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Monday, July 06, 2015

Él está en Bodrum y yo en el Cerro

Él está en Bodrum y yo en el Cerro
¿De dónde Antonio Castro sacó tanto dinero? ¿Puede un médico de
peloteros llevar una vida así? ¿Quién le dio tanto dinero?
lunes, julio 6, 2015 | Jorge Ángel Pérez

LA HABANA, Cuba. -¿Qué yo haría con 1000 euros? Lo primero, lo más
sensato, sería cambiarlos en CUC para conseguir un poco más; 82 por
encima de los 1000, una fortuna. Cosas impensadas podría hacer con esos
billeticos. Comprar leche a mi madre sería lo primero. Lo malo es que no
los tengo, y lo peor es que acabo de enterarme de que otros en la isla
tienen mucho, como Antonio Castro, el menor de los hijos de Fidel. La
verdad es que no sospechaba que guardara tanto en su bolsillo, pero las
imágenes que andan cruzando el mundo dan fe de lo que se dice, y hasta
hoy nadie negó la veracidad de esas fotos, ni siquiera ahora que los
comentarios indignados se suceden a montones.

Antonio está lejísimo. Antonio está en Bodrum, y Bodrum está en Turquía.
Se dice que llegó a esas costas a bordo de un yate lujosísimo, de
cincuenta metros de eslora, después de abandonar la isla griega de
Mykonos. Por desgracia yo estaba en el Cerro y no en Bodrum. Confieso
que me habría gustado ver el arribo de ese yatecito a las costas de
Turquía, pero tuve que conformarme con las fotos. ¡Me quedé con la boca
abierta! Hasta me pareció más grande de lo que decían, pero eso no
importa porque soy muy malo calculando los tamaños, las esloras; además
estoy muy lejos, en el Cerro, en La Habana, y sin un medio que me
permita hacer comprobaciones. Creo que jamás podré olvidar ese nombre:
Bodrum. Nunca lo pronuncié hasta hoy. Para mí esa geografía seguía
teniendo el apelativo de Halicarnaso. Debe ser por eso que he pensado
tanto en Herodoto. Y hasta imaginé al autor de Los nueve libros de la
historia apostado en esas costas, contemplando el arribo del barquito. Y
también supuse sus reacciones; la boca abierta, la mano derecha en la
cabeza, en el corazón la izquierda.

¿Qué habría pensado Herodoto mientras atracaba esa maravilla de
yatecito? Debió ponerse a hacer anotaciones. Herodoto pudo pensar que
los recién llegados revivirían las guerras médicas, y por eso estuvo
anotando, haciendo uso del jónico, y con la boca más que abierta, casi
incrédulo. El griego de Halicarnaso pudo creer que llegaban los fenicios
después de cruzar el Eritreo, quizá supuso que esa nave venía repleta de
géneros en un viaje que la trajo desde la Asiria y el Egipto. El
historiador no podía pensar en una isla del Caribe llamada Cuba que no
era parte del mundo conocido ¿Por qué iba a interesarse Herodoto por un
médico del equipo nacional de béisbol de Cuba? Y aunque conociera a
Cuba, cómo iba a creerlo, sabiendo que esta isla es tan pequeña, tan
pobre, tan bloqueada… El pudo creer, dadas las dimensiones del barquito,
que se trataba de un guerrero famoso que hacía su viaje de regreso
después de hacer consultas al Oráculo de Delfos. Y hasta pudo suponer
que el barco acogía a una recua de raptores que venían de atrapar a Io,
a Medea, a Europa. Lo que si no puedo imaginar es lo que pensaría
Herodoto al ver los géneros que bajaban del yate: supongo equipos de
caza y pesca, licores delicados, exquisiteces y ambrosías.

Parece que los reseñadores de la noticia no estuvieron cerca de la mesa
de los vacacionistas, porque de lo que allí se comió no dicen nada. Yo
no puedo opinar mucho, nunca tuve dinero, soy soldado de un ejército de
paladares atrofiados. Pero si me lo propongo puedo imaginar lo que
comieron. Digo imaginar porque el recuerdo depende de las experiencias
anteriores. Lo mejor sería hurgar en algunos libros que leí, esos que
hablan de la alta cocina. Si yo recordara o releyera La filosofía del
gusto de Brillat Savarin o el Manual de anfitriones y guía de golosos de
Grimod de la Reyniere, podría suponer lo que comieron en Bodrum. Ahora
pienso en algo que leí en Sírvase de inmediato, un libro exquisito que
habla de platos que parecen delicados, elegantes, que pueden comerse en
Halicarnaso y en lugares a donde hay que llegar con muchísimo dinero.
MFK Fisher, la autora de ese libro, cuenta que Federico el Grande se
preparaba su café, y que en lugar de ponerle agua lo hacía con champán,
y para rematar le rociaba mostaza en polvo. ¡Debe ser horrible pero es
diferente, extravagante! Debe ser horrible ese café, yo como la Fisher
creo que es una pedantería. Mejor pensemos en unos plátanos con queso
Limburger, en unas costillas de cordero con salsa de gambas o en una
sopita de arenque con mermelada de fresas. Yo no las probé jamás, pero
parece rico, elegante, y deben ser carísimos esos platos, ¿extravagantes?

¿Y habrá dormido Herodoto en habitaciones tan lujosas como esas cinco
que fueron rentadas para Antonio y sus amigos? Creo que no, y mucho
menos pagó más de cinco mil euros cada día por las susodichas. Tendría
que vender, y en estos días, los manuscritos de Los nueve libros de la
historia si se antojara de unas vacaciones como esas. Dios mío, que son
cinco mil euros diarios para dormir y bañarse, mientras yo, pobre
obseso, pensando en la leche de mi madre. Y qué voy a hacer si me
entristece verla soñando cada día con un vasito de leche y este se baja
en Bodrum, es decir en Halicarnaso, de un yate de lujo para montarse en
un Mercedes que lo llevará a un Hotel donde cada una de las cinco Suites
cuesta más de mil euros. ¡Caramba! ¿De dónde este muchacho sacó tanto
dinero? ¿Puede un médico de peloteros llevar una vida así? ¿Quién le dio
tanto dinero? Imagino el descontento de un médico internacionalista que
no pudo finalmente comprar su auto modesto y pequeñito, aunque tuviera
la carta, después de ver a este otro médico montado en su Mercedes.
Imagino lo que dirá un médico que esté en África salvando a enfermos de
padecimientos raros y mortales, pienso en los que andan por la
Sudamérica de humildes favelas o en los que se arriesgan en el Caribe
azotado por el cólera y los terremotos.

Ay, Dios mío, no puedo dejar de pensar en mi madre y en su leche, no
puedo dejar de recordar a mi padre y a mi abuelo, los dos creyendo que
la austeridad era signo distintivo de nuestro gobierno. No puedo dejar
de pensar en toda la leche para los viejos derramada en Halicarnaso. Yo
nunca vi cifras como esa, mil euros, cinco mil… de haberla tenido… Ay,
qué sé yo que hubiera hecho. Lo cierto es que ahora estoy indignado, y
hasta supongo que alguna vez alguien de explicaciones o desmienta el
desatino, para que algunos crean que esas cosas no ocurren en Cuba, que
eso ocurre en otros lares, como dice nuestra prensa. Eso ocurre en
Francia y en Italia, en los Estados Unidos y en Londres.

Si yo tuviera una mínima parte de ese dinerito que se gastaron en
Bodrum, en Halicarnaso, compraría una bolsa de leche para mi madre.

Source: Él está en Bodrum y yo en el Cerro | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/el-esta-en-bodrum-y-yo-en-el-cerro/

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