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Tuesday, June 30, 2015

Alianza con el pueblo, no con el capital extranjero

Alianza con el pueblo, no con el capital extranjero
PEDRO CAMPOS, La Habana | Junio 30, 2015

El Gobierno ha reconocido que el país está al borde del abismo pero no
ha querido enfrentar la crítica al "socialismo de Estado", por lo que no
ha podido admitir su fracaso ni identificar sus causas, lo que le
hubiera permitido encontrar un camino posible hacia una verdadera
rectificación. Quienes crearon el problema no parecen dispuestos a
pensar y actuar de otra manera.

De ahí que la "actualización del modelo económico" no pase de un intento
de reconstruir lo inviable, cuando lo que demanda la realidad, la gran
mayoría de la población y una buena parte de los estudiosos de las
ciencias sociales y económicas es un cambio de esencia en el sistema
centralizado política y económicamente.

Hace años, sustentados en el análisis histórico de los fracasos
"socialistas-estatales", nosotros los socialistas democráticos hemos
venido advirtiendo que el Gobierno tiene dos salidas: establecer una
alianza con el capital extranjero para prolongar la explotación de sus
asalariados y el poder de la burocracia, o aliarse al pueblo
democratizando la política y socializando la economía.

El acercamiento entre los Gobiernos de EE UU y Cuba, cuando el negocio
militar clama por ingresos e inversiones extranjeras para que le saquen
las castañas del fuego, le facilita la alianza con el capital
internacional, algo de lo que no es responsable principal el vecino del
norte: ni del desastre del "socialismo" cubano, ni de lo que venga después.

De ese desastre sí son responsables primordiales el capitalismo
monopolista de Estado impuesto en Cuba en nombre del socialismo y su
cabeza, la cúpula gobernante, opuesta siempre al empoderamiento del
pueblo. Raúl Castro dijo que había que cambiar la mentalidad, pero no
dijo que había que cambiar modelo y gobernantes.

Con la "actualización", la burocracia ha escogido como salida de la
crisis mantener las empresas estatales como eje de la economía,
asistidas por la inversión extranjera. Al tiempo, rechaza la alianza con
el pueblo, al poner infinitas trabas al cuentapropismo auténtico y
amplio y al cooperativismo independiente, al oponerse plenamente a
formas de autogestión empresarial bajo control obrero en las compañías
estatales. Y, especialmente, al obstaculizar la democratización del
sistema político y los presupuestos participativos a todos los niveles.

Ha decidido normalizar sus relaciones con EE UU e, incluso, discutir los
problemas de violaciones de derechos humanos del pueblo cubano con el
imperio vecino –algo insólito–, pero rechaza toda conversación,
encuentro o diálogo con la oposición y hasta con la propia izquierda
democrática surgida del proceso revolucionario.

Sin saberlo, este camino que trata de imponernos el Estado militar de
mano del desarrollismo capitalista, a partir de las inversiones
extranjeras en sus empresas, especialmente de EE UU, es el que nos puede
conducir a una anexión virtual (económica y geopolítica) al vecino del
Norte.

El problema no sería la inversión extranjera misma, sino el bajo nivel
de socialización de la producción en el que aterrizaría, impactando
carencias de todo tipo y una economía de empresas estatales, muchas en
quiebra, que terminaría asimilada por el capital externo, a lo que se
presta la burocracia a cambio de compras, coimas, prebendas y de
convertirse en nuevos capitalistas.

De crearse condiciones (levantamiento del bloqueo-embargo y eliminación
de absurdas regulaciones internas) que estimulen amplias posibilidades
de inversión, los del Norte no dudarían en correr todos los riesgos
posibles: bobos no son...

La posesión de antiguas tierras, fábricas, empresas e instalaciones
norteamericanas le permitiría a la burocracia militar que gobierna,
urgida de capitales, negociar la devolución o venta total o parcial de
aquellas propiedades como parte del proceso de ¨normalización¨, donde
unos y otros van a presentar facturas de daños.

