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Saturday, October 03, 2015

El Papa y la pobreza, la otra cara de la moneda

El Papa y la pobreza, la otra cara de la moneda

Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el reino de Dios
Jesús deja claro que no todo el mundo recibe los mismos dones
Los mercados poseen una tendencia natural hacia la concentración de la
riqueza
CARLOS A. SALADRIGAS

En un artículo reciente, Carlos Alberto Montaner fustiga al Papa por su
preferencia por los pobres y excluidos, y por sus advertencias contra un
capitalismo desbocado y el peligro que el dinero le presenta a la humanidad.

Montaner arremete contra el mensajero y se olvida de la fuente del
mensaje —Jesús—quien claramente expresó su opción preferencial por los
pobres —no por la pobreza— y advirtió sobre el potencial corruptivo del
dinero. Solo basta leer unos cuantos pasajes:

▪ "Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un
rico en el reino de Dios". Marcos 10:25

▪ "No os hagáis tesoros en la tierra… sino haceos tesoros en el cielo…
Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón".
Mateo 6:19

▪ "No podéis servir a Dios y a las riquezas". Lucas 12.22

▪ "Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y
dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo…" Mateo 19:21

Estas palabras, dichas hoy, serían más que suficiente para que Jesús se
ganara la acusación de marxista, o al menos de tonto iluso.
Irónicamente, Jesús vivió en una economía de mercado donde no había un
estado regulatorio y mucho menos paternalista. El conoció de cerca las
virtudes y defectos de los mercados.

Lo que se le escapa a Montaner es que ni el Papa, ni Jesús, condenan la
riqueza, ni hacen virtud de la pobreza. El énfasis es en el ser humano,
y por ende, en la sociedad que formamos. El hombre, y su dignidad
intrínseca, están por encima de las economías y los sistemas políticos,
y con su libertad y su trabajo, crea riquezas, pero también es
responsable ante su creador por el uso de la misma.

De hecho, en la parábola de los talentos (Mateo 25:14) Jesús deja claro
que no todo el mundo recibe los mismos dones (desigualdad) pero
recompensa al que con los dones recibidos toma riesgos y los pone a
producir (por el bien común). El castigo lo reserva para el conservador
que los entierra para no perderlos. El énfasis no está en la igualdad de
los dones sino en su uso. En la manera que recibimos, seremos juzgados.

Estas enseñanzas evangélicas forman la doctrina social de la Iglesia,
que no es estática, sino evolutiva. La Iglesia no es experta en
economía, pero no hay enemistad entre la religión y la ciencia. La
Iglesia es experta en moral y ética, y este Papa está determinado a
recordarnos que los mercados son amorales y que las sociedades pueden y
deben insertar sus valores en los sistemas económicos.

Francisco ha puesto la atención en la doctrina social de la Iglesia por
su relevancia ante la coyuntura en que nos encontramos, donde los
sistemas de mercado que tanto progreso económico han producido; que han
sacado a millones de la pobreza; producido las clases medias más fuertes
de la historia; los avances tecnológicos más complejos; y las mejores
condiciones de vida para muchas sociedades, están cancaneando,
erosionando sus propios logros y redundando en desigualdades extremas.
El Papa deja claro que el problema fundamental que acosa al mundo
moderno no es la producción de la riqueza, sino su distribución.

El Papa nos advierte que en este correr económico, el hombre se está
denigrando a un diente en la rueda del consumo, o a un mero insumo en la
producción, y que los mercados han invadido esferas de la sociedad donde
no pertenecen. Francisco ha ido al meollo del problema —los mercados,
dejados a su albedrío, no necesariamente procuran el bien común. La
aseveración de Montaner que la suma de decisiones económicas
individuales siempre redundan en el bien común, carece de fundamento.

Véase La Tragedia de los Comunes de Hardin, "donde varios individuos,
motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero
racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido limitado (el
común) aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto,
les convenga que tal destrucción suceda".

Los mercados poseen una tendencia natural hacia la concentración de la
riqueza, acumulando poder económico y político. Solo la sociedad, a
través del estado, la moral, la verdadera competencia, precios
adecuadamente determinados, y la democracia como sistema político, que
busca lo opuesto —la dispersión del poder— pueden contrarrestar esta
tendencia y tener como objetivo primordial la búsqueda del bien común.
No sorprende que Montaner encuentre que los países más ricos del planeta
son democracias con economías de mercado. Ambos sistemas son
simbióticos. Cuando una sociedad permite que el dinero contamine la
democracia, se pierde el freno de los excesos del mercado, y se corroe
la propia democracia.

Francisco y la Iglesia entienden que aquellos problemas sociales que
tienen solución en los mercados encuentran en ellos la más eficiente
solución. Pero también nos advierten que no todos los problemas tienen
solución en los mercados, lo que nos conlleva al segundo problema
contemporáneo, la invasión de los mercados en esferas sociales donde no
pertenecen.

Son hoy pocas las cosas que no tienen precio. El mecanismo por el cual
los mercados distribuyen recursos son los precios de los bienes,
determinados por las partes en libertad. La Iglesia nos recuerda que en
muchas transacciones económicas ni existe paridad de conocimiento entre
comprador y vendedor, ni existe, necesariamente, plena libertad. Un
inmigrante que acepta condiciones laborales explotadoras, y un pobre que
vende un riñón para alimentar a sus hijos, no fijan sus precios, ni
consuman su transacción en libertad.

Francisco nos recuerda que hay bienes en la vida que no tienen precio y
que no se deben distribuir a través de los mercados. Hay bienes comunes
que han de distribuirse igualitariamente, y que no se prestan a un
sistema de "pago por uso". La dignidad humana trasciende la economía, y
la sociedad es responsable por mantenerla sacrosanta.

Empresario y presidente del Cuba Study Group.

Source: CARLOS SALADRIGAS: El Papa y la pobreza, la otra cara de la
moneda | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/article37350687.html

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