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Wednesday, August 31, 2016

El fantasma de la desilusión

El fantasma de la desilusión
[29-08-2016 13:35:01]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Los políticos más experimentados ya lo
saben, pero evidentemente los más ingenuos, esos que se ufanan de venir
desde afuera del sistema, no han logrado comprender la relevancia de
administrar con criterio el complejo mundo de las expectativas cívicas.
En las entrañas de la naturaleza humana vive una tendencia inercial que
invita a idealizar, a construir ciertas imágenes en la mente, que
convierten a ciertos personajes de la política en seres que jamás
fueron, ni serán.

Se trata de una inclinación casi instintiva que mezcla lo que se desea
con la realidad. Los defectos se disimulan y las virtudes se
multiplican, lo que engendra un enorme riesgo, no por esa transición que
inevitablemente concluye, sino por la inexorable aparición de la
frustración que asoma.

En el pasado se han vivido situaciones nefastas, indignas e indeseables.
En ese instante no fueron percibidas con suficiente claridad, pero hoy,
con más serenidad y mayor cantidad de información, se entiende que todo
lo ocurrido fue una gigantesca farsa con fatídicas consecuencias.

Esa funesta etapa quedó atrás, al menos por ahora. Pero tampoco lo
sucedido antes transforma automáticamente al presente en algo
maravilloso. De aquí en adelante no todo funcionará extraordinariamente
bien solo porque las ansiedades de la mayoría así lo disponen.

Las comparaciones sirven solo para identificar puntos de referencia y
saber si se ha avanzado o, eventualmente, se ha retrocedido, pero de
ningún modo eso se traduce en que todos los objetivos se lograrán
mágicamente.

Las victorias se consiguen gracias a una secuencia de decisiones
acertadas y no solamente con algunas aisladas batallas ganadas. Es allí
donde el manejo inteligente de las posibilidades concretas de alcanzar
ciertas anheladas metas pasa a ocupar el centro de la escena.

Mensurar adecuadamente la situación original, tener un diagnóstico
afinado de la realidad, establecer ciertos objetivos con la mayor
claridad posible y entender las etapas que se irán sucediendo en ese
recorrido, es vital para no cometer errores groseros y caer en
infantilismos inconducentes.

El ritmo lo deben proponer siempre los líderes pero existe un tiempo
óptimo para definirlo. Si bien nunca es suficientemente tarde para hacer
lo correcto, no menos cierto es que en el inicio de una gestión se debe
aprovechar al máximo para poner los puntos sobre las íes dándole un
sentido a lo que se va a encarar, precisando parámetros transparentes.

Eso no garantiza que la sociedad acepte esas formulaciones mansamente.
Siempre la gente aspirará a más. Eso es muy razonable y hasta saludable.
Después de todo, los ciudadanos también ponen la agenda sobre la mesa y
exigen de acuerdo a sus percepciones y necesidades.

Es innegable que la política es la que tiene todas las herramientas
disponibles para poner "blanco sobre negro" y exteriorizar un plan
ambicioso pero posible, que prevea la consecución de determinados logros
concretos, que puedan ser discernidos por todos sin tantas subjetividades.

Cuando los dirigentes abusan de su excesivo "buenismo" con tanta
candidez y suponen que pueden ignorar procesos tan elementales como
estos comenten una equivocación que tiene esperables consecuencias
políticas.

La comparación con el pasado es solo una herramienta que tiene fecha de
vencimiento. En algún momento la sociedad consigue procesar las
barbaridades de esa era y las comprende en su justa dimensión, pero
también consigue separar los hechos y repartir incumbencias con criterio.

Indudablemente los que estuvieron antes son los culpables de todas las
desgracias heredadas, pero los que están ahora son los responsables de
que, cada una de esas cuestiones puedan ser definitivamente superadas.

Es allí cuando los que gobiernan el presente tienen que poner su máximo
empeño para establecer con total claridad las expectativas brindando una
importante cuota de racionalidad a su discurso cotidiano.

No se debe prometer lo imposible. No es inteligente hacerlo desde lo
estratégico, pero tampoco es honesto plantearlo de ese modo y eso la
sociedad, más tarde o más temprano, lo advierte en toda su magnitud.

Es factible que durante la primera fase del idilio todo suene como una
melodía seductora, pero a poco de andar, la realidad hará su parte, y si
no se hacen los deberes, la sociedad pasará factura con absoluta crueldad.

Algunos dirán que es un poco tarde para replantear escenarios tan
trascendentes. Vale la pena recordar que no existe peor error que el de
insistir neciamente en transitar caminos inadecuados solo porque no se
ha hecho lo necesario oportunamente.

Es imperioso establecer un nuevo contrato psicológico con la sociedad
que tenga como base de sustentación colocar las esperanzas ciudadanas
dentro de un marco de prudencia, seriedad y honestidad intelectual.

Es tiempo de trabajar con un horizonte claro, con directrices más
específicas, blanqueando los costos que se deberán aceptar al circular
por esos senderos y explicando detalladamente porque es indispensable
hacerlo ahora, advirtiendo además sobre las secuelas que se derivan de
no hacerlo.

Aparecerán entonces las predecibles resistencias y surgirán muchas
críticas, pero si no se asume con hidalguía esa metodología,
invariablemente los ciudadanos se encontrarán nuevamente con el fantasma
de la desilusión.

Source: El fantasma de la desilusión - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/57c41de53a682e07e45000b5#.V8bPOJh95h0

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