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Wednesday, May 20, 2015

“Si tuviera quien me reclame…”

"Si tuviera quien me reclame…"
Unos se quieren ir de Cuba y no pueden. Otros pueden irse, sin embargo
no quieren. Sin libertad no hay esplendor duradero
martes, mayo 19, 2015 | Rafael Alcides

LA HABANA, Cuba. -Esta mañana me levanté pesimista. En casa no había
leche y la que venden en la shopping es por su precio inalcanzable para
quien no sea gerente de una firma o no tenga familiares allá afuera que
lo quieran mucho y estén bien de posición. Pero en la panadería donde
compro el pan que me toca por la libreta coincidí con alguien que hoy
estaba más pesimista que yo. Es un maestro jubilado a quien, sin tener
en cuenta su edad, uno de esos personajes que se precian de estar bien
informados le dijo que están al quitar la libreta de racionamiento, que
antes de agosto la quitarían.

Que esa libreta pesa demasiado en el bolsillo del gobierno lo comprende
el maestro, pero también piensa que en vez de quitarla, debería el
gobierno hacerla selectiva. Ni el poderoso músico, ni el gerente, ni el
que recibe remesas del exterior, ni demás personajes de la nueva
burguesía la necesitan. Él en cambio, jubilado con 9 dólares mensuales
(o sea, menos de treinta centavos de dólar diarios) y sin nadie allá
afuera, ¿qué se haría sin esa ayudita? Son cuatro cositas las que la
libreta ha terminado dando, pero cuatro cositas que a él lo salvan de
mendigar. El maestro me habló muy mal de la revolución, le había
dedicado su vida.

Con el fin de consolarlo, y porque no creo que por ahora el gobierno
tenga la intención de suprimir la libreta –coyunda costosa, sí, pero de
impar eficacia psicológica–, le aconsejé dormir a pierna suelta. "No
crea en bolas". .

"Esta era la única vida que yo tenía", contestó.

Lo dejé desahogarse.

"¿Ha pensado en irse del país?", le pregunté.

Suspiró con emoción.

"Si tuviera quien me reclame…"

Compré mis tres pancitos de veintitantos gramos cada uno, y tal vez
porque el mal repartido entre muchos toca a menos, regresé a casa
sintiéndome mejor. En el camino comparé el desencanto del maestro
–hombre frágil pero eléctrico que antes solía vestirse de miliciano los
16 de abril y salir ostentoso por el barrio con todas sus
condecoraciones encima— con el entusiasmo último de cierto vecino médico
y viudo que envejeció soñando irse del país y ahora, que podría hacerlo
sin mayores trámites y sin perder la casa heredada de sus mayores, se
niega. Ni sus hijos ni sus sobrinos (todos allá afuera) logran
convencerlo. De estos, uno que lo visitaba en enero, me comentó
sonriendo: "Imagínate: con las remesas que le mandamos se está dando una
vida de pachá con criada, mucha viagra, y tres novias doctoras de
veintipico de años al retortero."

Parecerían ir diciendo, aquél maestro desencantado que no sabría cómo
vivir sin la libreta y el médico que ha descubierto que con dinero aun
siendo viudo y muy viejo se puede ser feliz, que el éxodo cubano no
sería tan desproporcionado de haber podido el gobierno socialista darle
una vida desahogada al ciudadano. Empero, el final de Pinochet, a pesar
de haber dejado a Chile por los cielos del primer mundo, o el del
franquismo, no obstante el vertiginoso desarrollo alcanzado por España
en las dos últimas décadas del Generalísimo, demuestran que no sólo de
economía se trata. Como leí una vez en alguna parte, sin libertad no hay
esplendor duradero. Ni suelo que resista la catedral que encima le pusieran.

Siempre ha sido así. La Roma dueña del mundo, aquella poderosa Roma de
patricios y esclavos, donde además era perseguido el cristiano, terminó
por desaparecer. Por igual falta de libertad desapareció el dominio
colonial español en tierras de Nuestra América, desapareció el inglés, y
el portugués, y el francés. Y desaparecieron en esa América posterior
Rosas, y Gaspar Rodríguez Francia, y Rufino Barrios y Porfirio Díaz y
Machado. Y desaparecieron en la América de mi tiempo, aquella América de
cuando yo era joven, Trujillo con sus entorchados, y Somoza, y
Stroesner, y Pérez Jiménez, y el brasileño Joao Goulart, y Batista…

En los últimos tiempos, después de la caída del muro de Berlín, el mundo
se ha seguido aligerando; ni siquiera hay ya Hussein, Milosevich,
Gadafis, ni ahora, por fin, el odioso tipo de Yemen. Con eficiencia, en
cada uno de estos casos la falta de libertad, ese don secreto del
oprimido, ha hecho su parte fatal.

No me rindo, por esto mismo no renuncio al sueño de que hoy o mañana, o
sea, más tarde o más temprano (y estas cosas casi siempre ocurren cuando
menos uno se las imagina) yo, y los como yo, que somos once millones,
incluido el pesaroso maestro de esta mañana, hemos de ver resueltos
nuestros problemas de la mesa, más el de las barbacoas, la ciudad
cayéndose y todo lo otro que de sobras sabemos.

Source: "Si tuviera quien me reclame…" | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/sin-libertad-no-hay-esplendor-duradero/

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