos sucesos no
resultaron convocados por la oposición y tampoco generaron cambios
políticos, apenas la Crisis de los Balseros.

Un estallido de ese tipo sería una pesadilla para un líder con un
marcado nacionalismo y una evidente fobia antiinmigrantes.

Este viernes el presidente norteamericano tendrá su momento frente al
exilio cubano. Los aplausos le durarán poco. El efecto placebo de sus
anuncios se disipará para dejar paso a la obstinada realidad de que
ninguna decisión de un Gobierno extranjero cambiará Cuba, tenga al
frente a Barack Obama o a Donald Trump.

Source: Trump y Cuba, o cómo apostar por el ganador equivocado -
http://www.14ymedio.com/nacional/Trump-Cuba-apostar-ganador-equivocado_0_2235376448.html

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