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Wednesday, August 05, 2015

Aquella bronca inolvidable de palacio

Aquella bronca inolvidable de palacio
El sanquintín que se formó entre la Casa de las Américas y la UNEAC, a
finales de la década del sesenta, no tuvo parangón con ningún otro de
los tantos en la historia del castrismo palaciego
miércoles, agosto 5, 2015 | Tania Díaz Castro

LA HABANA, Cuba – Por estos días en que la prensa gubernamental cubana
habla tanto de Haydee Santamaría, la Heroína del Ataque al Cuartel
Moncada, viene a mi mente aquella bronca entre ella y el poeta Nicolás
Guillén.

Los cubanos de a pie, por supuesto, no la conocieron. Pero el sanquintín
que se formó entre la Casa de las Américas y la Unión Nacional de
Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), a finales de la década del
sesenta, no tuvo parangón con ningún otro de los tantos en la historia
del castrismo palaciego.

Se dijo que hasta Fidel Castro, en un principio enfurecido cuando supo
de la disputa, terminó desternillado de la risa porque el escándalo
acabó en la tramoya con un poema de Guillén, titulado Digo que yo no soy
un hombre puro.

"Tráiganme el poema" ordenó el Comandante Invicto de inmediato. Y
Nicolás, temeroso, se lo mandó en un sobre cifrado.

En la historia, no corrió sangre real alguna. Simplemente una tarde, a
finales de los años sesenta, en un restaurante de lujo –de aquellos
donde sólo iban los nuevos ricos de la reciente nomenclatura– se toparon
Haydee y el viejo Nicolás, acompañado éste de su joven secretaria.

Entonces fue que la Heroína del Moncada descubrió el intenso idilio que
existía entre el poeta y la muchacha.

Dicen, para que nadie le contara, que hasta los vio besándose como
postre delante de todos y que el Poeta Nacional, un poco pasado de copas
y de langosta enchilada, le daba improcedentes besos a la secretaria en
el restaurant, demasiado efusivos.

Al día siguiente, todavía molesta, la Heroína del Moncada lo llamó
"impuro" por teléfono, y, en una reunión a puertas cerradas de la Casa,
lo criticó duramente porque "un comunista tenía que ser un hombre
completamente puro".

Lo que ocurrió después, es propio de la chismografía que de Palacio
conocíamos los que andábamos por sus alrededores.

Nicolás se encerró, "encabronado", en su despacho casero con aire
acondicionado, allá en el último piso del edificio Someillán –que fuera
de millonarios en la República–, donde vivía con Rosa, su esposa. Tomó
pluma y papel y escribió, entre otras cosas, esto que les pongo aquí:

"Yo no te digo que soy un hombre puro… Que amo a las mujeres… Y me gusta
comer carne de puerco con papas, y garbanzos y chorizos y huevos,
pollos, carneros, pavos, pescados y mariscos, y bebo ron y cerveza y
aguardiente y vino y fornico incluso con el estómago lleno".

Luego le siguen unos versos groseros, impublicables en CubaNet. Pueden
buscarlo en el libro La Rueda dentada, editado en 1972, donde aparece
con el título ya mencionado.

Al día siguiente la Heroína recibió el poema.

Ni aún así lo perdonó y siguió criticando al pobre viejito de Guillén,
de manera muy injusta, sin misericordia alguna, algo que todavía hoy
nadie entiende. Los escritores, sorprendidos, solían decir que Haydee
estaba ciega, cieguecita, porque no miraba a su alrededor.

Además, ¿no había leído la historia de Lenin, el líder del gran estado
soviético? ¿Nadie le había dicho tampoco que Lenin tuvo como amante a la
francesita Inessa Armand, secretaria suya desde el exilio y que todos lo
sabían –hasta Nadya, su esposa–, y que estaba enterrada a pocos pasos de
la momia de Lenin, en el mismo Kremlin?

El Poeta Nacional no era el único que sufría de ese mal. Un mal que, por
cierto, hizo que nadie saliera en defensa suya.

Fidel mucho menos.

Es por eso que Haydee quedó como un trasnochado Diógenes. Ella, con su
lámpara apagada, pensaba que todos sus compañeros eran puros y que
Nicolás, por glotón, era la excepción de la regla.

Source: Aquella bronca inolvidable de palacio | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/aquella-bronca-inolvidable-de-palacio/

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