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Tuesday, May 24, 2016

El derecho de pernada de la madrastra

El derecho de pernada de la madrastra
El canciller español vuelve a Cuba después de su visita de 2014. Ahora,
el escenario le resulta más ventajoso para hablar de negocios con la
satrapía

MIRIAM CELAYA, La Habana | Mayo 23, 2016

El ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España, José
Manuel García-Margallo, realizó recientemente su segunda visita a Cuba.
A diferencia de la primera, en noviembre de 2014, –ocasión en que el
general-presidente no se dignó a recibirlo– esta vez el "excelentísimo
señor" canciller español fue acogido a todo trapo por la cúpula del poder.

No es de extrañar esta nueva actitud entre ambas partes, puesto que si
en 2014 García-Margallo andaba en plan "demócrata", provocando el recelo
y disgusto de la gerontocracia verde olivo, en la actualidad el señor
canciller ha venido solo en plan empresarial, con la misión de
robustecer y ampliar en todo lo posible las inversiones españolas en la
Isla antes que el poderoso vecino del norte invada (otra vez) con sus
capitales el territorio de la otrora colonia española, arrebatándoles
una vez más la devaluada joya de la Corona.

En esta ocasión el monopolio de prensa castrista reseñó crípticamente en
una breve nota el intercambio con "el distinguido visitante" –quien
estuvo acompañado por altos funcionarios de las esferas de Fomento y de
Cooperación del Gobierno español, así como por el embajador de ese país
en la Isla–, aludiendo a "las positivas relaciones existentes entre las
dos naciones", y a "la reciente firma en Madrid de los acuerdos que
regularizan la deuda de mediano y largo plazos de Cuba", lo que "crea
condiciones favorables" para el fortalecimiento de las relaciones entre
ambos países.

Sin dudas, el escenario actual resultó ventajoso para el canciller
español a la hora de hablar de negocios con la satrapía.

En el encuentro participaron, por la parte cubana el canciller, un
vicepresidente del Consejo de Ministros, el ministro de Comercio
Exterior y la Inversión Extranjera y el viceministro de Relaciones
Exteriores. Fue, obviamente, una visita de negocios que se desarrolló en
medio del mayor secretismo.

Así pues, como es usual, tampoco trascendió a la opinión pública
nacional ningún detalle de interés sobre los asuntos económicos
bilaterales, plazos y pagos de esa deuda o potenciales inversiones
españolas, aunque es sabido que España es uno de los principales socios
comerciales de Cuba y ha mantenido por más de dos décadas una fuerte
presencia de empresas en la Isla, en especial en la esfera
turística-hotelera y, en consecuencia, deberían ser temas de importancia
para la población en medio de la profunda crisis cubana.

En otro sentido, pero igualmente secretas, fueron las actividades
desarrolladas por el mismo canciller español durante su visita anterior.
Menos de dos años atrás, el ahora "excelentísimo" visitante levantó un
gran escozor en el Palacio de la Revolución, al pronunciar la
conferencia magistral Vivir la transición: una visión biográfica del
cambio en España–también a puertas cerradas y ante un público
cuidadosamente seleccionado–en un espacio tan gubernamental como el
Instituto Superior de Relaciones Internacionales, en la cual estableció
una comparación entre la realidad española a finales del franquismo e
inicios del proceso de transición democrática y la realidad cubana en la
actualidad, bajo el tardocastrismo.

En retrospectiva, es justo reconocer que –si bien aquella alocución de
García-Margallo en noviembre 2014 en La Habana no trascendió en la
prensa nacional– ninguno de los gobiernos y representantes de naciones
democráticas que nos habían visitado hasta ese momento había manifestado
tan audazmente sus críticas a la política oficial cubana ni se había
pronunciado acerca de la importancia de la libertad de expresión, de
prensa, de reunión y de asociación.

Sin embargo, el canciller español en su primera visita no gozó de los
mismos privilegios que el presidente estadounidense Barack Obama, cuyo
discurso –dirigido a todos los cubanos y no a un selecto grupo de fieles
al castrismo– fue difundido en tiempo real por los medios oficiales de
la Isla y causó una profunda impresión en el ánimo de la gente común.
Desde luego, el mandatario de EE UU no es de los que se dejan poner
banderillas.

Por eso los cubanos no supieron de la audacia de García-Margallo, primer
representante de un gobierno democrático que mencionó ante un micrófono
en un espacio oficial ideas tan subversivas como la importancia del
pluripartidismo como pilar de la democracia y de la concordia nacional,
la eficacia de las transiciones pacíficas para lograr cambios políticos
seguros y duraderos, y la recuperación de las libertades conculcadas por
regímenes autocráticos de larga duración.

García-Margallo en aquella ocasión hizo referencia a la necesidad de la
unificación monetaria y de acelerar los cambios en Cuba, de la
descentralización de la toma de decisiones, de la ratificación de los
pactos de derechos civiles y políticos y de derechos económicos,
sociales y culturales, y de la libertad sindical, entre otros puntos
igualmente tabúes para el Gobierno cubano.

En resumen, si se compara la actitud asumida por el canciller español en
su primera visita a Cuba con la que ha mantenido en esta segunda
ocasión, no queda duda de que se ha producido un retroceso en cuanto a
la defensa de los derechos humanos y democracia para los cubanos, como
si privilegiar la protección de los intereses de los empresarios
españoles en Cuba necesariamente deba implicar el olvido de la exclusión
que viven los cubanos, tan explotados por esos mismos empresarios,
habría que apuntar. Todo esto, a contrapelo de la hipocresía de los
funcionarios de ese país, que aluden, según les convenga, a "los
entrañables lazos históricos, culturales y de sangre que unen a nuestras
dos naciones".

Ahora resulta que García-Margallo incluso se ha erigido en intérprete de
los deseos de los cubanos, por tanto su misión meramente empresarial en
Cuba no solo se justifica por la gran presencia de capital español en la
otrora "siempre fiel Isla de Cuba", sino porque "la población cubana, lo
que en estos momentos quiere fundamentalmente es progreso y desarrollo
económico, y vamos a ayudarles en ese cambio". Lamentablemente, no
sabemos cómo lo hará. Por el momento, aquello de las libertades y la
ratificación de los pactos, y bla, bla, bla..., ha quedado pendiente.
¡Ah, los políticos españoles, siempre tan veleidosos!

No obstante, la actual postura simpática de las autoridades de España
con los Castro vuelve a tomar aquello de "las raíces". No importa de
cuál árbol se trata. Según afirmó recientemente ante los medios el señor
García-Margallo tras su visita a La Habana, "en Cuba, aparte de las
relaciones humanas, el padre de Fidel y de Raúl era un soldado que luchó
con nuestras tropas en la Independencia y se volvió luego", así que los
hermanos dictadores "son muy, muy españoles".

¡Acabáramos! Eso lo explica todo: si los gobernantes cubanos de los
últimos 57 años son tan, tan "españoles" no es de extrañar que las cosas
en Cuba anden tan, tan patas arriba, y menos aún que ahora –en medio de
la transición del castrocomunismo al castrocapitalismo– desde la Moncloa
se refuerce el reclamo de cierto derecho de pernada de la madrastra patria.

En especial cuando la Historia, siempre tan caprichosa, parece cerrar
otro ciclo que –salvando las diferencias– remeda aquel episodio de más
de cien años atrás en que España y EE UU se reñían los despojos de la
Isla en ruinas.

Source: El derecho de pernada de la madrastra -
http://www.14ymedio.com/opinion/Relaciones-Espana-Cuba-derecho-pernada_0_2003799607.html

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