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Tuesday, July 07, 2015

La colada amarga

La colada amarga
La cosecha cafetalera 2014-2015 cayó por debajo de las 6.000 toneladas
mientras el consumo nacional sube a 24.000 toneladas
ROSA LÓPEZ, La Habana | Julio 07, 2015

Todos en la casa muelen cuando hay que hacerlo. Libras y libras de unos
granos tostados que luego mezclan con los del café. Chícharos requemados
para agregarle a la cada vez más disminuida producción de sus sembrados
en Dos Palmas, provincia de Santiago de Cuba. Son la cuarta generación
de cafetaleros de la familia Rojas Ramírez y lejos quedan aquellos
tiempos de amplias cosechas que vivieron sus abuelos.

Junco, el hijo mayor y sobre quien recaen las mayores decisiones de la
finca, recuerda cuando su padre le contaba ilusionado que en esa zona se
hacía "el mejor café del mundo". La producción cafetalera junto a la
caña de azúcar y los frutales eran el orgullo del país y parte
inseparable de su identidad. En la cosecha de 1957-1958 se obtuvieron
más de 60.000 toneladas del preciado grano; hoy apenas llega a la décima
parte de esa cifra.

En los últimos años los funcionarios del sector agrícola han hecho
repetidos llamados a solucionar los problemas que lastran la
productividad. Sin embargo, la ansiada recuperación no ha llegado. La
cosecha 2014-2015 cayó por debajo de las 6.000 toneladas al recogerse
apenas unas 5.544 toneladas, cantidad que ha hecho saltar las alarmas y
que obliga a repensar estrategias.

Ni siquiera el aumento de los precios en la compra del grano a los
productores, que casi se ha triplicado, detiene la caída. Según la
resolución 237 del Ministerio de Finanzas y Precios, el kilogramo de
granos de café en grano, variedad arábica, se le paga ahora al campesino
a 12,50 pesos cubanos, lo que hace que una lata de 13 kilos le reporte
171 pesos en moneda nacional, menos del equivalente a ocho dólares.

La variedad robusta, de menor calidad y que se ha ido imponiendo en los
últimos años, le daría unos 106.90 pesos cubanos por cada lata, una
unidad de medida muy usada en el campo cubano. El Estado, por su parte,
comercializa el kilogramo de este café –ya molido y tostado– en las
tiendas en divisas a unos 14.35 pesos convertibles. La diferencia entre
el precio de compra y de posterior comercialización es tenida como "un
abuso" por la mayoría de los campesinos de la zona.

"Esto se ha quedado muy rezagado y la vida en estas lomas es muy dura",
explica Julieta, de 42 años y residente en Songo-La Maya. La mujer
comparte con otros pobladores del lugar la inconformidad con la
situación económica y la falta de oportunidades.

"A los productores les sale mejor vender parte del café por la
izquierda", se sincera la señora, hija y nieta de cafetaleros. Se estima
que hasta un 20% de todo el grano recolectado termina en las redes
ilegales. Un vasto entramado que comienza desde los sembrados e incluye
la transportación, mezcla, empaque y venta del producto. "La policía
persigue mucho el negocio", asegura Julieta, quien dice haberse
"quitado" porque las multas son muy altas.

En los puntos de control de la carretera, guardias uniformados detienen
los ómnibus interprovinciales, autos y camiones en busca del producto.
"El café es como los camarones o la langosta: se detecta por el olor",
refiere la señora. "Tienen perros entrenados para encontrarlo y también
al cacao" apunta. Esa es una de las razones que la ha llevado a pensar
en otros cultivos. "Ahora estoy sembrando flores, que me dan más
negocio", aclara.

La región donde vive es una de las tradicionalmente más productoras del
grano, insertada en la zona Este del país donde se obtiene el 85 por
ciento de todo el café que se produce en la Isla. Muchos campesinos
prefieren ahora los frutales, las viandas u otro tipo de granos, en
busca de mayores dividendos y autonomía. "Los frijoles, la fruta bomba y
hasta el boniato dan menos complicaciones y no estamos obligados a
vendérselo al Estado", explica Julieta.

Unos 35.000 agricultores en todo el país mercadean el café de sus
cosechas solo con el Estado, que tiene el monopolio sobre su
distribución. Esos granos oscuros jamás se han visto en los llamados
mercados agrícolas, ni en las carretillas de los vendedores por cuenta
propia. La poca independencia a la hora de comercializar el producto
desestimula a muchos agricultores junto a los impagos o retrasos en las
liquidaciones que son frecuentes en el sector.

"El café tiene su maña, no todo el mundo puede recogerlo", detalla
Virgilio, que con 67 años dice saber hasta "cuando las matas están
tristes". Residente por muchos años en el poblado santiaguero de San
Luis, terminó por mudarse el pasado año a la capital provincial. "Ya
esto no es lo que era antes", dice; "mucha gente sin experiencia está
trabajando ahora en los campos y eso acaba con las cosechas".

Cientos de hombres movilizados por la Central de Trabajadores de Cuba y
unos 5.000 estudiantes bajo el plan de la Escuela al Campo intentan
paliar la pérdida de fuerza de trabajo. Lo hacen fundamentalmente en los
municipios de Tercer Frente, Segundo Frente, Songo-La Maya, Guamá y San
Luis. Pero llegan con "insuficiente capacitación", según explica Elvis
Salazar, presidente de la Cooperativa de Créditos y Servicios Flor
Crombet, del municipio Yateras, en Guantánamo.

La erosión de los suelos agudiza la situación. "Ya estos campos no
producen lo mismo", explica Virgilio, quien vio cómo la tierra daba cada
vez menos cosechas. La deforestación unida a la explotación intensiva
han dañado seriamente la fertilidad de la zona. Por otro lado, producir
un kilogramo de café gasta en algunas zonas del país entre 40 y 60
litros de agua, según estudios realizados.

La obsolescencia de la industria despulpadora y de los secaderos se suma
a los motivos para la caída brusca de la cosecha cafetalera. En
paralelo, el consumo nacional va en aumento y en los últimos meses ha
tenido un repunte asociado a la llegada de un número mayor de turistas a
la Isla. "El café no puede faltar en los desayunos y los huéspedes toman
bastante", explica un camarero del Hotel Casa Granda en el centro de
Santiago de Cuba. En todo el país se consumen 24.000 toneladas anuales
(cuatro veces la producción nacional de este año), lo que obliga a la
importación de una creciente cantidad del grano para paliar la baja
productiva.

La solución para muchas familias sigue siendo la mezcla para "estirar el
polvo", agregándole al café otros granos que van desde chícharos hasta
trigo. "Antes le poníamos esto sólo para vendérselo a otros –explica
Junco, de la familia de los Rojas Ramírez, mientras muestra el grano
perfectamente redondo de un chícharo– pero ahora hasta en la casa lo
tomamos mezclado". Apura una colada en un jarro de aluminio deformado
por los años y concluye: "no me gusta con azúcar, lo prefiero amargo
para que me despierte".

Source: La colada amarga -
http://www.14ymedio.com/nacional/colada-amarga_0_1811218861.html

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