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Monday, August 15, 2016

Donde quiera que Fidel Castro va, también va su silla. Podría pensarse en necesidades de la edad, pero es más que ello - es un símbolo del poder

Donde quiera que Fidel Castro va, también va su silla. Podría pensarse
en necesidades de la edad, pero es más que ello: es un símbolo del poder
Alejandro Armengol, Miami | 15/08/2016 9:42 am

Fidel Castro cambió el trono por la silla. Acabamos de verlo en el acto
en su honor, por cumplir 90 años, en un teatro de La Habana. La silla,
omnipresente y ajena, interrumpe la fila de butacas. Uno se pregunta qué
fue necesario para tenerla allí: simples destornilladores, sopletes de
acetileno, soldadores de arco. Es lo de menos. Donde quiera que Fidel
Castro va, también va su silla. Podría pensarse en necesidades de la
edad, comodidades requeridas por un anciano, estampa de decadencia, pero
es más que ello: es un símbolo del poder.
Los griegos colocaban tronos adicionales, vacíos, en los palacios reales
y los templos de modo que los dioses pudieran estar presentes donde
quisieran estar. Los romanos tenían dos tronos, uno para el emperador y
otro para la diosa Roma, cuyas estatuas fueron asentadas sobre los
tronos y los convirtieron en centros de adoración. El trono del
emperador de China fue visto como el centro de la Ciudad Prohibida, que
era el centro del mundo. La serie de puertas y de pasos que un visitante
necesitaba traspasar antes de alcanzar al emperador fue diseñada para
sobrecoger.
Una silla acompaña a Fidel Castro a todas partes. Aparece en las fotos
de las visitas de mandatarios extranjeros en su casa; en las
celebraciones públicas de estos diez últimos años, cuando ha participado
en la presentación de un libro o en cualquier homenaje público; también
en sus reducidas apariciones en la Asamblea Nacional de Poder Popular.
Para Castro, un asiento tiene gran importancia. Cuando el niño Elián
González se encontraba en Miami, el entonces gobernante cubano visitó su
escuela y declaró "intocable" la silla de Elián.
De espaldar más alto que las demás del salón plenario, tapizada en cuero
beige, la silla de Fidel Castro permaneció vacía cuando su hermano Raúl
fue electo presidente. "Fidel es insustituible", dijo en su discurso el
nuevo gobernante.
Entre julio de 2006 y diciembre de 2007, durante tres reuniones
ordinarias del Parlamento cubano, la silla de Fidel Castro permaneció
vacía. Una botella de agua, cerrada, inútil y sin destinatario,
contribuyó al simbolismo.
El encerrarse en un sitio exclusivo, distinto al común de los mortales,
es propio de monarcas y papas, aunque ahora algunos reyes lo rechazan.
Los políticos electos —en parte por obligación e hipocresía— tratan de
brindar la imagen de no caer en ello.
Uno contempla a Christian Thielemann dirigir una obertura de Wagner.
Finaliza la ejecución y la cámara cambia, muestra a Joseph Alois
Ratzinger, sentado en una especie de trono, colocado en medio del
pasillo que permite la entrada a dos filas de lunetas. El pontífice
aplaude con parsimonia estudiada y la curia a su alrededor lo imita con
prudencia, incluso con cierto temor a extralimitarse o quedarse corta en
el entusiasmo. Aislado y al mismo tiempo parte de la representación,
compitiendo con ella como la esencia del verdadero espectáculo. Único y
rodeado de seguidores, como un papa laico, Fidel Castro convierte la
celebración de su cumpleaños en reafirmación y acto político, imponiendo
su presencia, que es el pasado.

Source: La silla - Artículos - Cuba - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/la-silla-326293

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