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Friday, October 21, 2016

No hay democracia sin demócratas

No hay democracia sin demócratas
19 octubre, 2016 7:33 am por Alfredo M Cepero

Miami, USA, Alfredo M. Cepero, (PD) Cada pueblo del planeta percibe la
democracia a través del prisma de su historia, su cultura y sus
creencias, sobre todo las religiosas.

Como es harto sabido por cualquiera que utilice el lenguaje como medio
de comunicación, el significado de cada palabra debe de ser compartido
por quienes emiten y reciben el mensaje. De lo contrario no hay
entendimiento entre unos y otros. Por eso empiezo aclarando significados
y conceptos sobre el tema al que hago referencia en este trabajo. Cuando
digo demócratas no me refiero a los miembros de cualquier partido que se
denomine en esa forma. Me refiero a las personas que consideran a la
democracia como el mejor sistema de gobierno. Cuando digo democracia me
refiero a una forma de gobierno en la que se plantea que el poder
político es ejercido por los individuos pertenecientes a una misma
comunidad política, es decir a los ciudadanos de una nación.

Sin embargo, a pesar de sus virtudes, la democracia sufre de defectos y
limitaciones que la han hecho objeto de críticas severas, aún por
quienes la aceptan como el menos imperfecto de los sistemas de gobierno.
Uno de ellos fue Winston Churchill, quién dijo que "el mejor argumento
contra la democracia es una conversación de cinco minutos con un elector
promedio". El pensador argentino Jorge Luís Borges fue más allá cuando
afirmó que "la democracia es un error estadístico, porque en la
democracia gobierna la mayoría y la mayoría está formada por imbéciles".
Pero ni Churchill ni Borges, a pesar de su indiscutible talento, fueron
capaces de darnos una alternativa superior a la democracia como sistema
de gobierno. Por lo tanto, me declaro defensor del sistema, a pesar de
todos sus defectos.

Las alternativas han sido tan nefastas que, una y otra vez, los pueblos
que han practicado la democracia y han optado por otros sistemas, han
regresado a la misma en la primera oportunidad. La huella ignominiosa de
autócratas, tiranos y demagogos sobre pueblos crédulos o fanatizados ha
sido suficiente para hacer de la democracia la mejor opción como sistema
de gobierno.

¿Cuáles son las virtudes de la democracia representativa? Dicho sea de
paso, la forma más pura de la democracia. Igualdad: Todos los hombres
son iguales ante la ley sin importar su color de piel, sexo, religión o
condición social. Libertad: Todos los ciudadanos pueden hacer aquello
que no les prohíba la ley. Constitución: Conjunto de leyes que sean
aplicables a todos los ciudadanos de un Estado. Representatividad: Los
ciudadanos tienen derecho a elegir y ser elegidos; el voto es el
mecanismo que permite la representación de todos los ciudadanos en
cabeza de unos pocos para que se puedan hacer cargo del gobierno.

Sin embargo, la pobre democracia, según los objetivos y principios de
quienes la proponen y aplican como sistema de gobierno, ha sido vestida
con ropajes muy diferentes desde sus inicios ancestrales en la antigua
Grecia. La democracia autocrática y represiva de Mao Tse-tung, Fidel
Castro y Francois Duvalier es muy diferente a la democracia ilustrada y
representativa de Ronald Reagan, Oscar Arias y Alberto Lleras Camargo.
Los primeros se comportaron como tiranos que escondieron sus intenciones
malignas detrás de una entelequia que calificaron de democracia directa
para perpetuar su poder absoluto sobre sus pueblos. Los segundos fueron
campeones de la democracia representativa, entendieron que el verdadero
y único poder residía en el pueblo, que su cargo era transitorio y que
su misión era promover los intereses de sus gobernados.

Ahora bien, la democracia no es una fórmula maravillosa con la capacidad
de superar las deficiencias o erradicar los errores de todos los
sistemas de gobierno en todos los pueblos. Cada pueblo del planeta
percibe la democracia a través del prisma de su historia, su cultura y
sus creencias, sobre todo las religiosas. Y este es un ángulo de la
discusión que, en mi opinión, no ha sido analizado con suficiente
profundidad por los estudiosos que se ocupan de este tema.

