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Monday, July 06, 2015

La oportunidad histórica de Raúl Castro

La oportunidad histórica de Raúl Castro
Cabe poca duda que ante el llamado de las corporaciones, el embargo
acabará, pero ese llamado corporativo existirá mientras vean a Cuba
eficiente, atractiva y comercial

La noticia fue en grande; como el acontecimiento, que fue histórico.
Estados Unidos y Cuba restablecen relaciones. Aunque siguen las mismas
críticas: que EEUU lo dio todo sin obtener nada; que Barack Obama es un
ingenuo. ¿Y qué es lo que debía haber logrado el presidente Obama para
quedar bien? Que La Habana, que le ganó la batalla diplomática a
Washington a través de América Latina, hiciera concesiones políticas que
desde el principio le aclaró que no iba a hacer; que aceptara un nuevo
puente de plata disfrazado. Eso nada más puede ocurrírsele a los
ideólogos del adjetivo, las medias verdades y el fracaso político en
Miami frente a un gobierno que odian y un país que no conocen. Los que
han delirado soñando que el Comando Sur los ponga en el poder ––o la
USAID–– que es más o menos lo mismo.
En los 18 meses que estuvieron hablando en secreto, La Habana le repitió
a Washington lo que ya el general Raúl Castro había dicho en 2007:
Estamos dispuestos a hablar pero en "pie de igualdad". Y los
negociadores agregarían, para aclararlo todo bien: porque si tú me
cuestionas mi sistema político yo te voy a cuestionar el tuyo y entonces
no tendremos para cuando acabar. ¿Nos sentamos a negociar o no? Y
entonces llegó el 17 de diciembre de 2014.
Y ahora viene la convivencia. Algunos se preguntan ¿Será posible la
convivencia? Claro que sí. Cuba y EEUU son inseparables vecinos desde
antes que George Washington pensara en cruzar el Potomac y en 1809
Thomas Jefferson ya quiso comprarle la Isla a España. No hay periodo en
la reciente historia política norteamericana, casi no hay año, en que
Cuba no haya tenido que ver algo con ella y viceversa. Bahía de
Cochinos, Crisis de Octubre, asesinato de John F. Kennedy, Watergate,
escándalo Irán Contra. La lista es nutrida. Las historias de ambos
países están tan imbricadas que a menudo son una sola. Cuba, el tercer
vecino más cercano. Ni tan frio como Canadá ni tan caliente como México,
así será. La convivencia tendrá que suceder, porque no es un mandato
moral, sino geopolítico.
Lo que no está tan claro es cómo serán las relaciones comerciales, sobre
todo las célebres y esperadas inversiones de EEUU en la Isla.
Cuba brilla como un nuevo Eldorado; está de moda. Muchos inversores
querrían llenar la Isla de todo lo que el dinero y el progreso
tecnológico saben dar. Pero ya lo ha repetido Raúl Castro: marchamos
"sin prisa pero sin pausa"; vamos a nuestra velocidad. El único problema
es que algunas velocidades pueden resultar lentas para las medidas
económicas, judiciales, sociales y estructurales necesarias en un país
moderno que necesita mantener el interés inversor.
Cuba tiene todo el soberano derecho de legislar y organizarse dentro de
sus fronteras como le apetezca; pero también, de cómo se organice y
legisle, depende el efecto que producirá sobre los también soberanos
millones de dólares americanos dispuestos a arriesgarse.
Porque son precisamente los esperanzados inversionistas quienes
cabildearan, tanto ante políticos demócratas como republicanos para que
se levante el embargo comercial y se normalicen ––como pide el gobierno
de La Habana–– las relaciones diplomáticas. Cabe poca duda que ante el
llamado de las corporaciones, el embargo acabará. Pero ese llamado
corporativo existirá mientras vean a Cuba –– soberana y socialista, como
requiere el presidente Castro–– pero también eficiente, atractiva y
comercial. Si no, los motivados de hoy, serán los desmotivados de
mañana, el embargo no se levantaría, y todo podrá proseguir entonces
––muy tranquilamente–– con la misma velocidad empresarial de la Isla en
los últimos 33 años, desde el discreto Decreto-Ley 50 del año 82[i].
Nunca se normalizarían pues las relaciones diplomáticas, y eso estaría
mal, digamos. Habría fracasado todo.
A menos que La Habana nunca haya tenido, realmente, como un objetivo
estratégico y primordial el total levantamiento del embargo. Si miramos
bien, con lo que la diplomacia cubana ya obtuvo, ya ganó: Washington
reconoció la legitimidad del gobierno de Raúl Castro, abandonó su
política de cambio de régimen, liberalizó los viajes de norteamericanos
a la Isla, permite el acceso de La Habana a organismos de crediticios
internacionales, entre otros varios efectos colaterales. Realmente,
"¿son tan importantes las inversiones norteamericanas como para apurar
mi paso?", puede preguntarse el gobierno cubano. "Tal vez no", puede
responderse. Esa también sería una decisión independiente y soberana,
aunque no muy sabia.
Porque no solo la política y las relaciones exteriores deciden en el
gobierno de una nación. El presidente Raúl Castro tiene una oportunidad
inigualable y tal vez ineludible ante la historia de su país.
Independientemente de todas las conquistas sociales de la Revolución
Cubana y los triunfos que la propaganda o la realidad proclamen, los
desniveles económicos y la pobreza material en la población cubana son
hoy en día notorios, poco menos que urgentes y rampantes.
Cuba, "Perla de Las Antillas" y "Faro de América Latina" es hoy por hoy
un país que envejece debido a su baja tasa de natalidad, donde los
jóvenes emigran, entre otras razones, porque en su tierra no tienen
posibilidad de progreso económico-social. Por eso es justo la
responsabilidad del gobierno de un país, en este caso el cubano, de
adecuar sus velocidades, no solo a la comodidad, la prudencia o su
costumbre política, sino también a las crecientes necesidades de los
ciudadanos que gobierna, representa y en los que, al fin y al cabo,
reside la soberanía de la nación.
Es como si la revolución cubana, con sus ansias de justicia social,
modernización, riqueza nacional, industrialización y bienestar para
todos ––su proclamado objetivo en 1959–– no hubiera tropezado entonces
con la enemistad de Washington y el embargo comercial. Hubiera podido
hacerlo todo.
Y por eso, en estos días, con la misma revolución en el poder –– cuando
todos los principales obstáculos con EEUU se vayan disipando–– uno diría
que el presidente Raúl Castro y su legado de gobierno tienen la
responsabilidad y la gran oportunidad histórica de llevar a Cuba a su
lugar en el siglo XXI. ¿No?
[i]http://www.trabajadores.cu/temas/decreto-ley-50/
Jorge Dávila Miguel es columnista de El Nuevo Herald. Es columnista y
analista político de CNN en español.

Source: La oportunidad histórica de Raúl Castro - Artículos - Opinión -
Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/la-oportunidad-historica-de-raul-castro-323137

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