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Thursday, July 23, 2015

Obama y el racismo en Cuba

Obama y el racismo en Cuba
DANIEL MORCATE

Activistas de la oposición interna y exiliados le han pedido al
presidente Obama que incluya la discriminación racial en Cuba en las
conversaciones con el régimen de la familia Castro. Algunos funcionarios
norteamericanos reconocen la importancia del tema. Pero otros asesores y
el propio Obama se oponen a sumarlo al diálogo. Su negativa alimenta la
percepción de que el presidente se conforma con tratar con La Habana,
fundamentalmente, cuestiones de realpolitik y que prefiere excluir otras
que apuntan a la esencia abusiva del régimen cubano. Hay que añadirla a
la negativa a incluir a opositores internos en las conversaciones y a
darle prioridad al respeto a los derechos humanos y las libertades
básicas de los cubanos.

La aparente negativa de Obama no es sorprendente. Al parecer, se basa en
su deseo de no salpicar el diálogo con asuntos sensibles que entorpezcan
su estrategia de lograr que el entendimiento con el régimen castrista
forme parte de su legado presidencial. Como el primer presidente
afroamericano de Estados Unidos, Obama se ha cuidado de no parecer
militante en la promoción de la igualdad de los negros ante las leyes
para no exacerbar las pasiones de los racistas y los temores de otros
norteamericanos a la crispación racial. Solo recientemente, a raíz de la
matanza de nueve afroamericanos en una iglesia de Carolina del Sur, el
Presidente ha mostrado cierta militancia simbólica. En el caso de Cuba,
con su negativa está desaprovechando la oportunidad de plantear un agudo
problema político y social que rehúsa considerar el régimen cubano.

El castrismo ha practicado y expandido el tradicional patrón del racismo
en Cuba, el cual consiste en negar la existencia del mal mientras se
ignoran sus síntomas. La negativa adquirió carácter oficial a partir de
1962, cuando en la Segunda Declaración de La Habana el régimen proclamó
que había resuelto el problema de la discriminación en Cuba. En la
práctica, sin embargo, hostigó con saña a los afrocubanos que deseaban
exiliarse por no comulgar con el totalitarismo (la Revolución
supuestamente se había hecho para nosotros). Utilizó a muchos de carne
de cañón en las guerras africanas. Ignoró e ignora la subrepresentación
de negros y mestizos en los sectores de la salud y el turismo. En las
empresas mixtas, que al estilo fascista combinan el capital estatal con
el extranjero, casi ocho de cada 10 gerentes son blancos. Y entre 70 % y
80 % de la población carcelaria en la isla es negra o mestiza, según
datos compilados por entidades afrocubanas.

El sufrimiento y las vejaciones que en Cuba experimentan muchos
afrocubanos no son abstractos. En algunos aspectos se han agravado con
los cambios de dinámica de la sociedad cubana. Los afrocubanos reciben
menos remesas de las que típicamente alivian las privaciones de los
cubanos. Esto se debe a que cuentan con menos familiares fuera porque la
emigración de Cuba ha sido predominantemente blanca. Por el mismo
motivo, los afrocubanos tienen menos oportunidades de viajar al
extranjero a menos que sean deportistas o músicos destacados. Tanto se
ha desvalorizado el ser negro o mulato en la isla que muchos afrocubanos
se proclaman blancos en los censos, contribuyendo así, inadvertidamente,
a la manipulación oficial y a la estructura de dominio racista. En el
más reciente censo apenas tres de cada 10 cubanos aparecen como negros,
mulatos o mestizos, dato que desmienten las imágenes que provienen de Cuba.

La igualdad étnica será esencial para labrar una sociedad más justa y
estable en la isla. Los afrocubanos merecen ser más que pura
estadística, carne de cañón e inspiración de folcloristas, papeles a los
que quisieran relegarlos tanto los racistas como quienes niegan el
problema de la discriminación en Cuba. Lo que en realidad necesitan es
lo mismo que el resto de los cubanos: el derecho y la oportunidad de
preservar sus valores culturales y religiosos y de ejercer poder real en
la vida política del país. El patrón de negación del racismo y la
discriminación impide que en Cuba se trate el tema abiertamente. Por
eso, los opositores aciertan al pedirle al presidente Obama que lo ponga
sobre la mesa de diálogo con La Habana. Nadie mejor para hacerlo que
quien encarna un ejemplo inspirador de progreso y justicia raciales.

Siga a Daniel Morcate en Twitter: @dmorca

Source: Obama y el racismo en Cuba | El Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/daniel-morcate/article28293628.html

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