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Saturday, August 08, 2015

La ínfima vida de un mosquito montañero

La ínfima vida de un mosquito montañero
HÉCTOR REYES | Santa Clara | 8 Ago 2015 - 9:00 am.

Carlos Caridad Rodríguez tiene un trabajo fantasma en Topes de
Collantes, donde Fulgencio Batista tuvo alguna vez una colección
ornitológica.

Carlos Caridad Rodríguez son sus generales, pero en Topes de Collantes
todos le llaman "El Mosquito". Llegó hace mucho tiempo a la serranía del
Escambray, con su mujer, "La Gorda", que padece varias enfermedades;
pero es buena como el pan y no se queja.

Al Mosquito lo conocí en un sitio llamado "el Aviario", terreno llano
entre pendientes, donde Fulgencio Batista tenía una colección
ornitológica. De aquello solo quedan las bases de las jaulas y una
casita, donde vive el matrimonio.

El aviario es frecuentado todos los años por estudiantes aventureros.
Llegan con sus carpas y siempre cuentan con la ayuda de El Mosquito y La
Gorda. Cuidar el lugar, mantenerlo limpio, prestarle el baño y la
cocina, es parte de la ayuda que ellos ofrecen.

Pero, ¿quién los ayuda a ellos? El matrimonio vive en una casita que
quedó desde tiempos del aviario; un cuadrado minúsculo de tres metros
por 2,50, con dos ínfimos espacios más: la cocina y el baño. Ellos no se
quejan, pero tampoco pueden hacerlo.

La Corporación Gaviota, brazo turístico de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (FAR), con estado mayor en la zona, dirige a Carlos; no
solo en cuanto a su terreno, también en el trabajo. Hace par de años le
asignó un tractor para sus trabajos.

Gaviota se ocupa muy poco de El Mosquito y su esposa enferma. Pero ellos
no son los únicos casos. Campesinos con casas más deterioradas han
pedido ayuda al delegado y al jefe del complejo turístico, y aún esperan
una respuesta sin goteras.

"En Topes hay apartamentos sellados en los edificios", dice un lugareño,
"y casas semidestruidas por ciclones y el tiempo que bien pudieran
convertirse en viviendas reparadas para algunos que no tenemos donde vivir".

El propio Carlos indagó posibilidades de viviendas desocupadas para que
le fuera asignada alguna. La empresa turística solo le asignó la casita
del aviario y un tractor; además de esa ocupación fantasma de cuidar a
los campistas sin cobrar nada.

"En el aviario no existen condiciones de camping", dice un estudiante.
"No es un camping." El lugar no tiene letrina, excepto el baño del
Mosquito. No tiene un sitio para cocinar, excepto el pequeño local donde
La Gorda prepara frugales almuerzos.

Cuando llueve, lo cual es frecuente, en su hogar se guardan las
pertenencias de todos, desde mochilas, hasta un violonchello. Ellos no
quieren pago alguno por el favor. Pero ciertamente viven —tienen que
hacerlo— de lo que le regalan, aunque les avergüence.

Según él, antes de ser El Mosquito, cuando se llamaba Carlos, "aprendí
mecánica automotriz, desempleé todo tipo de trabajos manuales y estuve
en Granada junto al general Tortoló". Aún recuerda a este en retirada
frente a la invasión del USAF.

Luego de tanto andar llegó a Topes de Collantes, con su Gorda. Allí se
asentó, pasando los mil problemas que conlleva emigrar, aplatanarse, y
vivir sin condiciones. Consiguió el cuartico y "forrajea pa sobrevivir".
Todo ello sin dejar de atender a los campistas.

"Ellos viven sin un peso", dice un campista, "pero si podemos, le
regalamos algo".

Hasta ahora Mosquito está formando un hogar. Un televisor fuera de
servicio, un refrigerador antiguo y un mueble en desuso donado por las
FAR, lo conforman.

Para colmo, les toca velar porque los campistas paguen sus diez CUP por
acampar en el aviario. Y con esa actitud noble, campesina y montañesa,
te dicen que es tu deber abonar diez CUP al complejo.

Los campistas lo hacen sin pena ni mala gana, pero muchos conocen el
artículo de la Constitución Cubana que reza que "la tierra, los ríos,
las playas y los recursos naturales son del pueblo y para el pueblo".

El Mosquito no lo conoce. Él vive en su cuartico que es lo que necesita.
Su problema no es de transporte. Tiene "un tractor pa' ir tirando".
Tampoco de comida, porque forrajea. El problema es el irrespeto que la
propia FAR tiene para con uno de sus veteranos.

Varios jefes han pasado por el complejo desde que El Mosquito se instaló
en el aviario. Varias lluvias han pasado. Ya El Mosquito tiene trabajo y
un tractor; falta que el nuevo directivo sepa que él y La Gorda no
pueden vivir en semejante estrechez.

Su sueldo no da para una casa. Tampoco pueden ser beneficiados con el
plan de damnificados, porque a ellos ningún ciclón le destruyó la suya.

"De las muchas casas selladas en Topes de Collantes", asegura un vecino,
"una debería ser para El Mosquito".

Source: La ínfima vida de un mosquito montañero | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1438905222_16186.html

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