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Wednesday, July 08, 2015

Pusimos la embajada ¿y qué?

Pusimos la embajada ¿y qué?
La burocracia cubana, tan corrupta como ineficiente, no puede olvidarse
de perfeccionarse a sí misma si quiere cautivar a un mercado tan grande
y exigente como el norteamericano
Luis Carlos Battista, Miami | 07/07/2015 1:30 pm

Este primer día de julio ha sido definitivamente un día histórico.
Constituye el resultado tangible de la voluntad de ambos gobiernos de
poner fin a un período de intolerancia y animosidad. Las conversaciones
iniciadas el 17 de diciembre entre los gobiernos de Estados Unidos y
Cuba, incluyendo un encuentro y varias conversaciones telefónicas entre
el general/presidente Raúl Castro y el presidente Barack Obama comienzan
a dar frutos.
No obstante, aunque resulte paradójico, al parecer la mayoría de los
políticos y empresarios norteamericanos han acogido el proceso de
restablecimiento de relaciones diplomáticas con más efusividad que sus
contrapartes cubanas. No han faltado las horas de transmisión ni los
ríos de tinta para hablar sobre el tema en la prensa estadounidense. Se
han producido sendas visitas de senadores, congresistas y otros
políticos norteamericanos, incluyendo el gobernador de Nueva York.
Varios altos ejecutivos de multinacionales norteamericanas han resaltado
su presencia en La Mayor de las Antillas y alguna que otra celebridad ha
decidido aprovechar el momento para posar entre automóviles antiguos.
Incluso desde el primer momento el secretario de Estado John F. Kerry
mostró el deseo de visitar La Habana para izar su bandera en la que
próximamente será embajada de Estados Unidos de América, algo que
confirmó en los más recientes discursos.
Por el lado cubano se mantienen las notas de prensa escuetas e incapaces
de satisfacer a los lectores. Por ahora, los únicos encuentros de
representantes cubanos con sus contrapartes en tierra norteamericana ha
sido la delegación a las conversaciones con el Departamento de Estado y
los periodistas seleccionados para cubrir los eventos. Hasta la fecha no
se ha suscitado una delegación del máximo órgano de poder del Estado
cubano, y el papel de nuestros diputados, como de costumbre, ha sido
relegado al de meros espectadores. Afortunadamente, el canciller Bruno
Rodríguez participará en la apertura de nuestra embajada en Washington
junto con parte de la sociedad cubana. Esperamos que incluya a una
amplia representación de nuestros legisladores.
Es menester notar que el secretario Kerry ha reiterado en varias
ocasiones que uno de los logros de tener una misión con pleno
funcionamiento en La Habana será la oportunidad de asistir más
efectivamente a los estadounidenses presentes en la Isla.
Lamentablemente, ni el gobierno ni la cancillería de la Isla han hecho
iguales declaraciones hacia los cubanos residentes en Estados Unidos,
una cifra que supera al millón y medio de antillanos. La apatía que
sienten la amplia mayoría de los inmigrantes cubanos, independientemente
de su afiliación política, hacia las legaciones cubanas en cualquier
parte del mundo, no tiene otro culpable que el propio gobierno. Los
consules de la República nuestra, salvo raras y dignas excepciones, han
ejercido un papel de meros tramitadores y cajeros del Estado, obviando
su obligación también de asistir y representar los intereses y las
personas de nuestros conciudadanos, incluyendo los emigrantes, por
dondequiera que se encuentren.
El proceso de normalización de relaciones entre dos países con sistemas
e ideologías distintas implica la capacidad de adaptarse a convivir y
mantener relaciones amistosas con un vecino que no dudará en alzar la
voz para criticar lo que considera contrario a sus valores patrios. El
gobierno y pueblo cubano reclamamos legítimamente la devolución de la
Base Naval de Guantánamo y el fin del bloqueo/embargo. Sin embargo,
resulta útil pensar que durante la historia reciente, hemos tenido
fuertes e importantes socios comerciales, incluyendo la Unión Soviética
en su tiempo y actualmente China, Rusia y la Unión Europea, y aun así la
economía cubana continúa estancada. ¿Será el comercio con Estados Unidos
la solución a nuestros problemas económicos? ¿Seremos capaces de
aprovechar y explotar las potencialidades que ofrecería una etapa
posbloqueo? ¿Estaremos a la altura de brindar oportunidades a inversores
norteamericanos más allá de la etapa de redescubrimiento y brindar
productos y servicios al menos con la misma calidad de nuestros
