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Monday, August 17, 2015

Condenados a la ayuda social

Condenados a la ayuda social
[17-08-2015 00:39:30]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- En tiempos de crisis, esta sociedad
legitimó el nacimiento de una secuencia interminable de planes sociales.
Las circunstancias angustiantes de ese momento hicieron creer a todos
que solo el Estado podría canalizar la asistencia a los más necesitados.
A pesar de lo refutable de esa afirmación, la comunidad aún desconfía de
la gente y piensa que el gobierno puede ser eficiente en ese rol, aunque
ya demostró reiteradamente su impericia.
Lo cierto es que el "virus" de la ayuda social, penetró en el sistema
como un implacable veredicto. Muchos sostenían que la coyuntura
ameritaba esa acción y soñaban, ingenuamente, con que esta medida sería
transitoria. No tomaron nota de que acababan de engendrar un instrumento
brutal que a la política le resolvería su tarea electoral durante una
larga temporada.

Un beneficiario de un plan social, es un voto casi cautivo, alguien a
quien se puede amenazar con quitarle ese discrecional apoyo.
Intuitivamente, el que recibe esa limosna cree que dispondrá de ella
mientras gobiernen los que están, y que cualquiera que los suceda puede
arrebatársela. Claro que tiene razón. No existe motivo alguno para
suponer que semejante despropósito deba ser eterno, por lo que la
continuidad se constituye en una virtud.

Ese amparo fue útil en situaciones difíciles, aun sirve en el corto
plazo y además se lo recibe sin necesidad de una contraprestación.
Aparentemente, no existe mejor dinero que el que se obtiene sin
esfuerzo. El que lo percibe sabe que eso es irracional y por eso teme
por su interrupción.

Es importante identificar a los actores que protagonizan esta historia.
Por un lado están los que otorgan estos favores a cambio de nada. Se
trata de la clase política, esa que sin escrúpulos, quita recursos a
unos para dárselos a otros, y sin pudor, justifica ese saqueo escudado
en una suerte de sensibilidad, que claramente no tiene, pero de la que
se ufana.

Es evidente la inmoralidad de esa casta corporativa que sigue utilizando
con descaro una herramienta tan confiscatoria como arbitraria. Lo hacen
para lograr popularidad, acompañamiento electoral y someter a los
votantes aplicando el más cruel de los instrumentos a los que se puede
apelar para conseguir respaldo en los comicios. Los dirigentes políticos
que sostienen este perverso engranaje no merecen respeto alguno.

Lo que realmente sorprende es la existencia de un sector de la sociedad,
significativo en número, que es el de los saqueados, ese que trabaja sin
descanso, ese que aporta los recursos para que semejante dislate se
pueda concretar y que, paradójicamente, apoya la vigencia de este mecanismo.

No lo hace con convicción, sino con una hipocresía difícil de
comprender. En público dice entender la necesidad de este tipo de
programas sociales, pero en privado despotrica contra su esencia. Sin
lugar a dudas, esa actitud no solo es absolutamente incorrecta, sino que
además es tremendamente funcional a la continuidad indefinida de este
desmadre.

Pero lo paradójico proviene de quienes son supuestamente beneficiados
por este sistema de distribución. Ellos reciben dinero solo por ser
pobres. Tener inconvenientes o necesidades insatisfechas, los ha
convertido en destinatarios naturales de esos fondos que previamente han
sido detraídos de los que lo han generado genuinamente con sacrificio.

Lo que ese grupo no percibe, es que esta ventaja presunta se ha
convertido en una verdadera cárcel. Un individuo que no hace sacrificio
alguno por conseguir su sustento, se convertirá irremediablemente en un
parásito, en una persona indigna, en alguien que solo merece ser auxiliado.

Eso equivale a decir que no se puede valer por sí mismo, que no sirve
para nada, que es un absoluto inútil, y es esa la más contundente
condena a la que ha sido empujado, hacia ese abismo de invalidez total.

El cree que lo han ayudado, puede pensar inclusive que es un
privilegiado. Después de todo, sin esfuerzo alguno recibe recursos.
Parece una ecuación muy favorable, pero su castigo es superior a lo que
puede percibir. Desde ahora será estigmatizado y difícilmente saldrá
indemne de ese proceso.

Una parte importante de la sociedad lo identificará como una lacra
social, como un individuo que no produce y que vive a expensas de los
otros. Su dignidad como persona no tiene valor alguno para los demás.

Pero no es eso lo más grave, sino lo que terminará sintiendo por sí
mismo. Lejos de sentirse un pícaro ganador de este tiempo, pronto tomará
nota de que se ha invalidado, que no es útil para producir nada, que es
incapaz de generar recursos, que nadie le ofrecerá trabajo porque ya no
tiene ninguna habilidad que mostrar, y que es su peor versión como
individuo.

La perversidad de este sistema no solo descansa en la crueldad de la
clase política que la sostiene para preservar ese clientelismo electoral
que tanto le reditúa. También perdura en el tiempo gracias a la
incomprensible complicidad de una sociedad que con su silencio y
pasividad no repudia como debiera esta aberración cotidiana.

A no dudarlo, las personas a las que se ha pretendido socorrer, son las
principales perjudicadas. Tal vez aun no lo comprendan, pero han quedado
fuera de todo circuito virtuoso gracias a estas absurdas políticas.
Serán pobres de por vida. Nunca podrán siquiera soñar con un destino
diferente. Porque de la pobreza se sale trabajando, con sacrificio, con
méritos propios, con esfuerzo y no con dádivas. Ellos han sido
condenados a la ayuda social.

Source: Condenados a la ayuda social - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/55d111223a682e0c70d38d4c#.VdHDDbKqqko

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