El pueblo, al que presentan hechos consumados, no va a protestar porque
a él no le están quitando nada. La "propiedad de todo el pueblo" es la
pantalla de la burocracia para disponer de ella a su antojo. La gente
siente que sus esperanzas y su tiempo han sido diezmados por el
estatismo asalariado. Desearán muchos trabajadores, como la empleada de
una tienda en divisas, "que vengan los yumas, que pagan mejor y respetan
al trabajador". Es el pensamiento lógico del asalariado estatal,
impedido de vender su fuerza de trabajo al mejor postor, sin sentido de
pertenencia alguno, porque nunca ha sido dueño de nada y el "socialismo
de Estado" lo único que ha hecho es educarlo y mantenerlo sano para
explotarlo más.

La burocracia, que concentró la propiedad, mantuvo el trabajo asalariado
y cortó toda socialización y con ello las bases principales del
desarrollo endógeno, para mantener sus prebendas y poder, ha reventado a
la fuerza de trabajo, a los medios de producción y a la naturaleza, sin
cuidarlos ni reproducirlos, al tiempo que ha hipotecado el presente y el
futuro con deudas, cargadas al pueblo.

Por eso la gente no quiere trabajar, muchos jóvenes no quieren estudiar,
el campo se llenó de marabú y cientos de fábricas están en ruinas,
cerradas o convertidas en chatarra, como hicieron con ingenios
azucareros, las flotas mercante y pesquera, fabricas de cervezas,
zapatos o refrescos,, y La Habana... desastrada.

Es la causa de que muchos asalariados de las empresas estatales añoren
el pasado y el regreso de los antiguos dueños. Los asalariados cubanos
del estado-militar saben que los asalariados cubanos de Miami viven
mejor. Algo parecido derribó el Estrecho, digo, el Muro de Berlín.

Debido a ello la ¨clase obrera¨ en ningún país ¨socialista¨ enfrentó la
restauración capitalista privada ni la avalancha del capital extranjero.
Y es así también como "nuestro Estado socialista", sin proponérselo, ha
ido creando las bases para un regreso al capitalismo privado y a una
especie de anexión virtual (económica y geopolítica). La real parece
impracticable, dadas las complicaciones de todo tipo que traería para
los implicados y la región.

La otra opción, la alianza del Gobierno con el pueblo y los
trabajadores, haría que el Estado fuera menos Estado y más pueblo. Esto
implicaría una salida democrática a la crisis actual, un arreglo, una
negociación, un nuevo consenso social con participación de todas las
tendencias políticas y fuerzas sociales del país, de dentro y de fuera,
incluidas las partidarias del cambio en el mismo seno del
Gobierno-partido-Estado, que permita a todos participar activamente en
las decisiones y en la reconstrucción de una economía ampliamente
socializada, en la que tengan cabida todas las formas de producción y el
acceso al desarrollo no sea privativo de élites estatales o pudientes.

Dilaciones, pausas y zigzags profundizan conflictos y complican
soluciones. Se puede andar despacio por mal camino y rápido por el
bueno. El problema no es la velocidad, sino camino.

Con participación efectiva, real y directa de los ciudadanos en todas
las decisiones importantes, ningún burócrata podría entregar, vender,
hipotecar o dilapidar el patrimonio de la nación.

Distinto sería si la economía estuviera ampliamente socializada: el
capital extranjero caería en ese tejido empresarial de todo tipo y
tamaño, y aunque reciba amplias posibilidades para invertir, más que
servirse de una economía desastrada, centralizada y burocratizada,
urgida de préstamos e inversiones extranjeras, tendría que tributar al
desarrollo de ese entramado social y luchar para ganarse nichos
económicos, en lugar de que se lo facilite el grupo que todo decide.

Pero alcanzar esa sociedad democratizada y socializada implica dejar
atrás los odios, las discriminaciones, los revanchismos, las exclusiones
y los sectarismos de todo tipo y entender que Cuba, por encima de
figuras, partidos y razones, es el pueblo de la Isla y de la diáspora,
cuyos derechos y diferencias deben ser respetados por todos.

Es hora ya de que todos los cubanos de allá y de acá, de todas las
tendencias políticas, nos sentemos a conversar y logremos un clima de
confianza que nos permita llegar a acuerdos, aunque tengamos muchas
diferencias. Mientras los extremos predominen, esa sociedad
democratizada y socializada, libre, seguirá distante; pero más cerca, la
maduración de la fruta.

Source: Alianza con el pueblo, no con el capital extranjero -
http://www.14ymedio.com/opinion/Alianza-pueblo-capital-extranjero_0_1807019284.html

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