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Friday, July 10, 2015

Entrevista a Rafael Rojas

Entrevista a Rafael Rojas
"La ofensiva revolucionaria del año 1968 tuvo consecuencias nefastas
para la economía cubana", plantea Rafael Rojas en Historia mínima de la
Revolución cubana
Carlos Olivares Baró, México DF | 10/07/2015 12:34 pm

Circula en librerías de Estados Unidos, España y México la más reciente
publicación del historiador cubano, radicado en México, Rafael Rojas
(Santa Clara, 1965): Historia mínima de la Revolución Cubana (El Colegio
de México, Turner, 2015). Texto polémico en que el autor de Tumbas sin
sosiego. Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano (Premio
Anagrama de Ensayo, 2006) repasa y pone al día circunstancias
trascendentales de uno de los hechos históricos de la segunda mitad del
siglo XX más debatidos en la historiografía latinoamericana contemporánea.
El doctor en Historia por el Colegio de México —profesor e investigador
del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE)— conversó con
CUBAENCUENTRO sobre algunos aspectos cardinales de su libro.
¿Cómo nace esta Historia mínima de la Revolución cubana?
Rafael Rojas (RR): La "Colección Historia Mínima" de El Colegio de
México está intentando extenderse a temas centrales de la historia
mexicana y latinoamericana: la esclavitud, el sindicalismo, la
población, la deuda externa, los populismos, la Guerra Fría o el
neoliberalismo. A los responsables de la colección y a mí nos pareció
que, en tanto episodio clave de la historia hemisférica en el pasado
siglo, la Revolución cubana merecía un volumen.
En la Introducción plantea usted que "Esta es una historia mínima de un
fenómeno complejo y cambiante..." ¿Acaso, todas las revoluciones no han
configurado un viraje, muchas veces, instigador?
RR: Tienes razón, la Revolución cubana pertenece a la familia de las
grandes revoluciones modernas. Tiene muchísimos elementos en común con
las revoluciones haitiana y francesa, mexicana y rusa. Comenzó siendo
moderada y, rápidamente, se radicalizó y a esa radicalización siguió una
institucionalización del nuevo régimen que, en buena medida, canceló la
fase más experimental y espontánea del proceso.
Establece usted diferencias entre una "oposición violenta" y otra
"pacifica" en la lucha contra la dictadura de Batista. El régimen ha
hecho poca referencia a esa "oposición pacífica"; incluso, en los
manuales de historia se desdeña un poco el papel de la lucha en las
ciudades, y se exalta la lucha de la Sierra Maestra. ¿Podría abundar
sobre eso?
RR: Casi todos los opositores violentos al gobierno de Batista, incluido
Fidel Castro, fueron inicialmente opositores pacíficos. Era lógico que
así fuera dada la tradición jurídica republicana que intentaba
arraigarse en Cuba, entre los años 40 y 50. La historia oficial, al
actualizar los cultos heroicos del siglo XIX y enfatizar los valores de
la intransigencia y el machismo, quiso deshacerse de esa herencia. No
solo borró la oposición pacífica de origen "auténtico" u "ortodoxo" sino
que, como bien dices, desdibujó las diferencias estratégicas y tácticas
entre la Sierra y el Llano.
Dice usted que le interesa "repasar las líneas maestras del cambio
económico, social, político y cultural que vivió la Isla entre los años
cincuenta y sesenta del siglo pasado". ¿Años cruciales y axiomáticos de
esa Revolución?
RR: El libro no está enmarcado rígidamente entre 1956 y 1976 como
sostienen algunos, sin haberlo leído. Arranco con una descripción del
antiguo régimen, que se detiene en la Constitución de 1940, los tres
gobiernos que le siguieron y el golpe de Estado de Fulgencio Batista en
marzo de 1952. Y llego hasta hoy: doy por descontado que lo sucedido en
las tres últimas décadas, en Cuba, forma parte de un "después de la
Revolución". Aplico un concepto de "revolución" similar al que predomina
en otras historiografías, que busca no identificar lo revolucionario con
sus íconos (Fidel, el Che, Camilo) o sus hitos (el Moncada, el Granma y
la Sierra, a los que se ha aplicado un zoom simbólico), insisto en no
confundir la Revolución con la historia contemporánea de Cuba.
¿Cuáles son las diferencias sustanciales de eso que usted define como
"Primer gobierno revolucionario" y "Segundo gobierno revolucionario"?
RR: El "primer gobierno revolucionario" es el encabezado originalmente
por el presidente Manuel Urrutia Lleó y el primer ministro José Miró
Cardona en enero de 1959. A pesar de la salida de Miró y luego de
Urrutia y del papel fundamental que jugaría Fidel Castro en el mismo;
ese gobierno, compuesto en lo fundamental por líderes civiles del llano
o, incluso, de la Ortodoxia y el Autenticismo, fue desmantelado entre
fines de 1959 y principios de 1960. Para inicios del segundo año de la
Revolución, con el Che Guevara, Osmany Cienfuegos y Raúl Castro en
ministerios estratégicos, surgió un nuevo gobierno y, de hecho, un nuevo
programa político de nación.
El "sectarismo" de Aníbal Escalante se produce en el tránsito de dos
