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Thursday, August 11, 2016

Un obstáculo para el progreso

Un obstáculo para el progreso
[09-08-2016 13:36:29]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Existen muchos temas políticamente
incorrectos que jamás se abordan. Indudablemente, uno de los más
postergados por los dirigentes y la sociedad es el de la imprescindible
reforma a la legislación laboral vigente.
Los políticos recitan grandilocuentes discursos hablando de la
importancia de generar empleo genuino, incrementos reales en los niveles
de ingreso actuales de los trabajadores y mejores oportunidades para
todos. La sociedad en su conjunto lo reclama esperando que los gobiernos
y las empresas implementen decisiones inteligentes para lograr esos
objetivos.

La comunidad siempre busca culpables pero inexorablemente selecciona
solo argumentos tan simples como incompletos, tan lineales como falaces.
Algunos creen que el problema de fondo pasa por la incapacidad de los
dirigentes políticos y su inoperancia serial, mientras otros prefieren
apuntarle a la avaricia, insensibilidad e inmoralidad del empresariado.

Esa demanda social es una realidad pero los resultados hasta la fecha
son paupérrimos. Tal vez sea este el momento de repensar la cuestión y
hurgar en nuevas visiones más comprometidas que expliquen este fenómeno,
para dedicar luego todos los esfuerzos a la búsqueda de las verdades
soluciones.

Si en estas latitudes no se genera más empleo, ni se dispone de una
mejor retribución al trabajo es justamente por como razona la sociedad
toda y, por ende, por como responde la política a esos planteos.

La legislación laboral reinante explica buena parte de la problemática.
Las regulaciones en el ámbito del trabajo han construido un absoluto
engendro casi indestructible. Su fortaleza reside en las creencias de la
gente que prefiere desvincular lo que ocurre a diario con su visión del
tema, solo porque se ha convencido de que ciertas premisas son
indiscutibles.

Los empresarios que emprenden la audaz aventura de crear empleo
registrado saben de las elevadas erogaciones de esa determinación. El
costo laboral no es solo el dinero que el trabajador se lleva al
bolsillo, sino la sumatoria de cargas y contribuciones laterales que
casi duplican esa cifra original haciendo inviable el sistema y
desestimulando estas decisiones.

Esa presunción de que los salarios mínimos aumentan la calidad de vida
ha hecho mucho daño. Si la sociedad quiere mejorar su estándar de vida,
precisa ser más eficiente, más productiva y acumular suficiente capital
como para que empiece a operar un círculo virtuoso hasta hoy inexistente.

Suponer que se puede aumentar el salario con una normativa estatal
denota una gran ignorancia. Si eso fuera cierto el gobierno podría fijar
el salario en cualquier nivel y todos serían millonarios. No lo puede
hacer porque sabe de las consecuencias nefastas de promover esas medidas
que solo desestimulan la inversión y por lo tanto las posibilidades de
empleo.

La legislación laboral se ha convertido en una trampa letal que dio paso
a una creciente "industria del juicio". En ese juego solo se benefician
los intermediarios que parasitan en el sistema. Esta intrincada maraña
normativa solo logró mayor conflictividad reduciendo la creación de empleo.

Demasiada gente adhiere a esa mirada centrada en las épicas conquistas
de los trabajadores. Esas supuestas ventajas las disfrutan solo unos
pocos, dando nacimiento a una indeseada diferenciación entre asalariados
de primera y de segunda, violando el esencial principio de igualdad ante
la ley.

La historia se repite hasta el cansancio. Los beneficios reales no se
consiguen por decreto, sino por un sistema articulado que permita tener
sustentabilidad en el tiempo, sin forzar nada, que derive naturalmente
hacia un sistema de estímulos correctamente alineado que invite a crear
trabajo.

El rol de los sindicatos en este desmadre ha sido despiadado. Han
construido y fortalecido sus propios negocios, saqueando a los
trabajadores, al quedarse compulsivamente con una parte de su
remuneración. Sus aportes positivos han sido exiguos y su credibilidad
sigue cuestionada.

Si se quiere más y mejores empleos, si se pretende tener salarios más
elevados, primero se debe comprender el funcionamiento de la economía
para entender luego que a mayor regulación peores resultados.

El mundo no funciona imponiendo conductas por ley. Si la felicidad se
pudiera lograr por decreto ya existiría una norma así y el planeta
gozaría de ese gran logro. No hay magia en esto. Cualquier objetivo en
la vida se consigue solo con esfuerzo, perseverancia y convicción. Esta
idea que sostiene que solo hay que hacer buenas leyes ya ha fracasado
en todas partes y abundan evidencias empíricas de ese grosero error
conceptual.

Si el país no revisa su sistema laboral integralmente flexibilizando al
máximo sus reglas, jamás existirá empleo genuino abundante. En un ámbito
de desocupación crónica los salarios reales de la gente nunca mejorarán
sustancialmente y nada bueno sucederá entonces.

La política tiene el enorme desafío de instalar este debate sin temores.
No hacerlo es una actitud cruel y cobarde. Sin estas reformas profundas
nadie invertirá sus dineros en proyectos productivos. Si el capital no
tiene incentivos específicos para apostar, nunca se dispondrá de empleo
suficiente, su calidad decaerá y los mejores buscarán nuevos horizontes.

Es tiempo de dejar de lado la ingenua visión de que todo se logra con
leyes que obliguen a los demás a hacer lo que no quieren. Cuando los
emprendedores se sientan seguros, en un ambiente amigable con los
negocios, este país tendrá una chance concreta de mirar al futuro con
optimismo. Si la sociedad sigue razonando como hasta ahora, el régimen
laboral no se modificará y seguirá siendo un obstáculo para el progreso.

Source: Un obstáculo para el progreso - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/57a9c03d3a682e11ecd47dac#.V6yEPZh95h0

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