competidores? ¿Sabremos insertarnos inteligentemente en el mercado
estadounidense? ¿Podremos apartar la animadversión y el rencor entre los
hijos de la Casa Cuba, y aceptarnos con ideologías distintas siempre
basadas en el respeto a la soberanía nacional?
Estas preguntas denotan el desafío que nos espera. Recientemente,
distintos medios de prensa y varios especialistas han catalogado a la
Isla probablemente como la próxima Singapur del Caribe. No obstante,
queda muy lejos ese camino. No por falta de oportunidades, sino por
falta de mentalidad.
La economía cubana no ha cambiado su estructura de comando y alta
centralización, recayendo en una dinámica aún obsoleta para los nuevos
tiempos. Los políticos cubanos aún se aferran y mantienen esperanzas en
proyectos multimillonarios con inversión extranjera, que si bien son
necesarios, dejan de lado el papel no menos importante del sector
privado y las PYMEs. Concepto este último con el cual al parecer no se
encuentran familiarizados los zares de la economía en Cuba.
El gran problema del cuentapropismo es que fue ampliado con la intención
de cesantear a gran parte de la abultada burocracia nacional, no con
aquella de hacer prosperar económicamente a los empresarios y
emprendedores criollos. De tal manera que el cuentapropismo es un mero
espejismo ante el exceso de regulaciones, seguridad jurídica endeble y
ausencia de empoderamiento con incentivos fiscales, mercados mayoristas,
un organismo especializado para asesorar y capacitar a los nuevos
empresarios, plena integración en la Cámara de Comercio de la República,
imposibilidad de exportación y negociar con empresarios foráneos y la
enumeración por renglones de las actividades posibles a desarrollar. Con
todos estos escollos, el sector privado se erige más cómo
entretenimiento que como negocio para la población.
La burocracia cubana, tan corrupta como ineficiente, no puede olvidarse
de perfeccionarse a sí misma si quiere cautivar a un mercado tan grande
y exigente como el norteamericano. El buen y rápido servicio será clave
para lograr gestiones y transacciones que satisfagan a los nuevos
inversionistas. Se deberá expandir la cartera de inversiones y abandonar
la política de numerus clausus, tanto en esto último como en las
actividades a desarrollar por el sector privado. Se nos impone
desarrollar las comunicaciones (incluyendo Internet), aumentar la
confiabilidad en Correos de Cuba y permitir el libre intercambio de
ideas. Incorporar la transparencia a todos los niveles y la
independencia de los distintos órganos del Estado resulta indispensable
si pretendemos ser líderes a nivel regional y eliminar la amplia
corrupción en nuestro país.
La posición geográfica tan provechosa para nuestra Isla, resulta estéril
si no sabemos aprovecharla plenamente. Para Cuba, como nación, es
imperioso reclamar el papel histórico que le corresponde como puente
entre las Américas, y entrada desde Europa y África. El futuro de un
país próspero se nos va en ello. Pero ello requiere eficiencia en todos
los aspectos económicos, políticos y sociales de nuestra vida nacional.
Necesitamos como sociedad potenciar los aspectos positivos de la nación
y eliminar todo aquello y aquellos que se interpongan, sin vacilación ni
miramiento de ningún tipo. De lo contrario, jamás tendremos una Cuba más
próspera, estable y democrática.
Por otro lado, Estados Unidos también deben renunciar definitivamente a
la política de cambio de régimen, algo que atañe única, exclusiva y
soberanamente a los cubanos. Sin el abandono de estas prácticas la
embajada norteamericana seguirá catalogada por el gobierno cubano como
centro de conspiración y verá afectada la posibilidad de ejercer sus
funciones, incluyendo la de relacionarse directamente con todo miembro
de la Sociedad Civil que desee acercarse a sus actividades. Si tanto
Estados Unidos desea un cambio en Cuba, el papel que le toca jugar a los
representantes norteamericanos en La Habana será el de liderar por ejemplo.
Si la apertura de embajadas no implica un cambio de actitud y desmontar
estructuras anquilosadas en uno y otro lado del Estrecho, políticos de
ambas partes, diplomáticos y ciudadanos en general nos preguntaremos
repetidamente: pusimos la embajada ¿y qué?

Source: Pusimos la embajada ¿y qué? - Artículos - Opinión - Cuba
Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/pusimos-la-embajada-y-que-323150

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