Prueba al canto. Sería sumamente interesante analizar las razones para
la crisis y el rechazo de la democracia en regiones tales como la
América Hispana, África y el Medio Oriente. Nuestra tendencia a la
adoración de caudillos y de demagogos nos ha llevado a entregarles sin
cuestionamiento el poder de decidir nuestros destinos nacionales. Los
casos extremos de Perón, Chávez y Castro son el recordatorio más
elocuente de lo que digo. Hemos abdicado de ese precioso derecho del
ciudadano de ser la fuente primaria de poder soberano y estamos pagando
un precio muy caro.

En tiempos más recientes, el Medio Oriente ha sido fuente de
preocupación y de frustración de las naciones de Occidente que han
tratado de conducirlo hacia sistemas de democracia, aún cuando no fuera
del todo representativa. Irak, Libia y Afganistán son los casos más
notorios, pero no los únicos. La tan aplaudida "Primavera Árabe" terminó
envuelta en las llamas del fanatismo religioso de una gente renuente a
sustituir la Ley Sharía (un código religioso que codifica
específicamente la conducta y rige todos los aspectos de la vida) con
una constitución laica y sin preferencias religiosas. Con ello quedó
demostrado que no hay democracia que sea capaz de prosperar y echar
raíces en una sociedad teocrática, minada por el fanatismo religioso.

El Continente Africano es otro caso en cuestión. Sus habitantes sienten
con especial intensidad los lazos de la gran familia que es la tribu. La
lealtad es al cacique que disfruta de poderes de vida y muerte sobre sus
súbditos. El súbdito no se cree con derecho a cuestionar la voluntad del
jefe porque no se considera sujeto de derechos sino se siente obligado a
la obediencia. La nación es una institución lejana y su presidente un
cacique al que nunca ha visto. De ahí la desintegración de Libia cuando
perdió a su cacique enloquecido Muammar Gadafi.

He dejado para el final lo que ustedes saben que es mi gran pasión en la
vida: la libertad y la felicidad del pueblo de Cuba. En mi opinión, el
peor de nuestros males ha sido la renuencia de nuestros gobernantes a
entregar el poder político por medios pacíficos. Presidentes
democráticamente electos como Tomás Estrada Palma y Gerardo Machado
utilizaron los recursos del estado para ser electos a segundos períodos
presidenciales. Dictadores como Fulgencio Batista y Fidel Castro se
robaron el poder por las armas y lo mantuvieron por el terror de estado.
Todos nos causaron daños irreparables que se prolongaron por muchos
años. El último no lo hemos superado todavía.

Propongo, por lo tanto, una solución simple que, siendo los cubanos como
somos, sé que será debatida y combatida por muchos de mis compatriotas.
Propongo que en cualquier futuro proyecto de constitución sea
terminantemente prohibida la reelección presidencial. No se debe
permitir a ningún gobernante que aspire al poder desde el poder y que,
por ende, desate contra sus adversarios electorales todos los recursos
del gobierno.

Completo la fórmula con la sugerencia de que se amplíe a seis años el
mandato presidencial de los cuatro años estipulados en la Constitución
de 1940. Ahora bien, quedará terminantemente prohibida la reelección.
Nadie es tan superdotado como para ser imprescindible y Cuba ha sido
siempre un país con abundancia de talentos. ¿Qué es una fórmula
drástica? Lo admito pero con el refrán español digo "a grandes males
grandes remedios".

Y ya apuntando al presente, me ocupo de la etapa de transición después
del castrismo y de las primeras elecciones generales que seguirán a esa
transición. He aquí una fórmula: Todos los dirigentes que formen parte
de un gobierno de transición deberán comprometerse públicamente a no
aspirar a cargos electivos en las primeras elecciones posteriores a
dicha transición.

Quienes deseen ser candidatos en esas primeras elecciones deben
inhibirse de gobernar en esa etapa de transición. Una variante en la
fórmula de la democracia representativa adaptada a la historia y a la
realidad de Cuba. Una garantía de que la democracia cubana será
profesada tanto por gobernantes como por gobernados. Porque, como señalé
al inicio, no hay democracia sin demócratas que se comprometan a
respetarla y a defenderla.

La Nueva Nación es una publicación independiente cuyas metas son la
defensa de la libertad, la preservación de la democracia y la promoción
de la libre empresa.

alfredocepero@bellsouth.net; Alfredo M. Cepero
Visítenos en: http://www.lanuevanacion.com
http://twitter.com/@AlfredoCepero
*Director de www.lanuevanacion.com

Source: No hay democracia sin demócratas | Primavera Digital -
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