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Sunday, July 19, 2015

Libertad o prosperidad - el falso dilema

Libertad o prosperidad: el falso dilema
CARLOS ALBERTO MONTANER

Nos dicen que hay que sacrificar la libertad para alcanzar la
prosperidad. Mentira. Ése es un falso dilema generalmente planteado por
los autoritarios. La prosperidad es muy conveniente para nuestro
bienestar material, pero la libertad es absolutamente necesaria para
nuestro bienestar emocional. No hay que elegir.

La libertad tiene que ver con el dolor de vivir enmascarado. Bruce
Jenner –por ejemplo– fue un gran deportista y se convirtió en señora.
Ahora es feliz. Al menos, más feliz que antes. Se despojó de la máscara.
En Irán la hubieran ahorcado del extremo de una grúa para que el crimen
sirviera de escarmiento, sin tener en cuenta que su único delito era
buscar la coherencia interna.

Otro caso: el funcionario equis, para que no le hicieran daño, aplaudía
consignas y personajes en los que no creía. Le parecían ridículos, pero
tenía que sobrevivir. Hasta el día en que controló su vejiga, venció sus
miedos, se atrevió a decir que no, y se transformó en un disidente. Fue
muy duro, porque la dictadura era severa, pero por primera vez en su
vida se sintió en paz consigo mismo.

Hay mil ejemplos posibles. La libertad es eso: poder tomar decisiones
congruentes con nuestras creencias y valores. Elegir las ideas que nos
parecen correctas, seleccionar sin imposiciones externas nuestros
amigos, libros, afectos, proyectos de vida, carreras, preferencias
sexuales, creer en ciertos dioses o en ningún dios. También, claro,
poder escoger a nuestros gobernantes y oponernos vehementemente a los
que nos resultan nefastos.

No es una cuestión baladí. Simular y mentir duele. Contrario a lo que
sostiene mucha gente, haber evolucionado hacia la racionalidad nos ha
convertido en criaturas fisiológicamente sujetas a vivir conformes a
nuestra verdad interior. ¿Ha advertido el lector todo lo que nos sucede
cuando mentimos? Sudamos, nos cambia el tono de voz, se acelera el
corazón, se enrojece nuestro rostro, el organismo, en suma, se rebela.

El autoritarismo familiar, social, religioso o político, que nos obliga
a comportarnos de maneras ajenas a lo que nos dicta nuestro verdadero yo
y nuestras particulares necesidades emocionales, genera en los seres
humanos un doloroso malestar que suele traducirse en comportamientos
neuróticos. La disonancia entre lo que se cree, se dice y se hace, acaba
por somatizarse como una terrible forma de angustia. La libertad, en
cambio, nos dota de una saludable paz interior.

¿Y la prosperidad? La prosperidad también requiere de la libertad
individual. Es, fundamentalmente, el producto de las personas
emprendedoras, a veces dotadas del genio innovador, a veces no, pero
siempre perseverantes y dispuestas a posponer el disfrute de sus
esfuerzos para ahorrar, continuar invirtiendo y crecer
ininterrumpidamente. El camino más rápido para empobrecer a una sociedad
es cerrarles la puerta a los emprendedores, obstaculizar sus esfuerzos,
perseguirlos o acusarlos de egoístas e insolidarios.

En los Estados en los que la iniciativa económica está en las manos de
un grupo de burócratas y comisarios, o a veces, como sucede en Cuba, en
las de un narcisista tontiloco y palabrero, siempre a la búsqueda de un
atajo definitivo a la gloria, lo que se produce es el aplastamiento de
la sociedad.

¿Y China? ¿No es China un caso elocuente de una dictadura sin libertades
que va solucionando el inmenso problema de la pobreza? Ésa es una
conclusión absurda. Es verdad que al permitir el esfuerzo individual y
la existencia de propiedad privada los chinos han dado un salto
prodigioso, pero mejor les hubiera ido en un clima de libertad total,
como el alcanzado por Taiwán o Corea del Sur.

Los 20 países más prósperos del mundo son, además, los más libres, con
algunas excepciones, como Singapur, donde pudieron haber sido libres y
prósperos simultáneamente, pero, desgraciadamente, Lee Kuan Yew padecía
de un lamentable carácter autoritario que lo transmitió a su gestión
gubernamental.

No hay duda de que es más difícil gobernar en libertad, buscando
consensos, cediendo y negociando dentro de las instituciones y la ley, y
probablemente es cierto que el ritmo del desarrollo es más lento, pero
el resultado final es infinitamente superior y más duradero. Estados
Unidos nunca ha crecido espectacularmente. Pero lleva 239 años de
crecimiento casi constante, con escasos periodos de contramarcha.

Benjamin Franklin advirtió que "quien sacrifica la libertad para
alcanzar la seguridad, acaba por no tener ni una ni otra". A quien la
sacrifica pensando en la prosperidad le sucederá lo mismo.

Periodista y escritor. Su último libro es la novela Tiempo de Canallas.

www.firmaspress.com

Source: Libertad o prosperidad: el falso dilema | El Nuevo Herald El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/carlos-alberto-montaner/article27523981.html

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