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Wednesday, August 19, 2015

30 minutos fructíferos con Kerry

30 minutos fructíferos con Kerry
MANUEL CUESTA MORÚA, La Habana | Agosto 18, 2015

El encuentro se produjo. Al más alto nivel. Con una amplia participación
del Departamento de Estado de Estados Unidos, de su representación
diplomática en Cuba y de un representante de la Casa Blanca. Del lado
cubano la presencia fue también amplia y diversa. En todo el arco de
posiciones respecto al restablecimiento de las relaciones diplomáticas
entre dos vecinos mal llevados, y en todo el espectro político e
ideológico. De alrededor de 17 invitados, acudimos 10 a una cita
productiva que tributa a lo más importante: la política real.

No podía haber sido de otro modo. Y confieso que no alcanzo a entender
por qué tantos analistas y periodistas apostaron a que, esta vez, John
Kerry dejaría a los demócratas cubanos en una zona de invisibilidad
política a propósito de un acontecimiento histórico. Como la mayoría de
aquellos cobran su sueldo gracias a sus errores de juicio, no reparan en
los datos, en los análisis de contexto y en las exigencias del instinto
de conservación de los políticos. Otra cosa sería si cada error
analítico se les descontara en dólares, como debió suceder cuando muchos
analistas de entonces equivocaron sus análisis en relación con la
fortaleza del excampo socialista. Antes de su caída.

Los vaticinios de ahora no respondían a los antecedentes. De la
subsecretaria de Estado Roberta Jacobson al presidente Barack Obama,
pasando por el vicepresidente Joe Biden, el recibimiento de miembros de
representantes de la oposición y sociedad civil cubana ha sido
sistemático y publicitado. Y por razones, a mi modo de ver, que no
corresponden a nuestro peso político, sino a nuestro peso simbólico.
Esta no nos sitúa como portavoces del pueblo cubano, pero sí como
expresión genuina de una diversidad y unos valores largamente reprimidos
en Cuba.

En este sentido nuestro viaje sigue siendo de la política simbólica, a
veces testimonial, a la política práctica. No al revés. Y en la medida
en la que no se nos dan solo palmaditas de conmiseración y
condescendencia en los hombros y sí se nos toma como interlocutores
válidos de líderes políticos, estamos entrando desde donde podemos a la
dimensión política real.

La dirección de este viaje se reflejó en la ocasión. En términos del
realismo político nada teníamos que hacer en la ceremonia oficial de la
inauguración de la embajada estadounidense en Cuba. Valorar el grado de
reconocimiento y apoyo estadounidense a los demócratas cubanos a partir
de un gesto formal políticamente imposible está en contradicción con la
crítica a la eficacia misma del restablecimiento de relaciones iniciado
por los Estados Unidos. Ello entra en el campo de las paradojas voluntarias.

En reiterados momentos la misma Administración Obama ha dejado claro que
el proceso no es sencillo, que sus resultados no serán inmediatos y que
nada está escrito al final del proceso. Lo único seguro es que la
diplomacia es mejor y más efectiva que una confrontación que ha durado
54 años. Sus críticos se han parapetado justo detrás del permanente
estado de negación de las autoridades cubanas y de sus aberrantes
políticas represivas para intentar demostrar que el cambio de enfoque
del 17D es un error. Si esto es así, ¿cómo pensar que el Gobierno
estadounidense iba a crear una situación conflictiva en su propia
ceremonia, dando razón a todos sus enemigos?

Si alguien puede imaginar que políticos con visión de Estado iban a
sentar a Berta Soler, la más respetable luchadora por los derechos
humanos en Cuba, en el mismo sitio y a la misma hora donde estaba
Josefina Vidal, la negociadora más visible del Gobierno cubano en este
proceso, no está tomando en cuenta entonces la experiencia histórica en
la solución de conflictos. No veo cómo se puede tratar de resolver un
conflicto, sostener una estrategia y malograrlo todo generando otro
conflicto meramente simbólico. La audacia diplomática es propia de la
acción política, no del mundo de los símbolos.

Y se puede no estar de acuerdo con un determinado enfoque político pero
no tiene sentido protestar por sus pasos inherentes. ¿Por qué legitimar
con la presencia lo que no se considera legítimo en esencia? Si no me
gusta una fiesta, ¿a qué viene el malestar cuando no me invitan? La
excusa espacial norteamericana, esa de la estrechez del lugar, puede
considerarse como eso: el uso de la verdad como pretexto. Queda en pie,
sin embargo, el hecho político de que nadie arruina alegremente su
propia apuesta estratégica. Mala o buena.

De aquí se desprende el análisis de contexto. No afirmo lo que no sé,
pero asumamos por un instante que la Administración estadounidense
coincida con la reciente opinión de un analista político norteamericano,
quien tuvo a bien dedicarnos la siguiente perla verbal: "Cuban
opposition is a joke" (la oposición cubana es un chiste). Pero siendo
incluso así, lo único que no puede hacer un Gobierno norteamericano es
cambiar su enfoque estratégico hacia Cuba, decir que el cambio responde
a los mismos fines de siempre y desconocer a los actores que ha
reconocido por más de 50 años.

Ni la realidad interna en los Estados Unidos ni la realidad cubana le
permitirían torcer la cintura política de ese modo y pretender al mismo
tiempo, ya no solo tener éxito, sino salir políticamente ileso. No le
alcanzarían los dos términos de Gobierno potenciales a ninguna
Administración estadounidense para lograr, si ese fuera su propósito,
sacar de su agenda real o retórica el asunto de la democratización de
Cuba. Lo que menos podía ocurrir en medio de la inmensa exposición
global que significó el restablecimiento de relaciones diplomáticas
entre Cuba y los Estados Unidos.

Cuando una agencia de prensa como la norteamericana AP dice, sin más,
que la no invitación de los demócratas cubanos a la ceremonia inaugural
de la embajada estadounidense en La Habana es reflejo del desinterés que
despertamos en Washington está sobrestimando, sin entender el envite, la
única dimensión que el Gobierno estadounidense quiere cambiar en su
política cubana: la simbólica. Todo en favor de una mayor eficacia
política en pos del respeto a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales.

Si lo más importante en las conversaciones entre las autoridades de la
Isla y las estadounidenses se produjo fuera de los reflectores y la
exageración mediática, ¿por qué lo más importante en las relaciones
entre Washington y la comunidad democrática cubana tiene que verificarse
en una ceremonia?

Al reunirse con activistas de la oposición, en una conversación
distendida y altamente política, el secretario de Estado John Kerry
despeja las dudas y deja claro que las relaciones con Cuba continúan,
ampliadas ahora al Gobierno cubano. El tipo de audacia que da sentido a
la política.

Source: 30 minutos fructíferos con Kerry -
http://www.14ymedio.com/opinion/minutos-fructiferos-Kerry_0_1836416342.html

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