momentos cruciales del proceso revolucionario: Playa Girón y Crisis de
octubre. Fidel Castro crea el Partido Unido de la Revolución Socialista
Cubana (PURSC) que sustituye a la Organizaciones Revolucionarias
Integradas (ORI). ¿Inicio de la radicalización de esa Revolución?
RR: Creo que la radicalización se produjo antes, en el verano de 1960,
como lo prueba la gran estatalización de la economía entre julio y
octubre de 1960. El sectarismo y la microfracción, la destitución de
Escalante, el caso Ordoqui y otras purgas similares en los 60 fueron
resultado de la concentración del poder en el círculo más cercano a
Fidel Castro y de la entronización de ese círculo como principal
interlocutor de Moscú. La Revolución cubana produjo un nuevo tipo de
comunismo, en Cuba y América Latina, que generó conflictos no solo con
la izquierda liberal, cercana a la social democracia o la democracia
cristiana, sino también con la izquierda comunista tradicional.
¿Qué papel juega Ernesto Guevara en estos episodios?
RR: Además de una figura clave de la insurrección, como se evidenció en
la invasión a Occidente y, especialmente, en el control de Las Villas,
donde había muchísimas tensiones entre los distintos grupos
revolucionarios, Guevara fue, entre todos los nuevos comunistas cubanos,
quien logró desarrollar un proyecto político propio. Si hasta la Crisis
de los Misiles de 1962, había defendido la alianza con Moscú, a partir
de entonces buscará una mayor autonomía geopolítica por medio del
acercamiento a China y el apoyo a la descolonización africana y a las
guerrillas latinoamericanas. A esa apuesta geopolítica agregó un modelo
de planificación económica diferente al soviético e insinuó otra forma
de enfocar la ideología, la cultura y la relación con los intelectuales,
que tuvieron una enorme y poco conocida resistencia dentro de los
círculos del viejo comunismo cubano.
¿La "Ofensiva revolucionaria" puede considerarse como uno de los grandes
descalabros de esa Revolución?
RR: La "Ofensiva Revolucionaria" tuvo consecuencias nefastas para la
economía y la cultura, que se reseñan en el libro. Pero ideológicamente
ese fue, tal vez, el último momento de búsqueda de una autonomía
geopolítica dentro del campo socialista. Fue también un momento de
frágil aproximación a la Nueva Izquierda y al espíritu del 68, que,
desde el punto de vista teórico, dejó algunos rastros atendibles. La
revancha de la ortodoxia contra el "revisionismo de izquierda", que
vendría después, es una buena muestra de que, a pesar de haberse
adoptado un modelo totalitario y de que Fidel Castro se impusiera como
el eje de las lealtades, el poder político en Cuba no fue nunca
ideológicamente homogéneo.
En el apartado "Un cambio cultural", usted solo se aproxima a los
hechos. Tomando en cuenta que se produce la mayor emigración de artistas
cubanos al extranjero y se da inicio a la censura en todos los niveles
artísticos, incluyendo la prensa escrita, la radio y la televisión con
excepción parcial del cine, ¿podría precisar un poco más esa etapa?
RR: Lo que intenté en ese capítulo fue incluir los elementos dogmáticos
o claramente totalitarios de la administración de la cultura, sobre todo
a partir del 70, dentro del concepto sociológico de "cambio cultural".
Muchas veces, cuando se habla de la cultura se piensa exclusivamente en
la literatura, las artes, la música y el cine, dejando fuera el contacto
de la ciudadanía con esas esferas o la experiencia cultural de una
sociedad en un sentido más amplio. Por eso me detengo en el aspecto más
dramático de ese cambio que es el que tiene que ver con el paso de una
población mayoritariamente católica al adoctrinamiento
marxista-leninista y nacionalista revolucionario y con la introducción
de nuevos mecanismos de exclusión social, racial, sexual y cultural que
implicó la construcción del Estado socialista.
Su libro es una invitación para ahondar en el fenómeno de la Revolución
cubana. ¿Qué lectura recomienda usted a los interesados?
RR: Al final del volumen se propone una bibliografía básica, donde
figuran historiadores y académicos de la isla, como Arnaldo Silva,
Sergio Guerra, Oscar Zanetti o María del Pilar Díaz Castañón; y
estudiosos afincados en Estados Unidos como Louis A. Pérez Jr., Marifeli
Pérez-Stable, Carmelo Mesa-Lago o Jorge I. Domínguez. Hay estudios
clásicos sobre la Revolución cubana, no muy conocidos entre
historiadores cubanos, como los los de J. P. Morray, Marcos Winocur y
Antonio Annino, con los que sigo simpatizando. Dentro de la nueva
historiografía destaco tres títulos de autores que están abriendo el
campo de los estudios cubanos entre los años 50 y 70: El viejo traje de
la Revolución (2007) de Sergio López Rivero, Cuba y Estados Unidos,
1933-1959 (2011) de Vanni Pettina y Visions of Power in Cuba (2013) de
Lillian Guerra.

Source: Entrevista a Rafael Rojas - Artículos - Entrevistas - Cuba
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http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/entrevista-a-rafael-rojas-323183

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