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Saturday, October 03, 2015

La Plaza de la Revolución y el Vaticano, un pacto de poder

YOANI SÁNCHEZ: La Plaza de la Revolución y el Vaticano, un pacto de poder

La conversación del Papa y Raúl Castro podría haber abordado los pasos a
seguir para el gobernante cubano
La visita papal ganó espacio para la Iglesia en la isla
Raúl Castro contrajo un mayor compromiso para profundizar en cambios
internos

Algunas banderolas que adornaban las calles para el recibimiento del
papa Francisco, baten aún al viento en varias avenidas. "La gente las
arranca para hacer sábanas", le comenta el conductor de un taxi
colectivo a sus clientes. Son los últimos vestigios de la visita del
Obispo de Roma a Cuba, durante unos días que pusieron a la isla en el
centro de las miradas informativas y de las especulaciones diplomáticas.

Jorge Mario Bergoglio se marchó sin que se produjera un milagro. En
lugar de eso, la cotidianidad se impuso otra vez con su rareza y sus
problemas, pero esta vez sin coberturas especiales, rezos televisados ni
muchedumbres alrededor del papamóvil. Retornaron, eso sí, las consignas,
los llamados al sacrificio y las arengas ideológicas. Una forma en que
el oficialismo se enfrasca en mostrar que nada había cambiado tras la
llegada del Pontífice.

Sin embargo, después de este septiembre han quedado mejor definidos los
actores que darán forma al futuro cubano. El pacto se ha concretado
entre el Vaticano y la Plaza de la Revolución. Ambos poderes se dieron
el beneplácito y saben que cada uno necesita del otro para lograr el
"plan" que tienen para este país. Mientras que el gobierno se propone
mantenerse al timón nacional, cueste lo que cueste, la iglesia católica
busca parar el flujo de cubanos que abrazan el agnosticismo u otras
religiones. Quiere que Cuba rece el padrenuestro y se confiese.

Fuera de la foto familiar, quedaron la sociedad civil, el exilio y hasta
la comunidad internacional. Esta última, si acaso, planeando como una
presencia con el rostro de Barack Obama, quien días antes del arribo de
Francisco a La Habana lo pertrechó con una andanada de flexibilizaciones
a los viajes y al comercio de Estados Unidos con la isla. Quién sabe si
los pasos que en respuesta debe emprender ahora Raúl Castro, hayan sido
el tema de la conversación que sostuvo con Bergoglio a puertas cerradas.

PERO QUE NO SE ENGAÑE EL CLERO, PARA EL GOBIERNO CUBANO SIEMPRE SERÁN
CONSIDERADOS COMO POCO CONFIABLES: PERSONAS CON SOTANA EN LUGAR DE
UNIFORMES VERDE OLIVO

La iglesia católica cubana salió indudablemente fortalecida con esta, la
tercera visita papal en un plazo de 17 años. La jerarquía eclesial se
percibe ahora con más respaldo del Vaticano ante el poder político, lo
que le permitirá negociar desde una posición más cómoda sus viejos
reclamos. Entre ellos, ganar terreno en el área de la educación y una
mayor presencia en los medios de comunicación, hasta ahora bajo el
monopolio del Partido Comunista.

En medio de una batalla oficial contra la pérdida de valores, la Iglesia
cree poder recuperar preceptos éticos y morales desde el espacio
docente. Su labor humanitaria hacia los menesterosos, los ancianos y los
excluidos sociales se verá ampliada con el beneplácito gubernamental.
Desde los comedores para pobres, hasta los círculos de alcohólicos
anónimos que se reúnen en algunas parroquias; todos ellos se
beneficiarán de la presencia del Pontífice en la mayor de las Antillas.

A este paso, es posible que en las aulas se predique primero el
evangelio de Jesús, antes de que se narre la historia de Orlando Zapata
Tamayo. Pero que no se engañe el clero, para el gobierno cubano siempre
serán considerados como poco confiables: personas con sotana en lugar de
uniformes verde olivo; de cruces, en ausencia de hoces y martillos. La
sintonía, mostrada durante los días de Francisco en Cuba, solo es para
las cámaras, poses que quedarán en las fotos.

En busca del perdón

Raúl Castro, por su parte, no fue el gran vencedor de esta visita
histórica aunque ha tratado de aparentarlo. En lugar de eso, el general
presidente contrajo un mayor compromiso público con la marcha de las
transformaciones económicas y políticas hacia lo interno del país. Le ha
visto de cerca la cara a un poder milenario y sabe que, a diferencia del
cristianismo, el castrismo tiene sus días contados.

Es probable que el ex ministro de las Fuerzas Armadas haya sentido
también el tirón del remordimiento, la premonición del castigo. Un
sentimiento así pudo haberlo llevado a seguir al Papa por su recorrido
cubano y asistir a cada una de sus misas. La vejez es un escenario
frecuente para esas conversiones, para el regreso al crucifijo. Raúl
Castro quiere que Francisco lo salve y la búsqueda de ese perdón tal vez
sea el empujón que le falta para que ponga el pie en el acelerador y
profundice los cambios internos. Quiera Dios.

En la oposición política, mientras tanto, se perdió la oportunidad de
hacerle llegar a Francisco algo más que quejas y reclamos. Como todo
pastor, el sucesor de Pedro sabe que debe cuidar de su rebaño, pero
también espera que cada oveja cuide de él y de los suyos. Después de
innumerables cartas enviadas desde el sector disidente para reclamar la
liberación de los prisioneros políticos y una audiencia con Francisco,
los activistas no lograron compartirle sus propuestas de una Cuba futura.

La Seguridad del Estado se encargó de que el encuentro entre el Obispo
de Roma y la sociedad civil independiente no se produjera. Para ello
arrestó a la opositora Martha Beatriz Roque y a la periodista
independiente Miriam Leiva, cuando intentaban llegar hasta la Catedral
de La Habana para saludar al Pontífice. Entonces, desde esa parte
lastimada de Cuba solo quedaron las denuncias, la narración del horror y
las demandas de atención. Francisco no pudo escuchar sus proyectos,
aunque todavía tiene tiempo para conocer las tantas plataformas que
prevén ese día después de la dictadura.

Es probable que por décadas no nos vuelva a visitar un papa. ¿Por qué
debería seguir esta lluvia de mitras y báculos sobre una isla tan lejos
de Roma? Francisco podría ser el último pontífice que pise suelo cubano
antes del cambio democrático. El último que abrace a un presidente no
electo en las urnas y se retrate con un anciano moribundo a quien quizás
Dios perdone, pero la historia no.

Source: YOANI SÁNCHEZ: La Plaza de la Revolución y el Vaticano, un pacto
de poder | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/cuba-es/article37406313.html

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