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Tuesday, February 09, 2016

Guerra de pandillas en La Habana

Guerra de pandillas en La Habana
ELIÉCER ÁVILA, La Habana | 08/02/2016

Hace solo unos días, llegábamos mi esposa y yo en un almendrón al
parquecito de La Ceiba que está justo antes del semáforo de Vía Blanca y
Lacret, en La Habana. Ahí solemos bajarnos cuando regresamos a casa
desde el Vedado en la línea de taxis colectivos que se dirigen a la Víbora.

Poco grata fue la sorpresa esta vez al encontrarnos casi en el medio de
una guerra campal sobre la 1:00 de la madrugada. En la calle Bella Vista
con la Vía Blanca de por medio, dos pandillas de niños en su mayoría
(porque muchos no llegaban a ser ni adolescentes) se enfrentaban a
piedras, palos, botellazos y algunos portaban machetes que medían lo
mismo que su cuerpo.

Algunas parejas de enamorados que se encontraban en el parque, corrieron
para evitar ser alcanzadas por la lluvia de objetos de todo tipo y en
todas direcciones que estos pioneritos lanzaban unos contra otros con
una frialdad espeluznante. En medio del bullicio, se escucha una voz del
lado de Santos Suárez: "Lo partí, ¡cojones!". Un muchacho de los que
"disparaba" desde el lado del Cerro al parecer intentó tomar por asalto
al otro bando y cayó en medio de la vía con una pedrada en la cabeza
justo delante de un camión enorme que accionó los frenos para no
triturarlo y casi se vira de lado con un contenedor en su remolque.
Varios carros ligeros también tuvieron que frenar bruscamente y
accionaron sus bocinas, pero los contendientes parecían no escuchar
absolutamente nada.

Continúa la disputa y ya hay una fila de autos esperando, pues temen
pasar en medio de la artillería y cuando menos perder el parabrisas. Dos
"rescatistas" desde el lado del Cerro se aventuran a recuperar al caído
que intenta levantarse pero no puede. Sus compañeros los cubren
arreciando el fuego desde una loma de escombros ubicada al lado del
círculo infantil que les sirve de escudo y parque al mismo tiempo.

La operación tiene éxito, pero la contraofensiva no se hace esperar.
Desde el lado de Santos Suárez, aprovechan que los del Cerro tienen un
herido y logran cruzar la Vía Blanca para emprender una persecución que
se extiende hasta la intercepción de Bella Vista con la avenida de San
Salvador. Los del Cerro logran escapar hacia lo profundo del Canal y los
invasores no se atreven a seguir avanzando pues ya están muy adentro de
territorio hostil. El más alto de todos, un flaco descalzo, en short,
sin camisa y con una cresta al estilo El Yonki como pelado, grita: "¡¡En
la próxima, los matamos, monassss!! ¡Vámonos!". La tropa retrocede con
la disciplina de un ejército profesional no sin antes dispersarse por
varias rutas para no llamar la atención de los vecinos que se han
levantado para ver qué está pasando y casi seguro alguno habrá llamado
al 106.

En efecto, diez minutos después, aparecen dos patrullas accionando
sirenas, chillando gomas y buscando sin resultado a "los de la bronca".
Preguntan a los vecinos que están haciendo control de daños con mucha
cautela, pero nadie responde. Mejor no arriesgarse a que un policía
indiscreto pueda revelar el nombre del informante o desde la oscuridad
alguno del clan los vea dando información y tome represalias.

Al otro día en la mañana, solo se escuchan los comentarios en la cola
del pan sobre "la que se formó anoche". En la calle y las fachadas de
las cuadras que fueron campo de batalla, se pueden ver las marcas de los
impactos de piedras, vidrios de botellas y también del cristal delantero
del Lada de Luisito, que parqueó esa noche frente a la panadería (lugar
equivocado y momento equivocado).

Esto es la descripción fiel de lo que pasó esa noche y viene sucediendo
cada vez con más frecuencia no solo en el Cerro sino en muchos repartos
de La Habana, donde muchas veces hay que lamentar alguna víctima fatal.

Llama la atención que estas pandillas estén compuestas por niños y niñas
que muchas veces no pasan de los 14 años. Estos agresivos muchachos
tienen unos lazos muy fuertes de identidad y compromiso con su grupo,
que al mismo tiempo gira alrededor de dos o tres líderes de mayor edad y
experiencia en las artes de las peleas callejeras. En nuestros predios,
ya tenemos pandillas que todo el mundo conoce, como la que se hace
llamar Los desaforaos y una cada vez más popular compuesta por muchachas
que se identifican como Las Apululu.

¿Qué pasaría si por alguna razón llegaran a armarse de verdad estos
grupos? ¿Cuánto poder llegarían a alcanzar? ¿Tendríamos los
cuentapropistas que pagarles por su protección como sucede en otros
países de Centroamérica?

Todo esto y más puede pasar perfectamente si se sigue agudizando la ya
terrible situación económica, continúa deteriorándose la calidad de la
educación y permanecen sin incentivos ni rumbo los adolescentes y
jóvenes, pero sobre todo si sigue siendo la prioridad del Estado
invertir los escasos recursos humanos y materiales en reprimir a los que
queremos enfrentar los verdaderos problemas y tomar las medidas
necesarias para resolverlos.

Source: Guerra de pandillas en La Habana -
http://www.14ymedio.com/blogs/cajon_de_sastre/Guerra-pandillas-Habana_7_1940875897.html

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